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Diego, el diez de sol de la albiceleste

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Hay jugadores buenos, muy buenos pero los hay de otras esferas galácticas. De esos era Diego Armando Maradona. Un jugador que hizo del fútbol, de la pelota, un mundo rodante hacia la creatividad. Verlo jugar era contemplar el asombro, el escondido, como perla, llamado fútbol arte. Verlo en el Mundial » México 86″, fue llenarse las pupilas del divino encanto. No sólo por sus extraordinarios goles a Inglaterra, Bélgica, Italia, o aquellos pases para la consecución de la copa a Valdano y Burruchaga, sino por la responsabilidad de cargarse al equipo al hombro. Argentina era un buen equipo, sí, pero el «Pelusa», daba el plus. Su ejemplo bárbaro arrastraba a los demás a dar el máximo de sus posibilidades.
Dos hechos fundamentales citaré del gran compromiso del Diego por la albiceleste. Veo aquel juego de sol cerrado contra Brasil en » Italia 90″, un «scratch de oro» que perdonó en el primer tiempo. Para el segundo, un juego cerrad’isimo. Maradona entre la férrea marca filtra un balón a Caniggia para el gol del triunfo. El otro recuerdo me lleva aquel juego contra Italia en la semifinal. » Los azurros», ganaban uno a cero, poco quedaba para el final. Entre la perruna marca italiana Maradona saca un centro al área que remata con la testa Caniggia para el empate. Después » Goico», se cubriría de héroe en el arco, en aquella dramática serie de penales para pasar a la final.
Maradona, un jugador que entregaba lo máximo por su selección. Los potreros de la infancia y juventud, los llevaba en amor, garra y talento por el sol victorioso de la albiceleste. ! Qué líder!.
Sus logros en Argentinos Jrs, Boca, Barcelona y Nápoles quedan ahí. Él fue mi generación para poder ver lo que era el asombro, el poder definir lo que era la caja de Pandora en el orbe futbolístico. Y mira que vi a Pelé en el mundial «México 70″. Hoy la actualidad nos regala a Messi, un tesoro en verdad. Pero si me preguntan quién es mi favorito, sin duda contesto que el » Pelusa», ese caudillo que se entregaba como Dios por su albiceleste. Ese que brillaba en lo inesperado, en la sorpresa, ese que era el diez dentro de el protagonismo de los cerrados dispositivos tácticos.
Raul Adalid Sainz, en algún lugar de México, Tenochtitlán.

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