Carlos Martínez Rentería me preguntó una vez: «Te falta hablar del amor, ¿lo recomiendas o no para vivir mejor?» Mi respuesta: «1. CARLITOS tú sabes que el amor es consustancial al ser de cada uno. Desde la adolescencia y hasta donde su fortuna te alcance el amor está presente. Pero envejecer te hace ponerlo en perspectiva y te das cuenta que se ha mitologizado y en su nombre, caben todas las definiciones. Pero, la convivencia desgasta los vínculos: los celos, la envidia, la competencia, juegan en su detrimento.
Dice Lacan que cuando hacemos el discurso de nuestros actos, habla un yo heroico y por lo tanto mentiroso. Carlos: el trinomio- y mira nomio se parece a momos=ley-amor-matrimonio-hijos, no me tocó jugarlo sólo uno de los tres términos: el amor, pero de eso no se puede hablar porque es un fantasma que se volatiza si lo toca el discurso- como cuando en el filme Roma-Fellini, ¿recuerdas? Están excavando abajo de Roma, muy profundo y descubren unos frescos del esplendor de la época romana y queda uno azorando de su belleza policromática…y de pronto, cuando entra el aire se desvanecen: ¡más de dos mil años se evaporan cuando los toca la mirada de los otros! Eso le pasa al amor: cuando hablas de él se difumina-y recuerda: no tengo hijos ni tendré. Es decir puedes tocar el amor narrándolo, transfigurándolo en literatura.
Es la única manera de perpetuarlo como una mentira acrisolada en un texto. La vejez y el amor son extraños entre sí. Recuerdo que en un filme los padres de Liv Ulman, se besan amorosamente-son personas octagenarias, con dentaduras a base de prótesis-, se besan y comienzan a sollozar y dicen algo que me marcó: «qué horrible es la vejez». Como ves del amor no puedo decir nada, so pena de banalizarlo y decir lugares comunes. Pero el amor romántico muere con los hijos: bueno eso dice el arte, y no la verdad amorosa de cada uno. Eso cada quien lo narra desde su yo heroico, yo prefiero abstenerme: me declaro incompetente y cauto. 2.
La vida la tienes que vivir «como es»,- Nietzsche lo llama «amor fatti» y traducido es: agarrar al toro por los cuernos. Pero si hay dolor de enfermedad, pierdes tu dignidad, o te suicidas o aceptas los analgésicos y la morfina. Bueno sólo para decirte que yo no soy arquitecto de mi propio destino, ni soy optimista. Pero tú tienes razón Heidegger, Nietzsche y Schopenhauer escriben que uno viene al mundo con una tonalidad afectiva una sensibilidad: la tuya es poderosa y optimista y la mía, de cobarde y derrotado. Pero ser un jodido no me estuvo mal: tiene su encanto para mí: creo que soy masoquista. 3. El amor existe, pero no para todos tiene el mismo valor. Como ves se vuelve un asunto axiológico, ontológico.
Y para mí está sobrevalorado y repito: para mí, sólo para mí. 4. Entre paréntesis: los axiomas son creación también. Einstein: «la energía es la masa por la velocidad de la luz al cuadrado». Y creó la bomba atómica. Así que los axiomas de la ciencia y la filosofía también son creación. Pero no es asunto de fatalismo: el fin de la existencia, es inexorable, intransferible, y las enfermedades también. Mira: esto me funciona como el oráculo a los griegos. Sé lo anterior y para retardar eso y para que no acaezca practico eso que escribí. Me hago estudios clínicos, prevengo los achaques.
Sólo cuido mi ser. En Occidente no se piensa en estos problemas, pero a mí, meditarlos escribir de ellos-recién ahora estoy escribiendo de Eutanasia-me apasiona, me llena de vida…sólo sé que soy finito, mortal. Y en síntesis como escribió Montaigne de la muerte: Que philosopher c´est apprende á mourir: si vous ne l’avais pas me maudire sans cesse» se refiere a la muerte. Y mira: ser fatalista no está mal para mí: lo disfruto y no interfiere con el amor. Van en carriles separados. ¡Que no pasa nada hombre, no me tengas lástima!».
Juan Heladio Ríos Ortega, Ciudad de México.
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