“La mujer ha estado demasiado tiempo y demasiado profundamente dormida, sin considerar sus deberes para consigo misma y para con la sociedad y el país; debe realizarse que es el mínimo deber de todo ser racional.” Clara Campoamor.
Mujer entre dos siglos, nacida en las décadas finales del siglo XIX, que le tocó vivir la explosión de modernidad que trajeron los años veinte y treinta del siglo pasado; la apertura de la universidad a las mujeres españolas de 1910, la posibilidad de acceder al mercado laboral, la presencia de la cultura y el fuerte debate feminista.
Una madrileña tenaz, de expresión amable pero determinada. Con los medios más humildes y menos esperanzadores logró alcanzar su sueño: “La ciudadanía a las mujeres españolas, su derecho al voto y su dignificación como la mitad del género humano”.
Ella fue Clara Campoamor Rodríguez, una destacada abogada, que logró ser la primera diputada y Congresista Constituyente (1931), escritora y profesora española, luchó decididamente por el reconocimiento de los derechos de la mujer, firme impulsora del sufragio femenino en España, logrando con su intervención que las mujeres pudieran votar por primera vez en el año de 1933.
En los anales de la historia de España se le considerada con un ejemplo de mujer estadista del siglo XX, al establecer dentro de sus ideales que: “un Estado pleno y democrático para España, solo podía ser si se incluía tanto a hombres como a mujeres”.
Su enorme interés y visión global sobre los principales asuntos del Estado, además de su gran conocimiento de leyes y, sobre todo, de la Constitución de 1931, fue, sin duda, el hecho fundamental en que el sistema político reconocía la igualdad política entre hombres y mujeres.
Al hacer uso de la tribuna, en una de sus célebres intervenciones en el Congreso, Campoamor expresaba:
“Yo me siento ciudadana antes que mujer, y considero que sería un gran error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros, no cometáis un error histórico que no tendréis bastante tiempo para llorar, perdonarme si los molesté”.
La sufragista española, Clara Campoamor Rodríguez, fue la principal responsable del sufragio universal en España, del voto de las mujeres y, sobre todo, de su dignificación como la otra mitad del género humano.
Cabe aquí hacer mención que “la defensora del voto femenino” nació el 12 de febrero de 1888, en la ciudad de Madrid, siendo la mujer a la que se le debe la aprobación del voto femenino en España. Clara Campoamor Rodríguez fue hija de un contable, Manuel Campoamor y de la costurera María Pilar Rodríguez; además de tener dos hermanos. Su padre falleció en 1898 cuando ella tenía solo diez años y tras su muerte tuvo que abandonar la escuela para trabajar y contribuir al sustento familiar.
Ya como apoyo para su familia, la joven Clara trabajó, primeramente, como costurera bajo la tutela de su madre; después se incorporó a un comercio como dependienta. En el año de 1909, y con 21 años de edad, consiguió trabajo como auxiliar de la oficina de Telégrafos del Ministerio de Gobernación, en el cual es la destinada a laborar en la ciudad de Zaragoza, y al poco tiempo en 1911 la envían a San Sebastián.
En 1914 consigue una plaza por oposición en el Ministerio de Instrucción Pública como profesora de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas de Adultas en Madrid. Más tarde, simultáneamente, con su trabajo de maestra se desempeñó como secretaria del director del periódico “La Tribuna”, donde empieza a interesarse en los asuntos políticos.
Con su gran deseo de ser abogada, Clara Campoamor contando ya con 33 años inicia sus estudios de bachillerato, para posteriormente matricularse e ingresar en la Universidad Complutense de Madrid donde estudia Derecho. Se gradúa como abogada en 1924, cuando ya tenía 36 años. Al año siguiente logra incorporarse al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid e Ingresa a la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. En 1925 abre su propio despacho en la plaza de Santa Ana. Un año después logra ser la primera mujer en defender un caso ante el Tribunal Supremo. En 1926 rechaza honores y cargos que le ofrece el dictador Primo de Rivera. En 1928 participa en la Federación Internacional de Mujeres Juristas, así como también Preside la Juventud Universitaria Femenina Española.
Clara Campoamor se interesa en la política.
Siendo una republicana convencida en 1929 se integra a la organización de la Agrupación Acción Republicana, la que abandona al no estar de acuerdo en la existente dictadura de Miguel Primo de Rivera. Campo Amor, fue una gran conferencista, brillando por sus excelentes discursos en pro de la República. Regresa a San Sebastián en 1930 para defender a los procesados por la Sublevación de Jaca.
En 1931 y tras la proclamación de la II República, celebrada el 14 de abril, el sufragio en España era censitario y en ese contexto, Campoamor fue elegida Diputada por Madrid del Partido Radical. Durante este período formó parte del consejo que elaboró la Constitución de la nueva república. Y fue ahí, precisamente, como constituyente, que no descansó hasta alcanzar el reconocimiento del sufragio universal para todas las mujeres españolas; pues no todos los diputados estaban de acuerdo con ella, incluyendo a su colega la Diputada Victoria Kent, por lo que el debate en la Corte fue intenso.
En dichos debates realizados en el Congreso se argumentó que las mujeres aún no estaban preparadas para votar, aunque merecieran ese derecho. Aseguraron que estaban muy influenciadas por la Iglesia y que votarían por la derecha.
Sobre este importante aspecto, Clara Campoamor hace una enérgica defensa del voto de las mujeres basada en el principio de igualdad; señalaba que solo teniendo los derechos políticos se sabría usar la libertad y que al igual que el hombre los debía tener la mujer; consideraba que tenerlos es un derecho natural por ser seres humanos. Derecho que defendió en todo momento frente a las Cortes Constitucionales.
Finalmente, el 1 de octubre de 1931, se lleva a votación el tema del voto femenino y con 161 votos a favor y 121 en contra se aprobaron los artículos 34 y 36 de la Nueva Constitución, en el que se recogía y plasmaba el sufragio femenino. Ese día las mujeres españolas obtuvieron el derecho al voto en España. La Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes Constituyentes, y sería la que regiría a la Segunda República Española. En las elecciones de 1933, se hizo efectivo este derecho, las mujeres pudieron elegir libremente a sus representantes.
La abogada Campoamor estaba apoyada por una gran cantidad de feministas españolas; además, de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, que era presidida por Benita Asas Manterola. Campoamor recibió de esta organización el reconocimiento por ser la pionera en el ejercicio de debatir en las Cortes y la primera delegada en Sociedad de Naciones, actualmente conocida como la Organización de las Naciones Unidas (ONU); así como la mujer que logró que se reconozca el voto de la mujer.
A la Diputada Clara Campoamor, la historia de España la tiene como ejemplo de una mujer de fuerte convicciones feministas, que consideró los derechos de la mujer por encima de los intereses de los partidos de aquella época, al abogar por el voto de la mujer como un derecho fundamental.
En su periodo como Diputada entre 1931 y 1933, sus intervenciones fueron muy elocuentes al debatir el tema de la abolición de la prostitución, cuando apeló a que el Estado no podía permitir “la posibilidad de la degradación de un enorme número de mujeres”; también, presentó varias enmiendas a la Ley de Divorcio; y al Código Penal en relación al adulterio.
Otra participación relevante fue en la presentación de enmiendas en los debates sobre los Presupuesto Generales del Estado de 1932 y 1933. Y, asimismo, fue la primera firmante de la proposición no de ley para que se emitiera un sello con la efigie de Mariana Pineda.
Clara Campoamor no pudo renovar su escaño en la comisión del año 1933. Un año después, y tras abandonar el Partido Radical intentó afiliarse a Izquierda Republicana, pero su petición no fue admitida. Por este hecho, Campoamor se convierte en una republicana sin partido. Después de esto, entre mayo y junio de 1936, publicó dos de sus obras: “Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”, “El derecho de la mujer” siendo este un ajustado relato de defensa de su actuación y de su lucha a favor de los derechos de la mujer, pero también de su soledad política; soledad que no la abandonaría ya nunca y que habría de continuar durante la guerra civil y su posterior exilio en Argentina y Suiza.
En julio de 1936 estalló la Guerra Civil entre el Bando Republicano y el Bando Nacionalista. Por aquella época, el presidente de España era Manuel Azaña, un republicano elegido democráticamente, y quien sufre un golpe de estado del Ejército Español comandado por el General Francisco Franco. Tras la victoria del General Franco y del Bando Nacionalista, comenzó una dictadura en el país que duró casi 40 años, desde 1939 hasta 1975, año en el que falleció el dictador español.
Temiendo por su vida tuvo que huir de la zona republicana en el otoño de 1936, y se instaló en Lausana, Suiza. A finales de aquel año ya había redactado el cuerpo principal de su más conocido libro “La revolución española vista por una republicana”. Un análisis político sobre los acontecimientos en la primavera y el verano de 1936. La obra es traducida al francés por su amiga suiza Antoinette Quinche y publicada en París en 1937.
Desde finales de los cuarenta hasta mediados de los cincuenta intenta regresar a España. Pero por estar fichada como masona en el Tribunal de Represión de la Masonería, decide quedarse en el exilio.
En 1938 abandona Suiza y se traslada a Argentina, donde permanece hasta 1955. Tras vivir una década en Buenos Aires y trabajar con traductora y escritora de biografías, en 1955 se regresa a Suiza y se instala en Lausana con su amiga la abogada Antoinette Quinche. Allí ejerció como abogada en el bufete de Quinche, además de dedicarse a dar conferencias e impartir clases en escuelas para adultos, funda un ateneo local para ayudar a los trabajadores españoles. Escribe para periódicos europeos y latinoamericanos, y participa en diversas organizaciones feministas mundiales.
Tras casi 17 años de radicar en Suiza, fallece a los 84 años de edad en Lausana, el 30 de abril de 1972, víctima de un cáncer. Sus restos fueron incinerados y trasladados a España, donde descansan en el Cementerio de Polloe de San Sebastián.
Con la democracia restablecida después de la Transición, los derechos por los que luchó Clara Campoamor se recuperaron. Se convirtió en un referente para el feminismo. Gracias a su firme convicción y defensa del sufragio femenino en España, hoy las mujeres pueden votar libremente.
Clara Campoamor trabajó para que no hubiera discriminación de sexos, por la igualdad entre los hijos extramaritales y por el divorcio. Sin embargo, por lo que más se recuerda a la abogada es por su lucha por el sufragio universal.
La profesora Campoamor, tiene el honor de haber sido en la historia política de España, la única mujer que ha participado en una ponencia constitucional. Lo hizo en la Comisión encargada de la redacción de la Constitución Republicana de 1931. Clara tituló uno de sus libros: “Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”.
“Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de mujer que no puede traicionar a su sexo”.
Su lucha y sus conquistas fueron una virtud, nunca un “pecado”. Una inmensa virtud pública al servicio de la democracia en España, que siempre estará en deuda con el legado inmortal de Clara Campoamor.
Laura Ramos.
Una mujer universal
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