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Soy el lector –le dijo- un cazador igual a usted pero manco sometido a vislumbrar en la distancia la presa que otro ha capturado. Soy un ángel con las alas para adentro. Soy el lector –le dijo- ¿Acaso piensa que lo envidio porque pudo o supo atrapar su pieza y meterla en la jaula de una hoja? ¿La hoja es una jaula? ¿Y quién está cautivo allí? ¿Usted? ¿Ella? ¿O quien esto pregunta? ¿Todos estamos encerrados en la jaula de la hoja? ¿Y el de la hoja, acaso, no es un encierro que libera? ¿Y no es verdad que ella entra y sale de las jaulas cuando quiere igual que aquel pez que confunde al vidrio con las manos de la lluvia y lo atraviesa? ¿Y qué hace ella cuando en el rostro del cazador, de un estampido, se dibuja el asombro? ¿Escapa o se deja atrapar mansamente aparentando su derrota para luego devorarlo? ¿Ella siente hambre? –le dijo- ¿Y de qué se alimenta? ¿De luces y sombras? ¿De los mareos del alcohol? ¿De la fiebre? ¿O del insoportable deseo de quien busca atraparla? ¡Responda Lautreamont! Y enloquecido se zambulló en el espejo de la noche buscando en las ramas más altas, en la difusa luz de las estrellas más lejanas o en el corazón mismo de los hombres dónde pero dónde anida el extraño animal del que aquí hablamos. Hugo Toscadaray – Caballo con una oreja azul – 2012.
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