Muchos años después frente al sismo histórico del 2017, recordé aquella tarde en que mi padre me llevó al Río Nazas en su creciente arrebatada sobre la comarca lagunera.
Sentimiento al cerrar el libro, «Cien Años de Soledad», del Gabo García Márquez.
Entre 1965 y 1966 fue escrita, «Cien Años de Soledad», por el gran colombiano universal Gabriel García Márquez. Dieciocho meses de arduo trabajo. La Ciudad de México fue partícipe inspiradora de esta grandiosa obra. Aquí fue escrita.
Ayer al cerrar la novela sentí nostalgia. Era como desaparecer de repente en el viento arrasante de Macondo. Irme con mis recuerdos a la muerte de toda una estirpe. Así como el último Buendía moría al descifrar los pergaminos de Melquiades.
Frente al desolador sismo del 19 de Septiembre de 2017 me encontraba leyendo en un café por segunda vez esta maravilla. Sentí moverse la tierra. Me encontraba inmerso en la imaginación volando entre mariposas amarillas sugerentes de presencia en Mauricio Babilonia.
La pasión de, «Meme» y «Mauricio», fue interrumpida por un cataclismo trágico en la Ciudad de México. Así como cincuenta y un años antes ante la máquina de escribir el «Gabo» vibraba oscilante y trepidante en inspiración al componer su historial mágico de Macondo.
En un programa maravilloso documental llamado: «El Mundo de Gabo», el escritor mencionó que él se propuso sacar de la miseria a su familia al componer esa novela. Lo logró. «Cien Años de Soledad» fue un éxito desde su publicación en 1967.
La magia del «Gabo» se centra en esa capacidad narrativa. Cómo dice las cosas. Cómo las cuenta. En una capacidad riquísima de imágenes que te transportan. Ves los ámbitos. Vislumbras los personajes. Las atmósferas las palpas, las percibes con los cinco sentidos. García Márquez conoce el sentir y el pensar del hombre desde sus propias entrañas. Tiene un profundo conocimiento de la vida de los pueblos. Su imaginación es desbordada. Su lenguaje una vereda vasta de mundos. Por eso en el cataclismo del sismo no podía alejarme de sus letras. Yo no estaba en México, estaba en Macondo.
La urdimbre de esta novela no deja cabo sueltos. Todo es resuelto. Los cien años de Soledad de los Buendía es narrado con absoluta precisión. Cada personaje es una historia en sí misma. Muchos de ellos se vuelven íconos de nuestro imaginario. «Jose Arcadio», iniciador y fundador de Macondo, «Ursula», en su practicismo y dulzura fantástica, «El Coronel Aureliano Buendía», y sus treinta y dos levantamientos armados que ninguno gana, sin embargo es un triunfador de la vida para el lector. Cualquiera quisiéramos ser por un momento un coronel Aureliano Buendía y sus pescaditos en construcción. Quién es capaz de imaginar la belleza de, «Remedios, la Bella», o los celos de Amaranta a Rebeca, o la gracia de Pietro Crespi ?
Qué decir de los festines enloquecidos de Aureliano Segundo, del encono callado y dolorido de Fernanda y Petra Cotes, en amores discordantes por el buen Aureliano. La pasión de Aureliano José por su tía Amaranta. En fin el imaginario de vida y personajes es variado y maravilloso.
Hoy que México vive este dolor sería lindo romperlo leyendo esta concepción literaria nacida en la Ciudad de México. Una sanación será leerles a los deudos, y sobrevivientes, estos «Cien Años de Soledad» que hace creer en la vida. Porque la novela de la existencia sigue corriendo. Así como una página de este libro que despliega mariposas amarillas, simple y llanamente porque «Gabo» la ha escrito.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de este más vivo que nunca México Tenochtitlan.
Nota: Este escrito fue construído durante aquellos días tristes de devastación en la Ciudad de México, por aquel infausto cataclismo de Septiembre 19 de 2017.
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