Entrevistas y Colaboradores

La Cuarta Compañía, una extraordinaria película mexicana

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Hay películas que uno siente un orgullo, una emoción de pertenecer a ellas. Siendo la participación grande o pequeña; es lo de menos. Donde hay tanta pasión, perseverancia, talento y deseos de comunicar una realidad de nuestro país, uno siente ser un átomo de generosidad genuino para una labor magnánima. La Cuarta Compañía significa el denodado esfuerzo con resultados artísticos y humanos notables. Que emoción viví ayer noche al verla en su premiere, enmarcado por la Diana, esa que cazaba en Reforma la atención de un público que aplaudió, en su atención retenida, por más de dos horas la magistral realización de los directores Mitzi Vannesa Arreola y de Amir Galván.

El equipo creativo que los rodea es de una soberbia labor. Película ganadora de diez Arieles en 2017, entre ellos: mejor película, mejor actor protagónico, mejor actor de reparto, mejor edición, mejor maquillaje, mejores efectos visuales, mejores efectos especiales, mejor diseño de arte, mejor sonido, mejor edición. Ganadora en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara en 2017. Mencionar lo anterior es importante. Es destacar la arquitectura constructiva de una película sustentada en un gran guión de Vanesa Arreola y Amir Galván. Cuando lo leí en el año 2010, fecha de inicio del rodaje, me dije: Si estas personas logran plasmar lo que cuentan en letras e imágenes será una gran película. Una cinta de época, 1979, en el penal de Santa Martha Acatitla. Lugar de los hechos donde existe un equipo de football americano de presos, respaldado por el entonces sexenal jefe de la policía en México: Arturo «El Negro» Durazo. Una particularidad guarda este grupo: Entrenar football, mantener el orden a rajatabla del penal, en colusión arbitraria con las autoridades, y en la noche robar coches de lujo, algunos días robar bancos. Todo para satisfacer a uno de los más corruptos jefes de policía que ha tenido este país. En este negocio hay muchos beneficiados.

Tiempos oscuros del presidencialismo, de José López Portillo, administrador del llamado sexenio de la abundancia. La cárcel es vista en gran medida por un joven reo que poco a poco va perdiendo la inocencia. Llega del penal para menores a la «grande». Su ilusión: ser parte del equipo de football americano llamado «Los Perros de Santa Martha». Sus instintos se irán afilando para poder sobrevivir. «La Cuarta Compañía», es un lienzo de sobrevivencia humana. Es un microcosmos del México de finales de los setentas y principios de los ochentas, que refleja nuestra realidad de país presente. Un México donde la sobrevivencia es un madero a aferrarse en un mar devorante.

Las ilusiones y lo sueños se ven carcomidos por tanta desigualdad, abuso de poder, corrupción y engaño. «La Cuarta Compañía», en su mirada al infierno carcelario marca ecos de la realidad de un país que vive en una supuesta libertad fuera del penal. Al final, todos de alguna forma vivimos tras las rejas de la desigualdad, de la impunidad y del sinsentido de país, del engaño, de la miseria de más de la mitad de su población. Ahí radica la grandeza subtextual de «La Cuarta Compañía». Una película que ya es parte sustancial de la historia fílmica de México. Sus autores, (Vannesa y Amir), investigaron los hechos, reales, por más de diez años. Leyendo, haciendo entrevistas, levantando fotos. En ese lapso fueron construyendo el guión. Conseguir dinero para filmar, una labor titánica admirable. Cinematográficamente la realización es impecable. Gran narrativa: sustentada en un gran guión. Hay un qué decir y cómo quiero contar. La edición, la fotografía, el sonido, los efectos visuales y especiales, vestuario, maquillaje, las actuaciones, son artífices de gran solvencia. Vannesa y Amir ordenaron perfectamente su material y ahí recayó su virtuosismo esmerado de dirección. La fotografía de Miguel López es de un preciosismo que constrasta con el averno situacional del penal.

Esto es una característica de la cinta: el horror es matizado en la belleza del arte fotográfico de Miguel. Pensé en «El Apando» de Felipe Cazals, película setentera, que en un naturalismo exacerbado creaba el horror en el estómago del espectador. En la Cuarta Compañía, el preciosismo estético está revestido de detalle y contenido. El espectador no siente una repulsa a lo visto. Analiza. Vive y experimenta una poética catarsis. El horror vive el sueño de hombres en el encierro: Una rola de Javier Solís en la ilusión de sombras de «Palafox», extraordinario actor Hernán Mendoza. La mirada de ilusión de niño en jeseys y hombreras que corren por campo de Football, «Zambrano» siendo el héroe del partido. Su sueño roto por policías que lo acorralan por la cancha. Adrián Ladrón de Guevara, actor intérprete de Zambrano, crea una sinfonía de grandes tonos y matices humanos. El muchacho desgrana una granada multicolor de arcoíris humano. Gran trabajo de actor. La película cuenta con grandes actuaciones.

Histriones que se la jugaron a una idea, a un sueño, a un relato de vida que contar. Todo el reparto está sensacional. Gran casting de Alejandro Caballero. El actor Joaquín Cosío me decía anoche: «Que orgullo Raúl pertenecer a un proyecto así, una película de éstas se ve muy de vez en cuando en México». Y sí, hoy en la mañana tocando estas teclas que aparecen letras me dan ganas de decir que estoy muy contento por pertenecer a un sueño de vida. A una película que le pido a Dios la cuide para que mucha gente la vea, la viva y reflexione. «La Cuarta Compañía», espero inspire a muchos cineastas mexicanos para que nuestro cine vuelva a tomar buen rumbo en contenido. Que sea ese cine que mostraba realidades. Un cine útil en tiempos de ausencias reflexivas sensibles. Un cine, y hablo en la utopía del derecho hipotético, que lleve gente a las salas.

Cierro la página y veo aún la imagen última de Zambrano en una azotea, ya estando libre, la Ciudad de México lo enmarca, la cámara lo rodea, su mirada está en confusión, en ausencia, ¿a dónde va ese joven? ¿Qué camino de esperanza le aguarda? Doy gracias a la vida porque aún guardo la libertad de crear en mi el sueño de una senda que quiere tener luz bajo el amparo de la sensibilidad y la comunicación para con los demás. ¡Gracias Cuarta Compañía, por ser, gracias por dar vida a nuestro cine! Felicidades eternas a todo el equipo de trabajo. Y al público, un favor, denle vida a esta película asistiendo, no se arrepentirán. Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan. Nota: Un acierto más: La película no cuenta con extras, los reos, son presos reales del penal de Santa Martha Acatitla. Su labor le da un gran verismo a la cinta. Su trabajo es de un naturalismo contundente. Felicidades fraternas a todos ellos.

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