Me obsequia un amigo un mP3 y contiene parte de la obra musical de David Bowie.
La impresión-con foto y texto-es de ínfima calidad; muestra a manera de lista, el título y el contenido de los primeros doce LPs: de 1967- epónimo- “David Bowie”, hasta el «Station To Station» de 1976.
Me encargó que después de escucharlo cuidadosamente escribiera algo al respecto. Con las ideas de Hito Steyerl en mi cabeza, de su libro, Los contenidos de la pantalla, Ed. caja negra, escrito en la perspectiva del ensayo de Walter Benjamin, «La obra artística en la época de su reproducción industrial», recuerdo unas líneas quemantes: hay consumo de formatos de “baja calidad” y cita al mP3 entre ellos, los cuales han devenido universales- cabe el adjetivo, planetarios.
Para probar su “baja calidad” estética, fui escuchando el mP3, disco por disco en un sonido Onkyo, 2013, con sus 11 bocinas y dos semi-buffers.
Entonces, comprendí en toda magnitud y compungidamente: hay clases sociales, poder económico, y connaisseurs, expertos en experiencia estética.
Por más que trato de escuchar con atención, de cada disco, canción por canción en estricto orden genético, me remite mi memoria a los años de la década de los 80’s cuando los escuché por primera vez y por esta interferencia biográfica, fui incapaz de reconocer y diferenciar o evaluar lo cutre de este mP3.
Y viene otro doloroso recuerdo a mi mente: Agnes Heller, la discípula del filósofo Görgy Lukács, quien en una entrevista aseveró: hay conocedores, siempre los ha habido-por ejemplo los nazis, quienes acapararon mucho arte- y saben lo que es la calidad.
Me sentí a años luz de los homo aesteticus. ¡Por Satán!: yo hubiese deseado ser uno de ellos-de los connaisseurs, claro, no nazi-: haber nacido en una familia rica, con una esmerada educación musical y saber qué es la calidad, la esencia de la obra al estarla apreciando. Pero este nóumeno siempre se me escapará, es un dilema ontológico.
Y lo reconozco con pena: después de escuchar alternadamente cada LP original, en el tornamesa y su correspondiente versión en mP3, no hay para mí gran diferencia.
Una súplica a mis amigos melómanos y connaisseurs de sonido y de la obra de Bowie, les suplico desde los principios éticos de la caridad y la comprensión, me reconforten, y ya sea en su casa o en la mía, me hagan escuchar las diferencias-imagino, son abismales-entre ambos formatos aquí en cuestión./ Juan Heladio Ríos Ortega.
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