Entrevistas y ColaboradoresInformación General

En 1968 tenía 14 años y cursaba el tercer año de prevocacional en el IPN, en la Prevo 2 de Tacubaya

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Estaba en el turno de la tarde donde era el más joven de la clase, el promedio de edad era de 16 y había algunos compañeros ya de 18. También estaba plenamente enganchado al rock de esa época y la revista México Canta me ilustraba con las traducciones de algunas canciones de gente emblemática como Bob Dylan, Donovan, Lennon & McCartney, Jagger & Richards, Joan Baez o Hendrix por citar solo algunos, más las que investigaba por mi cuenta porque me interesaba saber qué decían. En sus letras encontré profundos significados y sobre todo cuestionamientos muy bien fundamentados dirigidos hacia la clase política del mundo. Cuando se desata el movimiento estudiantil en la Ciudad de México yo pertenecía a la Sociedad de Alumnos de mi escuela y en consecuencia nos involucramos activamente. Las cosas fueron subiendo de tono conforme avanzaba el tiempo y por mi edad cada día me costaba más trabajo participar en las marchas y mítines aún cuando ya estaba plenamente consciente del momento histórico que estábamos viviendo y contaba con el respaldo de mis padres que entendían cabalmente la situación. Así las cosas y después de varias semanas de incertidumbre y zozobra un día me reuní con varios compañeros y nos enteramos que en la tarde estaba convocada una reunión multitudinaria en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco así que decidimos asistir. Nos reunimos en el paradero del tranvía de Calzada de Tlalpan donde ahora es la estación Chabacano del Metro para trasladarnos al Zócalo donde tomaríamos un camión que nos llevaría a Tlatelolco. Entonces uno de mis compañeros sugirió que en vez de ir al mítin mejor nos fuéramos a cotorrear a otra parte, ya habíamos acudido a otras manifestaciones (donde habíamos atestiguado la brutalidad de los granaderos) y ya habría más mítines a los cuales asistir. El consenso general (éramos como 6), fue que nos dirigiéramos a las Fuentes Brotantes en Tlalpan a comer quesadillas. Estando allá nos agarró la lluvia y por ello llegué ya tarde a mi casa, cuando Zabludovski mentía a través de su noticiero informando que el ejército había repelido el ataque de estudiantes armados en Tlatelolco a donde no estuvimos por ir a comer quesadillas. Todavía al día de hoy no puedo asimilar tal barbarie, no solo por el hecho de la masacre misma sino también por la indecente complicidad de los medios y peor aún, la indiferencia de la población en general que, si bien debió horrorizarse ante lo sucedido no obstante diez días después aplaudía la inauguración de las Olimpíadas en el estadio de C.U. como si no hubiera pasado nada, como si las familias de quienes murieron en la Plaza de las Tres Culturas no fueran mexicanas también. Así dieron por terminado el episodio más importante de nuestra historia reciente (autoridades y población) y quienes sobrevivimos nos quedamos sumidos en la impotencia y la indignación. En lo personal esos acontecimientos me hicieron entender dónde estábamos parados y lo indolente que ciertas personas pueden ser incluyendo familiares cercanos que reprobaban que yo anduviera en esos trotes. Hay mexicanos y MEXICANOS, así con mayúscula y entenderlo me decepcionó. Ya desde entonces había decidido dedicarme al rock pero no solamente como una forma de diversión sino como la oportunidad de expresar toda esa rabia y decepción y proponer alternativas de evolución general para apoyar a que nuestro pueblo salga del agujero en que lo han mantenido los políticos por más de 80 años. Eso fue lo que aprendí de las letras de Dylan, Lennon o Hendrix. Y el momento de llevarlo a cabo fue tres años después cuando le dimos vida a Medusa, agrupación que se distinguió siempre por hacer buen rock pesado con letras contestatarias, inteligentes y propositivas. El 2 de octubre no se olvida, por supuesto y a mi mucho menos se me va a olvidar cuando reflexiono que pude ser uno de los que murieron en Tlatelolco por lo que considero que lo menos que puedo hacer por mis compañeros caídos es honrar su memoria a través de mi obra y no quitar el dedo del renglón: Ni perdón ni olvido. /Victor Moreno, músico mexicano.

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