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“Muere un artista y la creación se siente herida y moribunda en las entrañas”
Manuel: Tú luchador incansable contra la injusticia, tú que siempre gritaste la verdad, tú que siempre fuiste ideas, acción y promotor de grandes cosas yaces inmóvil y callado en tu sepultura. La mano ruda del destino ha dejado caer sobre ti su golpe; pero la muerte no te ha quitado más que la vida, pues alguien dijo que “no es morir, el vivir en los corazones que dejamos tras de nosotros”.
La verdad es innegable y cruel, la estamos viviendo y nos han envenenado la sangre.
Nadie de los que te conocimos y convivimos contigo podemos aceptar la quietud absoluta en que te encuentras. Tal parece que escuchamos tú voz, pronunciando las palabras que Romain Rolland puso en boca de Juan Cristobal moribundo: “un día, renaceré, para nuevos combates …”
Nada es nuevo para ti más que tu muerte (“con la juventud en el corazón, la muerte parece un sueño, y sin embargo se muere”), pues tú conociste la vileza, la mediocridad, y no te ha extrañado que algunas mentes mercantilistas, poseedoras de algún cuadro tuyo, sólo pensarán en el valor económico a que subirán tus obras con tu muerte. Y esa gente sin nada adentro, esas almas de cera, muchas que se autonombran seguidoras del ejemplo de Cristo, pude adivinar en su rostro un conformismo malsano al saber que habías muerto, porque tú denunciaste sus hipocresías y su disfrazado egoísmo. Todo esto no te ha sorprendido a ti que siempre conociste los valores de las gentes.
Tu pueblo, tus mejores amigos, los verdaderos amantes de las artes, los partidarios de los pobres y del indio, -tema de muchos de tus cuadros-, estuvieron contigo, te rodearon de todo lo que a ti te gustaba: lo sencillo, lo auténtico.
Hombres, mujeres y jóvenes lloraron tú brusca desaparición.
El poeta escribe y te dice:
¡Porque hemos de estar triste por tú sino!
Aunque aparentemente se te hiere
Desde hoy tus cuadros brillarán fulgentes,
Pues yo sé que el artista nunca muere.
Manuel, quiero que sepas lo que mi hijo, con la ingenuidad de sus cinco años, me dijo cuando supo que habías muerto:
“¿Y ahora quién va a pintar, papá?”.
Te abraza fraternalmente:
José Luis Ríos Romero.
Fuente “Comentarios, año IV, número 191, Uruapan, 10 de Enero de 1971”.
Selección del texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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