Quedó estigmatizado, proscrito desde hace 40 años por unas horas de placer que eligió vivir, desde el reino de su libertad, con una joven de 13 años aspirante a actriz. La verdad quedó siempre en misterio y aún ahora no la sabremos: ni por boca de Polanski ni por el testimonio en la reciente biografía de la «víctima»: Samantha Geimer.
Somos suspicaces, conspiradólogos empedernidos e incrédulos. A pesar de que Michel Foucault iluminó el caso con una tesis inquietante, ésta jamás permeó a la sociedad: una bella «ninfeta» puede ser la seductora de un adulto y fungir como la dominatrix, pues desde una perspectiva moral eso suena inadmisible, estúpido, monstruoso.
He aquí el testimonio libro de «The Girl» en cuestión. Eso sí; desde entonces el director Polanski historió su biografía y destino por una elección que como escribió Schopenhauer, bien a bien, «nunca sabemos por qué elegimos lo que elegimos moralmente», pero a veces debemos responder a la ley o «justicia», cuando nos interpela; tal es el caso. Juan Heladio Ríos Ortega.
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