Voy a ser exagerado y decirte que viviríamos en cuevas, comiendo carroña en medio de un desierto interminable y sin posibilidad de procrear por la destrucción de nuestro ADN por los rayos ultravioletas. Pero por suerte, este escenario de ciencia ficción fue evitado gracias al trabajo de nuestro héroe con el gran Sherwood Rowland, investigación que demostró de manera fehaciente que los clorofluorocarbonos, como buenos bastardos de halógenos, destrozaban a cuatro manos nuestra bendita capa de ozono. En los 80 temíamos este triste final. Hoy…. parece que hemos abortado la amenaza.
Con ADMIRACIÓN despido al gran científico MARIO MOLINA, Premio Nóbel de Química orgullosamente educado en la UNAM Universidad Nacional Autónoma de México.
Mario José Molina-Pasquel Henríquez nos deja sin que las soberbias autoridades nacionales de ayer y hoy, tan ignorantes en ciencias de secundaria, hayan pelado sus sensatas recomendaciones. Pero parte al más allá con el orgullo de haber salvado la atmósfera terráquea. La próxima vez que tomes merecido Sol en la playa o la azotea, recuerda que puedes estirarte como elefante marino gracias a este visionario, que nos salvó de tener que refugiarnos en húmedas grutas como indignos tlaconetes.
¡MUCHAS GRACIAS POR SALVAR AL MUNDO!
Atentamente, Salvador Quiauhtlazollin
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