Yo, Heladio Ríos Ortega comento: Recordaba este pasaje de la gran novela de Rebatet. Me pasma la lucidez del personaje, quien con un espíritu anti-romántico, deja atrás el mal de amor no correspondido y emprende EL VIAJE para ser otro. Aquí, florece la pasión e invade la confusión: como entre Natasha Rostova y Andrei Bolkonski en Guerra y Paz de Tolstoy, sí, a ese nivel se maneja este autor. Debe de existir la predestinación-uno se prepara para la persona que llegará y será amada-, pero nuestra microhistoria, puede desbarrancarse por el lado malo de la asinchronicity y el bad timing. Entonces proliferan malentendidos, verdades fatales, la prisión y la confusión que anidan siempre en las redes del lenguaje. Las relaciones se tejen con ilusiones-como la alborada-y se deshilachan al golpe de la lluvia sin cuartel Lucien Rebatet era ya un posmoderno:
Un diálogo de la novela: «Régis– Dice Anne-Marie que de súbito dejaste de buscarla, que la evades y no respondes a sus llamados, pero…¡querido amigo amigo, mírate! te ves muy mal has estado llorando y no has dormido. Francois–Es verdad, pero, aquí termina todo: me voy, ella no me quiere, mejor dicho, no quiero su forma de quererme, no tiene fuego ni pasión en los ojos, sus besos son de una pureza insípida. Régis–Pero me hablabas horas y horas de ella, la colmaste de regalos, de poemas, de libros y los paseos…estabas frenético por besarla…te hacías escenarios de estar a su lado, amándola. ¿Es verdad que te vas a ir de la ciudad te vas a unir a los disidentes, a la Resistencia y pasas a la clandestinidad ? ¡eso es muy peligroso! Dime: ¿estás despechado, te suicidas con tu lejanía de ella, acaso buscas que te maten, para así destruirla sentimentalmente? Francois–No: sencillamente, no me ama, no se incendia conmigo, cuando me ve no le brillan los ojos. Su mirada fraterna y dulce me enferma. No me suicido, no me voy sólo a causa de ella. Marcho a ser otro, a reinventarme, me estoy otorgando el privilegio sagrado y bendito de reconocer que no me ama; no me quedaré a sufrir y a forzarla a que me ame. Eso es imposible. Las estrellas y mi sino, me otorgan la dicha, la fortuna de reconocer que no me ama: debo ser fiel a su dictado. Yo, seré otro.
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