Hoy de mañana quisiera relatar las imágenes nítidas, y las palabras que me comunicó Jaime Sabines. Así sin falsas pretensiones. Soñar de noche con un poeta es grandioso. Es un regalo. Y más como el sueño se revistió. Don Jaime era maestro de una escuela de animalitos, ahí les leía cuentos, poesía. Sobra decir que los animales lo amaban. Yo era su adjunto. Una mañana en el pasillo de aquella extraña escuela, don Jaime me habló. Había preocupación en su rostro, sus ojos verdes, verdes bajo sus espejuelos delataban tristeza. Traía un traje café oscuro y una corbata roja de estampados pequeños. Me dijo, tomándome el hombro con cariño:
«Hay un mal bicho y es maligno, te vas a tener que quedar al cargo, yo ya no puedo». Nos veíamos y en el sueño teníamos ganas de llorar, la sensación emocional era innegable, yo veía los ojos llorosos de Don Jaime. Sentíamos que los animales amigos podían morir. La amenaza de peligro era inminente. Desperté, no sobresaltado, pero al abrir los ojos y al darme cuenta que era un sueño me sentí contento. No siempre se sueña con el mayor poeta Sabines, y mucho menos que te hable y llores con él. Todo tiene una razón. Ayer en la televisión cultural del canal 22 lo escuché decir un poema maravilloso que decía: «Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Ya ves ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?». El público rabiaba en aplauso y él emitía una iluminada sonrisa de encanto y humildad. Yo estaba sobresaltado interiormente ante la belleza de lo escuchado. ¿Quién podría amarte menos que yo, amor mío? Que belleza de opuesto. Ya que antes el poeta decía que durante el día se daba cuenta que a veces odiaba a su amor, después en la tarde cuando los sentidos están despiertos y en orden aquilataba la enorme paz y cariño de estar con su compañera.
Y en la noche, ya acostados, sentía que al percibir el contacto de su piel en su piel, de sus pies en su pies, palpitaba, y podía recapacitar que estaba con la compañera perfecta. Cosas de poetas, sólo ellos saben abrir en palabras y ritmos los secretos de la vida, de los pequeños y grandes instantes del segundero. Yo los oigo y los leo y me pregunto cosas que me dicen; porque toda la buena poesía es una voz de Dios que te clama las grandezas. Que te dice lo pequeño e inmensos que somos. Que te hace enamorarte en silencio, así como los enamorados de Sabines, esos amorosos que callan, esos que tejen el silencio más fino, esos que se van llorando, llorando la hermosa vida. Sí, anoche soñé con Jaime Sabines y saben ¿qué? Creo que este día estoy ya bendito de poesía. Al menos eso quisiera para el resto de mis días. Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Comments