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CDMX.- Para probar lo mejor, no solo de la New Orleans, sino de Luisiana, unos huevos benedictinos para desayunar, en cualquiera de sus múltiples variedades, una por día puede ser. A mitad del día, y luego de una buena caminata, una ración de alligator, empanizado, con unas gotas de limón (solo unas gotas) y una cerveza, la Abita, por ejemplo. De comer, sin duda la comida cajún, así llamada a la fusión gastronómica de la cultura francesa, y me atrevería a decir que también de la española, que habitaron esta región, con las aportaciones por supuesto de la cocina criolla. El resultado, platillos a base de pescado, arroz, cereal, frijol, que dejan siempre el suave picor del chile y condimentos como el apio, el ajo, la cebolla… Este tipo de comida la encuentran incluso en hamburguesas.
Otra variante es la denominada “cocina creole”; un poco más pretenciosa, que mezcla lo mejor de la cocina clásica europea con los elementos locales. El roux, por ejemplo, esa técnica a base de harina y grasa que une salsas como el bechamel, la salsa española, la velouté y otras. El uso de la mantequilla, el arroz, las hierbas, especias, pimientos… de los esclavos africanos toma la akara (un aperitivo frito) y el ñame (un tubérculo). De los italianos el tomate y el ajo, de los alemanes los embutidos, la mostaza y la pimienta negra, y así podríamos seguir con los indios…
Por la tarde un rico beignet del Café du Monde (bizcocho con azúcar glass), para llevar a otro lado que no sea la cafetería, donde el café no es bueno y está siempre lleno de gente. Para eso una de las acogedoras terrazas que hay alrededor.
Para la cena, hay que vivir la “Oyster grilling experience”. Son unas ostras a la parrilla con queso parmesano y algunos otros secretos, acompañadas de un pan con aceite unas gotas de limón (solo unas gotas eh), y una buena cerveza local; puede ser la Nola (acrónimo de New Orleans Luisiana). Una docena de ostras son suficiente. / Carlos Lara, analista de comunicación y cultura.
(Fuente: Imagen del autor).
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