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La condición esencial de la democracia, como sistema de vida, radica en la libre expresión del pensamiento. Es lo que distingue y separa del totalitarismo, a la par de fomentar el sistema democrático.
El hombre es un ser libre. La libertad es una función vital impostergable. Esta disposición humana de votar, escoger, de decidir confiere al ser humano su máxima jerarquía en medio de la naturaleza.
El libre albedrío radica en la personalidad tanto del individuo como de los pueblos. Lo otro, es esclavitud, sumisión, anulación de las garantías y los derechos constitucionales.
Porque la democracia se sustenta en la filosofía de la dignidad humana y su ética arranca del privilegio de militar en uno o en otro bando, para que así, respetando el juego de las voluntades soberanas, se decida el destino de los pueblos mediante el consenso de las mayorías; esto es, despertando, al máximo la conducta de las minorías y tomando en cuenta, a la atención, el pensamiento tanto como la conducta del individuo aún en el caso de que sea francamente un disidente.
El contenido de las críticas positivas y constructivas beneficia a los gobernantes, puesto que, saltando por encima del circo de las adulaciones palaciegas, descubre los puntos débiles y marca los defectos del mismo gobernante, que son susceptibles de corregirse y de mejorar, así no sólo se abre la confianza sino la aceptación popular. La Tolerancia.
Lord Macaulay en uno de sus brillantes ensayos, refiere que en cierta ocasión y durante un paseo, descubrió Federico, El Grande a un coro de vecinos leyendo una publicación pegada a un muro de la calle. “El Grande” inmediatamente ordenó a su súbdito que se detuviera y entonces Federico bajó y leyó, con interés el pasquín en su contra. Antes de retornar a su carruaje, dio órdenes para que lo bajaran a la altura de los ojos de quienes pretendían de enterarse de él por medio de ese medio. Esto es lo que llamaríamos una disposición sensata, y tolerante.
Y por otro lado ¿Quién no le leyó aquél cuento de “Las mil y una noches”, donde cuenta el autor anónimo que el Supremo Rey solía disfrazarse con ropas del pueblo para mezclarse entre el populacho a fin de escuchar de viva voz la valoración justa de su mandato?
La radio, los medios electrónicos, el periodismo, el teatro, el cine, etc. son los elementos que conforman la opinión pública. Son medios de tolerancia.
Y no hay que olvidarlo, la opinión pública representa una decisiva fuerza de presión social, un positivo centro de poder político. Aparte de que la opinión pública es la suma de los pensamientos y sobre todo de las creencias de los miles y miles de ciudadanos anónimos pero no por ello por su anonimia, menos reales.
La crítica periodística es el espejo de los actos de gobierno; el termómetro del acierto y del error. Y es que elementalmente, por principio, por imperativo categórico del espíritu, el político profesional, es decir, el servidor del pueblo, no puede vivir de espaldas a los ciudadanos que representa.
No puede encerrarse en la torre del poder y andar poniendo trampas a las a los disidentes para suspender sus labores ataques a la majestad de su mandato; antes, tiene que ganarse la aprobación de los integrantes y su aceptación.
José Muñoz Cota, “Impacto”, México, 24 de junio de 1983.
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