“El sufragio universal apunta a resanar las fisuras que tienden de manera permanente a producirse en esa realidad. Cada cabeza es un voto y solo un voto. Por tanto, a la hora de decidir sobre los asuntos de la vida en común, el dueño de Teléfonos de México (Telmex), Carlos Slim, solo deposita un voto y con ello el grado de decisión proporcional correspondiente, igual que acontece con el voto que deposita el portero de aquella empresa.
Al final, uno y otro solo dispusieron de un átomo de poder en la decisión general. El recuento final mostrará la correspondencia entre votos y ciudadanos participantes.
Y para disipar dudas se pueden poner urnas transparentes en donde vía medios electrónicos todos pueden ser testigos que Carlos Slim solo introduce una papeleta en la urna, igual que cualquier otro ciudadano. (…)
Destacar lo anterior permite poner de manifiesto que todo Estado de derecho expresa el poder de clases que subyace en –y que establece– un orden social, previo a cualquier elección. Por tanto, tiene sentido que el dueño de Telmex y el portero de dicha empresa depositen cada uno solo un voto.
En los hechos, Carlos Slim y todos sus iguales ya han votado (o más claro, decidido) de manera previa, estableciendo las fronteras de lo legal y lo ilegal, de lo posible y lo imposible, del juego, del campo de juego y de sus reglas. Y son esas decisiones previas, en tanto poder constituido, las que organizan el curso de la vida en común y, por supuesto, también las elecciones.
Por ello, de manera tendencial, quienes expresan ese poder siempre ganan en las elecciones, cualquiera sea el resultado. Y el voto de los porteros y sus iguales contará como la cuenta de los que no-cuentan al decir de Rancière. Por eso, cualquiera sea el resultado, la tendencia es que siempre pierdan.”
De: Jaime Osorio, “Estado, reproducción del Capital y lucha de clases”, UNAM e Instituto de Investigaciones Económicas, México, 2014, pp. 39 y 40.
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