(En un relato localizado en las memorias del general de división Pascual Ortiz Rubio).
La calle de Morelos en la vieja Valladolid, Boy Morelia. El caserón de dos pisos donde habitó el mayor estratega mexicano José Maria Morelos y Pavón es la única habitación de altos en esa calle.
Al costado norte del una casa de bajos, zaguán y tres ventanas. Frente a ella otra parecida, donde me toco nacer.
Todas las mañanas, al salir a mis habituales ocupaciones, asomaba al zaguán de enfrente, primero una aguzada nariz y luego la simpática fisonomía y el cuerpo todo de Salvador Escalante.
-Buenos días vecinito, ¿qué tal la ingeniosidad de la Ingeniería?
-Produciendo, vecinito, ¿y Santa Rita?
-Agonizando por falta de recursos, y yo sufriendo por no poder ayudar a mis medieros; tanto que estoy dispuesto a aceptar un modesto empleo de gobierno, muy a mi pesar, porque no comulgo con las ideas de estas gentes.
Al poco tiempo, y cuando llegue a Santa Clara del Cobre, de paso para Tacámbaro, a mis labores profesionales, y fui a saludar a mi inolvidable amigo don Domingo García, más tarde suegro del famoso escritor J. Rubén Romero, me encontré de subprefecto de ese lugar a mi buen “vecinito” Escalante.
Ya comenzaba la agitación antierrelecciónista contra el gobierno de Porfirio Díaz y de Aristeo Mercado, en Michoacán. Ya Salvador Escalante comenzaba a conspirar acompañado del padre de Rubén, del Lic. Federico Tena, y de otros patriotas. Ese día que lo visite saboreaba alegremente el artículo de Sánchez Santos “La Sopa del Perico”.
Tome parte de la conspiración. Más tarde, Escalante recibió instrucciones de iniciar el movimiento armado y entre otros comisiono a Tena para organizar la lucha en el Centro del Estado, y a mí en la parte oriental.
El 6 de mayo de 1911 por primera vez en nuestro estado hubo un levantamiento revolucionario en contra del gobierno de Aristeo Mercado, lo pronunció mi “vecinito” en Santa Clara al frente de un reducido grupo de caballería, al que iba incorporado mi compadre J. Rubén Romero, quien tuvo la puntada de completar el armamento de la guerrilla con once carabinas de palo que imitaban perfectamente a las legítimas.
La guerrilla se dirigió al sur del estado, rumbo a la población de Airó de Rosales, donde era Prefecto el Capitán Valencia, porfirista. Este jefe, al tener noticia de los movimientos de maderista salió de Ario rumbo a Santa Clara, y cayó en una emboscada que le tendió Salvador Escalante quien lo desarmó, lo hizo prisionero y lo condujo preso a Ario de Rosales.
Así comenzó el movimiento maderista en Michoacán, gracias a la iniciativa de un vecino de Morelia y preocupado por la situación que vivían las gentes de Michoacán, me refiero a Salvador Escalante.
“Las caravinas de palo, escribe Rubén Romero, cuidadosamente enfundadas; solo mostraba las relucientes culatas a los ojos de quienes no conocían en secreto”.
“¿Y estos hombres -me preguntó, dice Rubén – pudieron emprender serenamente el camino de la lucha civil, llevando por única defensa un simple trozo de madera pintada? Si pudieron y con la sonrisa en los labios, desafiaron varias veces la muerte, oponiendo a una tiranía de treinta años el pecho descubierto y soñando con la regeneración y con la libertad de la patria”.
Y gente así, formó el pie veterano de nuestro actual glorioso Ejército Nacional, Sostenedor de los principios libertarios y del honor nacional; pese a los amargados y a los enemigos del régimen revolucionario.
El apóstol Francisco I. Madero, fue víctima de sus ideales altamente humanitarios y de conciliación ciudadana, y en consonancia con ellos cometió el error político de ordenar el licenciamiento de las fuerzas maderistas.
Para impedir esto, muchos de nosotros visitamos al señor Madero para obtener de él un cambio de frente en esta disposición. El 2 de julio de 1911 la misión michoacana entrevistó al Sr. Madero, encabezada por el General Salvador Escalante, y formada por el Lic. José Ortiz Rodríguez, doctores Enrique Cortés y Nicolás Pérez Morelos, y el suscrito.
Solamente logramos que las fuerzas quedaran organizadas con el carácter de rurales.
Se ordenó al Gral. Salvador Escalante pasar al estado de Guerrero, a impedir que el cabecilla Jesús Salgado se adueñara de Teloloapan y desgraciadamente en esa expedición fue derrotada la fuerza michoacana, el 23 de enero de 1912 y muerto su jefe, el General destacado Salvador Escalante Pérez Gil, (Poco después de morir en combate Salvador Escalante, a Santa Clara del Cobre en su memoria se le puso su nombre, hasta 1981 que recuperó este último nombre. Sin embargo, hasta la fecha en su memoria una vez elegido como municipio con sus comunidades correspondientes lleva el nombre de Salvador Escalante).
De: “Memoria de la Academia Nacional de Historia y Geografía”, Boletín No. I, Año X, segunda época, México, 1954. Director: Lic. Antonio Fernández del Castillo.
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