“Ahora vamos a presentar a un líder que viene desde una pequeña isla, representante de una pequeña isla, de un pueblo que nos liberó, que luchó por nosotros… el pueblo de Cuba”, dijo el presidente del Congreso Nacional Africano (ANC), durante el funeral de Nelson Mandela, para darle la palabra a Raúl Castro, uno de los seis líderes políticos que hablarían en la ceremonia. Esa pequeña isla había jugado un papel de potencia militar en Angola, gracias al genio de Fidel Castro quien se consagró como gran estratega militar.
El líder revolucionario preparó su ejército propio para tomar el poder en Cuba, y al triunfo de la Revolución, en un periodo de nueve meses, ya tenía unas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) muy bien estructuradas como un verdadero ejército y había convertido a sus bisoños miembros en servidores especializados del poder. Hacia finales de los setenta, el ejército cubano estaba equipado y entrenado al máximo, lo cual se puso a prueba cuando los angolanos pidieron ayuda para responder a la agresión sudafricana. La Revolución de los Claveles en Portugal, en abril de 1974, dio lugar a la independencia de sus colonias, entre ellas Angola, que hasta el 10 de noviembre de 1975 sería formalmente territorio de Portugal. Pero ya a esas alturas, la mitad de Angola estaba en manos del enemigo.
En octubre de ese año, habían entrado por el sur unidades motorizadas del ejército de la República de Sudáfrica, y por el norte, unidades militares de la República del Zaire (Actualmente, República Democrática del Congo), mientras que el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), encabezado por Agostinho Neto, a quien Portugal le estaba traspasando el poder, también estaba librando una guerra civil contra la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), que le estaban disputando el poder y que eran ejércitos armados, financiados y asesorados por EEUU. Todo indicaba que Angola difícilmente alcanzaría su independencia. Pero el 5 de noviembre de 1975 sería una fecha clave, histórica y decisiva para el sur de África.
Ese día, el periodista Ryszard Kapuscinski, en misión en Angola, fue al aeropuerto de Luanda a ver partir el último contingente de la colonia portuguesa, tras cinco siglos de ocupación. Llovía a cántaros, según narró el periodista polaco en su libro “Un día más con vida”. Él consideraba que ya todo estaba perdido para Angola porque era cuestión de días, si no es que de horas, para que los sudafricanos entraran a Luanda, la capital. Pero entonces Kapuscinski divisó a lo lejos en el cielo dos focos. Al poco tiempo vio posarse en medio de la lluvia un avión: era el Britannia, un reactor de las líneas aéreas cubanas. “Luego aparecieron otros focos más en lo alto, y otros más…” De los aviones descendieron soldados cubanos llevando armas y pertrechos, se formaron en doble fila y luego abordaron unos camiones que los condujeron de inmediato al frente de batalla.
Durante casi 16 años, 377 mil 033 cubanos prestaron sus servicios en Angola y 2 mil 077 no sobrevivieron para ver la victoria y regresar a casa. Desde el Estado Mayor de las FAR en La Habana, Fidel Castro dirigió la guerra en Angola en sus momentos decisivos. El capítulo de esa guerra en Cuito Cuanavale, bajo su mando, se ha dicho que es digno de aparecer en una antología de alta estrategia, y se produjo cuando una agrupación de las FAPLA estaba a punto de ser aniquilada, el enemigo tenía todas las ventajas, pero Fidel planeó el refuerzo y consiguió salvar la situación. Fue considerada una proeza logística asombrosa que significó la derrota del ejército sudafricano, fue la batalla más grande en la historia del África negra y que tuvo consecuencias que decidieron la guerra a favor del lado cubano-angolano. Intervinieron cazas MiG-23ML y MiG-23UB que las FAR habían recibido de Rusia hasta una cifra de 50 aparatos, pero en Cuito Cuanavale el grueso de sus misiones fue de ataques por tierra, aunque los MiG-23 jugaron un papel decisivo en la estrategia ideada por Fidel Castro.
Como se comprobaría después, Castro no consultó a Moscú para intervenir en Angola a pedido de Agostinho Neto, sino que él envió a sus tropas por considerar que luchar contra el Apartheid era “la más bella causa”. Henry Kissinger dijo después que Fidel “era probablemente el más genuino líder revolucionario entonces en el poder”. “Cuito Cuanavale fue el punto de inflexión para la liberación de nuestro continente –y de mi pueblo- del flagelo del Apartheid”, diría Nelson Mandela. La presencia militar cubana en Angola significó, a la postre, la derrota del ejército sudafricano, de las tropas de Zaire y de las tropas locales apoyadas por EEUU, propició la independencia de Namibia y el derrumbe del apartheid en Sudáfrica, y aseguró la independencia de Angola. Todo ello recayó sobre los hombros de Fidel Castro y su genio como estratega militar. Gloria Analco. gloriaanalco@gmail.com Referencia: SemMéxico. Cd de México, 9 de diciembre 2016.
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