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Como un sencillo recuerdo a la profesora María Barajas, fundadora del jardín de niños “Rosaura Zapata”

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Sería imposible trazar en pocas líneas el desarrollo histórico que ha tenido el Jardín de Niños “Rosaura Zapata”, esencialmente por las referencias tan escasas que hay en relación a los hechos más sobresalientes de este primer plantel que hubo en su tipo, en nuestra ciudad.

Sin embargo, deseo anotar algunos antecedentes destacados sobre la maestra, que al igual que otros grandes forjadores de escuelas y planteles locales, legaron a Uruapan la semilla del conocimiento y el fomento a la enseñanza cuando este pueblo provinciano ocupaba instituir espacios dignos, donde la niñez pudiera recibir sus estudios, como un derecho a la educación que la propia Carta Magna lo establece.
Nos referimos a la educadora María Barajas. Quien fue originaria de Peribán, Michoacán y llegó a este bello pueblo de Uruapan con su familia, cuando contaba con tres años de edad.
Aquí hizo sus estudios primarios y se formó en la Escuela Normal Regional Número 3, misma que estaba situada en una antigua casona localizada en la calle de Nicolás Bravo número 2, esquina Cupatitzio. Funcionó de 1925 a 1929, habiéndose estableció en el gobierno del General Enrique Ramírez. Como requisito mínimo para ingresar era la primaria.
En dicho plantel se forjaron grandes profesores y profesoras. La maestra Barajas concluyó sus estudios de profesora normalista en dos años divididos en semestres impartiéndose una enseñanza mixta. De lunes a viernes. Y sábado para trabajos manuales.
En un tiempo fue director del plantel el profesor y poeta Juan Ayala (hoy una calle lleva su nombre). En la planta docente tuvo como maestros (as) a Emiliano Pérez Rosas, María Mercedes Flores, María Luisa Pérez Rosas y Aurora Valerio.
Fueron sus condiscípulos (as): Teresa Rubio, Carmen Navarro Quiroz, Salud Gutiérrez Sierra, María Hernández, Ana María Apan y Gonzalo Villalpando, Antonio Chagollán, Antonio Díaz, Carmen Alvarez, María y Rebeca Venegas, Ignacio Navarro Quiroz, Graciela y Magdalena Padilla, Godofredo Ortiz, Margarita Prado, Tomás Rico Cano, destacado nicolaita y prolífero escritor, entre otros.
De la lista anterior, algunos ejercieron el magisterio y otros optaron por realizar diferentes actividades.
Iniciada la década de los años 30´s del siglo pasado, la joven normalista deseosa de seguir su preparación docente, orientada a la niñez, la motivaron para tomar un curso de Educación Preescolar en la capital del país, bajo la impartición de la insigne educadora Rosaura Zapata (Cano), allá por 1935.
Cabe decir que María Rosaura Zapata Cano fue una de las pioneras en el establecimiento de los primeros jardines de niños en México y es una sobresaliente profesora situada en la historia de la educación moderna de México, del siglo XX.
Por otro lado, en aquél entonces el general Lázaro Cárdenas gobernaba el estado de Michoacán y dentro de sus iniciativas y planes de desarrollo para el sector educativo tenía contemplado establecer fuera de Morelia, el segundo plantel preescolar como una necesidad en la educación inicial de los escolapios.
En tal medida, al tomar la decisión de poner un jardín de niños en Uruapan, una ciudad que conocía muy perfectamente el general Cárdenas desde años atrás, comisionó a la joven maestra de Peribán para que lo fundara. Dicen que a veces los maestros o educadores se mueven por afinidades. Considero que ella misma eligió el nombre de “Rosaura Zapata”, como un tributo a tan noble educadora de aquella época, y quien fuera su maestra en la ciudad de México.
Olvidaba decir que el General Cárdenas a sabiendas que se ocupaba un sitio para establecer la escuela, decidió hacer los trámites correspondientes siendo ejecutivo estatal con la misión de entregar un inmueble para tal propósito, y que era un local donde funcionaban las oficinas de la CGT (Confederación General de Trabajadores, organismo a favor del proletariado uruapense), en una parte anexa al exconvento franciscano y hoy Casa de la Cultura.
La maestra fundadora del “Rosaura Zapata” poseía un espíritu de vocación y servicio al magisterio, así, gracias a su tenacidad, bajo su dirección, aquél espacio frío, oscuro e inadecuado, lo transformó en un digno espacio educativo, con la luz persistente de la ilustración inicial, que a la par operaba con otro plantel vecino: la escuela primaria Ignacio M. Altamirano.
Transcurrió el tiempo, y en ese recinto lleno de sueños, fantasías, aprendizaje y conocimiento, donde el eco de las generaciones de chiquilines se mantenía vivo, estuvo por 39 años al frente de la enseñanza, su directora, ya con el semblante que expresaba un rostro lleno de trabajo y experiencia, de camino andado; y de gran satisfacción por haber hecho realidad el sueño de ser ella quien fundó un centro de aprendizaje para los niños uruapenses, bajo el principio de la humildad y el buen ejemplo.
Por cierto, era perseverante. Y el dinamismo de ésta ilustre maestra fue tan grande, que no había funcionario o empleado de gobierno que no fuera visitado por ella para gestionar muebles, sillas, pintura, pisos, equipo, instrumentos musicales o fondos económicos, para sostener el humilde plantel. Nunca claudicaba hasta lograr el objetivo de gestionar para dignificar la educación del jardín de niños.
¿Quién de aquella época no recuerda los desfiles tan hermosos de la primavera?, donde los niñas y niños del “Rosaura Zapata” lucían con tal animación que siempre ocupaban los primeros lugares por su presentación, por su disciplina, su ternura y por el encanto de cada uno de sus contingentes, como hasta la fecha.
Corría el año de 1980 y la maestra concluía la hermosa etapa que ella misma había sembrado, pero que había que cerrar el ciclo de una etapa profesional tan noble: el ser maestro.
Precisamente, en ese año un grupo de madres de familia, aquellas que reconocieron el gran cariño que tuvo por la enseñanza de sus hijos, preparándolos para el futuro, le organizaron un sencillo homenaje de despedida en las instalaciones del palacio municipal, siendo Eduardo Martínez López el alcalde de Uruapan.
Pablo Reza, un ex alumno del plantel, como una expresión de buen gesto -al considerar la abnegación y entrega de María Barajas- en ese homenaje le colocó una medalla de oro, costeada por él mismo, y después del acto ceremonial se degusto una comida en una de las muchas huertas de Uruapan. Honor a quien honor merece. Siempre triunfará la justicia.

Notas: Imagen publicada originalmente en “Epoca”, revista mensual, año 3, número 28, Morelia, agosto de 1980. Al lado la imagen de la maestra Rosaura Zapata.

Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.

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