Qué razón tenía la dramaturga Lillian Hellman cuando escribió en 1930 acerca del naciente individualismo norteamericano que se simbolizaría en lo que hoy llamamos capitalismo salvaje o eufemísticamente nombrado como neoliberalismo. El teatro cuando está bien escrito, bien pensado, es un reflejo contundente de lo que llamamos la vida. El devenir del hombre en sus manifestaciones, en sus decisiones. La obra de teatro «Los Pequeños Zorros» de la brillante escritora norteamericana Lillian Hellman, es el anticipo de una sociedad entregada al dinero, al racismo cruel, al individualismo y a la depredación. El más débil sucumbirá inevitablemente. «Hay que luchar por uno mismo» dice soberbio y convencido, «Oscar Hubbard», uno de los personajes de esa obra situada en 1900. Tuve el gusto de representar recientemente esta manifestación teatral dirigida por Luis De Tavira.
La obra fue un llamado de alerta a lo que finalmente aconteció en las elecciones norteamericanas suscitadas el día de ayer. Una sociedad que dio el triunfo a la sinrazón, a la intolerancia, a la protección ultranza del poder y el capital. Fuera máscaras. No hay más Dios que el dinero. La vigencia de esa obra teatral es contundente. Es el nacimiento de una sociedad, que no veía más fortaleza que la acumulación de riqueza, pasando por quien hubiera que pasar. Ser en base al dinero, a lo material. Justificar lo anterior en valores éticos que no son practicados. Una doble moral hipócrita. Lillian Hellman fue considerada peligrosa por el gobierno norteamericano de su tiempo. Sometida a interrogatorios terribles en la era del senador McCarthy. Bloqueada de su trabajo de guionista y dramaturga por ser considerada comunista.
Fundamental para el desarrollo dramatúrgico de O´Neil, Albee, y Tennessee Williams. Fue piedra angular para el crítico realismo norteamericano teatral. Hoy al triunfo de la sinrazón acumulativa, de la intolerancia, de la supremacía blanca sobre las razas consideradas inferiores, del triunfo violento que hace temblar los destinos del mundo; hoy, habría que preguntarse qué tanto poseo yo de la ideología de Trump.
La elección hacia este individuo por el pueblo norteamericano no escapa del reflejo de lo que es el hombre contemporáneo en todas partes del mundo. Cierro esta reflexión con las palabras de apertura de la obra teatral «Pequeños Zorros» de Lillian Hellman:¡Que cacen a los zorros, los pequeños zorros que depredan las viñas, porque nuestra viña está en flor¡ (CITA: Cantar de los cantares, 2,15) Raúl Adalid Sainz, Ciudad de México Tenochtitlan. Nota: El escrito fue hecho en Noviembre del 2016; Justo al terminar el montaje de «Pequeños Zorros». Coincidió en el tiempo con el triunfo en elecciones del republicano magnate norteamericano. Hoy a un año del triunfo de la sinrazón humana simbolizada en Trump; uno se da cuenta de la grandeza que significa el teatro cuando esta bien hecho. Permite a una sociedad ver un espejo de confrontación del actuar y devenir del hombre. Permitiendo una reflexión que conlleve a una transformación social. Eso sería lo ideal. Por eso decidí hacer el marco comparativo de la obra con la realidad. Ochenta y siete años antes la grandeza de Lillian Hellman advertía del oscuro devenir de la sociedad norteamericana.
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