«El mundo tiene muchas capas, todas habitadas por gente, animales, espíritus. El chamán por sí solo actúa como mediador entre estos reinos. El yagé le permite hacer esto. Lo lleva allí. Lo viste con la ropa del jaguar y, una vez en vuelo, él y el jaguar se vuelven uno».
“Amazonía perdida” es un libro del antropólogo y etnobotánico Wade Davis. Recopila las fotografías originales de la odisea de su maestro Richard Evans Schultes y presenta información adicional a la ya vista en su libro “El Río”. Schultes, considerado el “padre de la etnobotánica”, partió en un viaje hacia el Amazonas por un semestre y desapareció por doce años, regresando con descubrimientos sobre nuevas especies, trazados sobre ríos desconocidos, conocimientos acerca de decenas de grupos indígenas con los que convivió y descripciones por primera vez de usos medicinales de más de dos mil plantas.
«Pero Schultes advirtió que para los cofanes, el yagé es mucho más que un instrumento chamánico; es la fuente misma de la sabiduría, el máximo medio de conocimiento de toda la sociedad. Beber yagé es aprender. Es el vehículo por medio del cual cada persona adquiere poder y experiencia directa de lo divino. Los maestros son las gentes del yagé, los seres elegantes del reino espiritual, morada de los abuelos chamanes. Expresándose solo por medio de canciones, las gentes del yagé les inspiran a todos y cada uno de los cofanes una imagen, una canción y una visión que se convierten en la inspiración de los diseños que se pintan en la piel. Ningún cofán comparte el mismo motivo o la misma canción. Hay tantas melodías sagradas como personas, y al morir una persona su canción desaparece».
Alejandro Aguerre, uruguayo.
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