Con ese estribillo iniciaba el tema musical de la primera cinta de Chanoc, el héroe costeño, intrépido y galán, que por más de 1100 números desde octubre de 1959, hizo soñar a generaciones con aventuras oceánicas y montaraces desde las páginas de su cómic. Ayer partió a los 92 años Ángel Mora, leyenda de la historieta nacional que le dio trazo al cachorro de Tsekub Baloýan, simpático vejete que poco a poco se fue apropiando de esas páginas cada vez más delirantes que lo mismo iban al fondo marino, a las latas montañas o al mismísimo infierno.
Chanoc fue la publicación donde primero conocimos al detalle la vida de tapires, orcas, tiburones, mantarrayas, jaguares y hasta osos polares, y después nos deleitemos con partidos de futbol imposibles en los que Pelé desafiaba a Borja. Y Mora, fidelísimo a su estilo de servilleta doblada, hizo grandes los argumentos de Ángel Martín de Lucenay, Pedro Zapiain y Conrado de la Torre, en los que puntuales hicieron su aparición todos los elementos típicos de la costa del Caribe mexicano, aderezados con vampiros, extraterrestres, agentes secretos, invasores de Bahía de Cochinos y el sabio Monsiváis, honor que el cronista consideró el más alto al que alguien podría aspirar: ser personaje de historieta. Hoy, en medio de duelo personal, despido al buen Ángel Mora, a quien conocí en Narvarte.
Recuerdo que una tintorera y King Kong el mono platanero me atraparon desde sus portadas, y así me volví fan de Chanoc, donde conviví en trastornados guiones con Alejandro Jodorowsky, Jesús Reyes Heroles, Ofelia Medina y Nacho Trelles, quienes compartieron aventuras con Pata Larga, Sobuca y Merecumbé. Y sé que, como los buenos marineros, el maestro Mora en estos momentos navega en el Maley rumbo a Cabo Pruneda, donde Tsekub y el cachorro, un hombre muy hombre, lo esperan para desafiar esos mares abundantes de mojarras, escualos, hazañas y agradecidos lectores. ¡Salud en El Perico Marinero con abundante cañabar! (Salvador Quiauhtlazollin).
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