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¿Quién es “el Secre” en el ambiente rockero?

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CDMX.- Desde hace algún tiempo traigo dando vueltas en mi cabeza el tema de los «secres» y su importancia para el buen funcionamiento de un grupo en todas las circunstancias. El diccionario describe la palabra secretario como «Persona que por oficio está al servicio de otra persona para llevarle la agenda, ordenar y guardar documentos y realizar otros trabajos de este tipo». Trasladando este concepto al mundo de la música y muy concretamente al territorio del rock, se podría redefinir al «secre» como «Persona al servicio de otra u otras personas para llevarle la agenda de trabajo a través de la logística necesaria para garantizar el correcto desempeño del artista y al mismo tempo salvaguardar la integridad del equipo de trabajo».  En nuestro medio si bien esto último se da por un hecho, en la práctica real existen muchas variantes que determinan que la misión a veces no se cumpla eficientemente ya sea por causa de los propios «secres», la infraestructura existente (o inexistente) y hasta por los propios músicos que no entienden cabalmente el concepto. Porque habría que empezar por definir de acuerdo a nuestra idiosincracia dónde se encuentra el límite entre «secre» y «sirviente» o «cargador», como algunos acomplejados lo manejan. Y aplica de ambas partes ya que existen músicos y «secres» que no saben manejar la situación de manera correcta. En mi opinión la misión de un «secre» es garantizar que el traslado, instalación y salvaguarda del equipo se cumpla con el debido cuidado y esto aplica no solamente a la hora de acudir a las presentaciones. También incluye darle mantenimiento preventivo al equipo, reparar cables, limpiar las guitarras, micrófonos, tambores, teclados, etc. y lo más importante: cuidar al grupo durante la presentación y estar alerta por si se rompe una cuerda, un parche o se desconecta algún aparato. Es mucho trabajo y responsabilidad y a veces eso no está muy claro tanto para los músicos como para los «secres», empezando porque muchos se suben a este camión nomás por el desmadre, para entrar gratis a las tocadas, para drogarse y ligar morritas y también existen los que tienen vocación de servicio, son responsables y procuran ser lo más profesional posible aún cuando la remuneración no es proporcional en la mayoría de los casos. Lo hacen por amor al arte y en ocasiones su labor no es valorada debidamente, sobre todo cuando el patrón saca a relucir sus complejos y ve al «secre» como el «chícharo», el «criado» que además va a la tienda por los refrescos, los cigarros, el pomo y lo pone a lavar el coche. Hay «secres» muy chingones trabajando con músicos mediocres y músicos muy buenos en manos de «secres» incompetentes. Tengo entendido que actualmente ya hay más especialización en este terreno a similitud de como se maneja el negocio del espectáculo en el primer mundo, sobre todo de parte de quienes trabajan para corporativos como Ocesa y similares que se encargan de que todo funcione correctamente en el escenario y qué bueno que así sea. Cuando estás tocando y por alguna causa se afloja una mariposa de la batería o se desconecta un pedal, es vital contar con alguien que esté alerta y enseguida acuda a auxiliarte para que el show continúe sin falla, muchas veces sin que el público se entere. Al menos así lo entendí cuando tuve la oportunidad de trabajar como «secre» con El Ritual y fui aprendiendo sobre la marcha, a veces asesorado por otros «secres» y a veces por los mismos músicos. En lo particular me convertí en el técnico de batería para Lalo Barceló cuando ese concepto aún no se manejaba, simplemente se trataba de garantizar que él pudiera tocar sin preocuparse de lo que podía fallar y este concepto me lo llevé conmigo cuando a su vez me convertí en baterista.  Lo malo (para mi) fue que nunca tuve un «secre» que me cuidara igual. Mi ganancia fue que esa experiencia por la cual estuve con ellos durante un año tanto en el estudio de grabación como en todas sus presentaciones se convirtió en mi escuela para lograr mi cometido: convertirme en músico, plan que ya tenía en mente desde antes de trabajar con ellos. Y gracias a ese enfoque considero que entendí qué era lo que ellos necesitaban de mi para poder sonar chingón donde fuera: hoyos fonkis, televisión, grabaciones, giras y por ello en su momento fui designado para hacerme cargo del equipo en el escenario de Avándaro. Nunca fue mi idea ser «secre», lo que yo quería era tocar, pero tampoco me avergüenzo de ello, finalmente tuve el honor de trabajar con el mejor grupo en la historia del Rock Mexicano y gracias a esa experiencia tuve la oportunidad de entender mejor cómo se deben hacer las cosas profesionalmente y sobre todo, valorar el esfuerzo y dedicación de quienes se rifan en las tocadas para asegurar que el público escuche a su grupo favorito. Concluyo dejando bien claro que un apoyo como el que brinda un verdadero «secre» o «roadie» como ahora les dicen resulta invaluable para el músico y que de ninguna manera es un «macuarro» que carga los amplificadores ni el sirviente al que se le ordena ir por las tortas, error de percepción que, repito, algunos músicos con complejo de señor feudal aplican y algunos «secres» con complejo de lacayos fomentan. En el escenario tanto unos como otros debemos ser profesionales y prodigarnos respeto. Afortunadamente quienes así lo entienden propician que a la postre la relación entre ambas partes se convierta en amistad como la que mantengo con los integrantes de El Ritual desde hace 50 años. Y estoy orgulloso de ello. / Víctor Moreno, músico mexicano.

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