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Consejos prácticos: “¿Qué debe hacer un político mexicano cuando llega al poder?”

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Luego de los golpes bajos, indirectas directas, sudar frío y pasar las de Caín, cuando un político de nuestro terruño llega al servicio público o más bien a saborear las mieles del poder -sea en la presidencia municipal, ejecutiva federal o en alguna de las Cámaras o hasta al ocupar el gobierno de determinado estado- debe presumirlo, hacerse notar, ejercer su facultad constitucional por su triunfo en las urnas o por su regalito llamado “Pluri”, tal como dice el refrán: “no sólo hay que poner el huevo; también hay que cacarearlo”.
Y justamente, es cuando debe servirse de todos los medios de comunicación posibles –digitales e impresos- para destacar, hacer presencia, concurrir a las masas, ya que sólo así logrará ampliar y acreditar su figura pública, pues no importará que medio México le diga: “me lo encuentro hasta en la sopa”, o “tanta miel empalaga”.
Aquí el soberano es el que llega al poder, es que el truena los chicharrones, y manda a las tortas y desde el instante, cuando le entregan su constancia de ganador, le corresponderá aplicar su proyecto social o parlamentario hacía los principios que había ofrecido a aquella casta ciudadanía durante su campaña electoral; es cuando, a pesar de que sus archienemigos políticos lo desacrediten o lo ofendan, su deber será tener siempre de su lado a la gente, a la vox populi, ya que: “¡estando bien con Dios, qué me importan mugres diablos!”.
En tanto, integrará lo más pronto posible su equipo de colaboradores, de asesores, de gabinete, de individuos que amparen sus tomas de decisiones, para lo cual es ineludible seleccionar debidamente gente de confianza, de lealtad, de honestidad, de sinceridad, que den todo por la imagen de su jefe, ya que “entre bomberos no se pisan la manguera”.
O sea, mientras el político comienza su ejercicio de labor pública a bien del ciudadano y lo lleva a la práctica, el que le ayude cuidará las formas, el estilo, el fondo, y todos los ingredientes que se ocupen para dicho fin; puesto que “no se vale mano negra”, “ni chaqueteros de a centavo”, a más de que no basta contar con medio millón de colaboradores, ¡no es la cantidad, es la calidad!, por lo tanto, es preferible: “pocos pelos, pero bien peinados”.
En la actualidad, y más en tierras mexicanas, el político moderno no puede ser etiquetado. Dicho en otros vocablos, no le queda el saco cuando le digan oye tú: “vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”. No es así, ¡no debe ser así! Vivimos otras latitudes y tiempos áureos.
(…) Al final, el político rendirá informes anuales o semestrales de sus labores, hasta haber concluido su periodo de labores en la vida política y social de su entorno, para ofrecer “cuentas claras y amistades largas”; y es cuando seguramente, al cumplir su mandato, o concluya la legislatura, escucharemos de sus labios decir:
Estimados ciudadanos, amigos todos:
Muchas gracias por el gran respaldo y comprensión que me otorgaron. “Me voy porque vivo lejos”, me voy satisfecho de lo que logramos hacer pueblo y gobierno. Hoy, estoy convencido de que “cada quien cosecha lo que siembra”, es dueño de sus miedos, y habla de la feria según le va en ella. Por ello, “cada cabeza es un mundo”, y eso sí, como quiero seguir en la polaca, ¡Ave María, dame puntería!, y pues con todo respeto… ”¡Que cada quien haga de su cola un papalote y lo empuje cuando quiera!”. Así sea.
Ojo: La presente participación se elaboró sin etiquetas personales, y con el afán de entretener un poco a los lectores de este medio digital.
Una colaboración de Flavio “El Checo” Ramos, para “Tiempo de Michoacán”.

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