En cuanto a los antecedentes históricos de antiguo pueblo de Uruapan durante la conquista, se ha argumentado que en 1534 a través de lo que nos dice el cronista Fray Alonso de La Rea; es decir, al año siguiente de la fundación hispánica de Uruapan, el seráfico Fray Juan de San Miguel con ayuda de los nativos escogió y comenzó a construir los lugares que ocuparían las dependencias y edificios que la orden religiosa necesitaba para arrancar con ello la conquista espiritual en el antiguo Uruapan.
Entre ellos, el Hospital de Indios, mejor conocido como Huatápera; así como las capillas de la Purísima Concepción (hoy Inmaculada Concepción) y Santo Sepulcro; así como la Iglesia Conventual, también denominada Iglesia Mayor (hoy Templo de San Francisco) y el lugar destinado al Monasterio o Convento Franciscano (y que hoy conocemos como Casa de la Cultura); y por supuesto, las capillas de los barrios,
La Iglesia Mayor y el Convento Franciscano tuvieron la suerte de ser los primeros sitios que se edificaron bajo la dirección de Fray Juan de San Miguel, concluyéndose alrededor de 1536. A continuación siguieron los citados anteriormente, bajo el orden de lectura.
El edificio que hoy nos referimos era de una planta y de material rústico, fue proyectado para comunicarlo con el Hospital de Indios o Huatápera, por medio de una larga plaza. Este gran espacio de enlace hoy lo constituyen: la plaza de los Mártires de Uruapan y la Plaza Morelos, junto con la Pérgola Municipal.
La ubicación del territorio que comprendía el convento el templo y sus colindancias, (considerando los nombres actuales) eran: al norte con la plazuela José María Izazaga; al sur, calle de por medio, con la plaza de los Mártires de Uruapan; al este con la calle Francisco García Ortiz y al poniente con la avenida Melchor Ocampo.
El primer guardián de la iglesia y del convento fue el propio Fray Juan de San Miguel, quien estuvo por unos años a sus cuidados, hasta que se marchó a seguir su obra misionera rumbo a otras poblaciones.
La antigua construcción de lo que ahora es la Casa de la Cultura, consistía en un edificio modesto, de una sola planta, con varias habitaciones de adobe que servían para alojar a cuatro y a veces hasta seis religiosos de la Orden Franciscana, quienes se encargaban de administrar la vida espiritual de los habitantes.
A través del tiempo, la construcción fue sufriendo cambios notables. No obstante, al principio la obra, como se explicó, contó con un gran atrio que se comunicaba con la Huatápera, pues a lo largo de esa distancia estaba una gran plaza donde se hacía el famoso tianguis o días de mercado.
Como monasterio, ya podemos imaginarnos cuando salían los religiosos de la Orden fundadora de este vergel para realizar sus actividades, al ser los encargados de proseguir la noble misión de Tata Juanito y la de administrar la vida espiritual y doctrinal a los habitantes, población conformada por los barrios tradicionales y los pueblos pertenecientes: San Francisco Xicalán, Santa Catarina Jucutacato, San Lorenzo y San Gregorio Tatziran.
De manera sintetizada, la evolución de lo que ahora conocemos como Casa de la Cultura puede dividirse en cinco etapas históricas:
1.- La primera etapa de vida de este inmueble se llamó “Convento Franciscano”, se ubica partir de su modesta edificación, llevada a efecto aproximadamente entre 1534 y 1536, formando parte del edificio conventual hasta el año de 1767, que dejó de ser Convento Franciscano.
A unos años de haberse edificado, hay noticias de la visita especial que hiciera Fray Toribio de Benavente, un personaje muy estimado en aquélla época y al que se le conocía como Motolinia.
El destacado evangelizador, cronista y parte de los 12 apóstoles de la Nueva España, visitó la antigua villa de San Francisco Uruapan en 1549 a fin de presidir un encuentro de religiosos en el correspondiente Capítulo Provincial de la Orden Franciscana.
Más tarde, en 1587 visita el pueblo otro notable fraile, Alonso Ponce, Comisionario General de la Orden Franciscana, quien en cuanto al convento lo encontró terminado, con su claustro, dormitorios y una pequeña iglesia, todo de cal y con su enmaderamiento y terrados. Tenía una buena huerta y moraban ahí cuatro frailes, por cierto, un interesante detalle que halló es que la iglesia que vio según su versión se acababa de construir algunos años después de la muerte de Fray Juan de San Miguel, ocurrida en 1555. Todos estos datos se localizan en el primer tomo del “Tratado Curioso y Docto de las Grandezas de la Nueva España”, de Fray Antonio de Ciudad Real (UNAM, México, 1976).
2.- La segunda etapa inicia en 1767, dando lugar a la llamada “Casa Cural”, este cambio fue cuando Fray Francisco de Tejada se encargó de ceder la finca al Clero Diocesano, cumpliéndose de en tal medida la disposición real de secularizar las parroquias de Nueva España, y por consiguiente también las de la provincia de Michoacán, y en este caso de la villa de San Francisco Uruapan.
Dicho de otro modo, al ocupar el inmueble los nuevos responsables, dejó de llamarse “Convento Franciscano” o “Casa Conventual” y se denominó bajo el título de “Casa Cural del Clero Diocesano”.
Con ese nombre, a finales del siglo XVIII, disfrutó de un amplio curato y una escuelita que llegó a atender el futuro héroe de la Patria, el subdiácono José María Morelos, quien ocupó el nombramiento de maestro de las materias de Gramática y Retórica de la Escuela Cural, ya que se ha confirmado en múltiples ocasiones, que él Generalísimo fue uno de los huéspedes más recordados de la Casa Cural.
Vino de Valladolid a colaborar en las labores al párroco de San Francisco Uruapan, don Nicolás Santiago de Herrera, allá por los años de 1796 a 1798.
El destacado historiador Ernesto Lemoine, en su biografía sobre el gran Generalísimo José María Morelos nos informa:
“… Morelos llegó a Uruapan en Enero de 1796 para hacerse cargo de la Escuela Cural y como auxiliar del párroco propietario, Nicolás Santiago de Herrera. Pueblo en alza, con feligresía copiosa y no pobre, la Inspección Ocular, coetánea a la estancia de Morelos, nos da los siguientes datos sobre él:
“Hay once tiendas mestizas, tres patrones plateros, dos maestros pintores, dos carpinteros, un cantero, siete sastres, seis herreros, dos zapateros, un picador de borceguíes y tres barberos”.
Y añade que también: “El pueblo en sí daba la imagen de prosperidad por su mucho movimiento, en virtud de ser una de las puertas de Tierracaliente”.
Como Casa Cural, estuvieron encargados de ésta y de la iglesia principal, varios párrocos, entre los que se pueden mencionar al mismo padre Fray Francisco de Tejada, a Luis Pérez Hermida, José Miguel de Silva, José Antonio Macías y el memorable y protector de Morelos, el párroco Santiago Nicolás de Herrera, quien todavía hasta la Guerra de Independencia ahí tenía su residencia.
Otro párroco muy apreciado por el vecindario que tuvo en su encomienda los cuidados de la Casa Cural fue el padre Francisco García Ortiz, a quien todos le decían “Tata Panchito, a él le tocó ser testigo presencial de la Guerra de Intervención Francesa y por lo tanto del fusilamiento de los llamados Mártires de Uruapan. El fungió como párroco casi hasta finales del siglo XIX.
Años posteriores a su muerte, autoridades y pueblo del Distrito de Uruapan elogiaron su recuerdo poniéndole su nombre a la calle que está localizada en la entrada “Casa Cural”.
A propósito, la familia del gran pintor uruapense Manuel Ocaranza, fueron vecinos del inmueble, al tener su hogar en la citada calle García Ortiz, frente a la entrada actual del edificio.
Por otra parte, como sabemos Uruapan fue protagonista de hechos significativos en la evolución de nuestra Historia Patria y en ella han quedado para siempre los sucesos ocurridos en muchas de sus dependencias, por ejemplo, las que se localizan en el centro de la población.
Y es que el vecindario de Uruapan, apoyando a la causa insurgente, durante la Guerra de Independencia; en la Guerra de Reforma, la Guerra de Intervención Francesa y la Revolución Mexicana, siempre tuvo que resistir severos ataques, entre incendios, destrozos y calamidades, que igualmente en su momento afectaron la estructura arquitectónica original de los modestos edificios como la finca en referencia.
Para muestra tres acontecimientos:
Uno ocurrió en 1813 cuando un grupo de realistas al no capturar a sus adversarios –insurgentes- decidieron incendiar varias fincas del centro de la villa, incluyendo la iglesia y la Casa Cural, lo cual afectó incluso el archivo eclesiástico que ahí se preservaba, ya que al parecer quedó en completas cenizas.
De igual modo, medio siglo después, las paredes de adobe y el interior la Casa Cural fueron testigos presenciales en el transcurso de “La toma de Uruapan” verificada por los republicanos, entre quienes se encontraban los generales José María Arteaga y Carlos Salazar, dos de los futuros Mártires de Uruapan.
El ataque de los republicanos, quienes defendían la soberanía nacional del presidente Juárez, aconteció los días 18 y 19 de junio de 1865, tres meses antes del fusilamiento de Arteaga y Salazar.
En ese episodio narrado por el historiador Eduardo Ruiz, sostiene que la batalla contra los traidores del bando de Maximiliano de Habsburgo se prolongó más de 24 horas, y se suscitó en el centro histórico.
En ese momento, los adheridos a la monarquía tenían en su poder el pueblo. En tanto, fortificaron la plaza, tomando como punto de referencia en primer lugar la “Casa Cural” y luego el Templo Viejo.
“Detrás de una cruda lucha entre intervencionistas y republicanos, el combate se desarrolló en parte de la Iglesia y al final en el patio de la Casa Cural, donde más de 400 imperialistas se agruparon sin escapatoria, en tanto las soldaduras gritaban y gemían desoladas; algunos clarines tocaban parlamento, los traidores de la patria querían seguir la lucha, disparaban a los cuatro puntos del interior del exconvento franciscano. Pero no pudieron y cayeron presos de los republicanos. Les quitaron todas sus pertenencias. Habrían de ser 500 prisioneros los que salieron de la finca rumbo a la plaza para ser sentenciados”, relata Eduardo Ruiz en su obra La Guerra de Intervención Francesa en Michoacán.
Y no olvida de citar a “Tata Juanito”, a quien por poco y lo fusilan:
“De no ser por los habitantes, esa fecha el padre Francisco García Ortiz hubiera sido pasado por las armas considerando erróneamente que era un traidor. Pero no fue así, el general Arteaga lo dejó libre. El padre Panchito desolado, iba tembloroso y no sabía a dónde dirigirse, la Iglesia principal y la Casa Cural estaba repletos de cadáveres”.
Incluso muchos vecinos del Uruapan del ayer aseguraban que desde entonces por los patios del inmueble merodean almas en pena. ¿Será?
En cuanto a la posesión de la finca, poco después, ya durante el porfiriato. Para ser exactos a finales del siglo XIX, existió una relación conciliatoria entre el gobierno estatal de don Aristeo Mercado y la iglesia, lo que permitió a éste disfrutar de sus bienes sin perjuicio alguno, es decir, continuando con la evolución de la finca de la “Casa Cural”, cabe decir que en la época de don Porfirio Díaz, tal propiedad continuaba bajo la administración de autoridades eclesiásticas, quienes ya pretendían darle otro aspecto arquitectónico más moderno.
En este tiempo el inmueble funcionaba como Escuela Particular Católica, atendida por unas religiosas del Sagrado Corazón de Jesús.
En relación a los aspectos arquitectónicos y reconstrucción de la modesta finca, entre 1880 y 1895 se amplió de una a dos plantas y se remodeló acertadamente permaneciendo como luce al presente, y que en su momento iba a la par con la época de la restauración del centro de la ciudad, de sus tres plazas, dos parianes y nueve portales.
A detalle, el conjunto que alberga el edificio de forma rectangular, se reconstruyó con estilo arquitectónico de la época, tratándose de una estructura de dos niveles o plantas; la cara sur –la que da a la Plaza Mártires de Uruapan- pasó a constituir la fachada principal, hecha de un buen trazo simétrico, incluyó cuatro puertas ubicadas estéticamente en cada nivel de esta cara; mientras que la fachada oriente –que se localiza en la calle Francisco García Ortiz- fue propiamente escogida como acceso principal al inmueble, el cual se adornó con arcos apuntados y molduras, jambas, cornisas. Y varias ventanas-balcón en la parte superior.
Al entrar al edificio hay un patio central de forma rectangular y aleros que dan un toque especial al conjunto. Dispone de corredores abiertos a los lados: oriente, norte y sur de ambas plantas. Su cerramiento es a través de una arquería, o mejor dicho, de arcos apuntados: en los corredores norte y sur, existen cuatro arcos; en tanto, en el oriente son siete.
Los arcos de lado poniente aunque fuera de lugar del cerramiento, también son siete. Tres sellados por el muro de una oficina y los otros cuatro están abiertos, limitados por rejas de hierro forjado, coronados por un pretil mixtilíneo.
Por otra parte, los episodios de la Revolución se aproximaban, así, el 23 de junio de 1913, acaecería otro enfrentamiento, esta vez cuando el coronel Joaquín Amaro, adherido al maderismo, tomó la plaza de Uruapan y en persona combatió al enemigo, se apoderó de la Iglesia y la aún Casa Cural. Al final los maderistas ganaron el enfrentamiento.
Como anécdota, en diciembre de 1914 cuando arribó a tierras del Cupatitzio el notable revolucionario carrancista Francisco Murguía, quien iba rumbo a Jalisco a encontrase con sus correligionarios y al no contar con dinero, aprobado por Carranza, mandó hacer una emisión de papel moneda, y a sabiendas que la única imprenta en buenas condiciones y funcional que existía en el pueblo estaba en una pieza de la Casa Cural, fueron a ver al Señor Cura, quien por las amenazas de ser fusilado en los fresnos de la plaza si no les imprimía los billetes a los carrancistas, cedió y para no meterse en problemas, decidió entregarles la materia prima suficiente: papel y tinta, químicos; a la sazón, salieron los soldados de Pancho Murguía y al que le tocó hacer los billetes “pericos”, por el raro color que tenían, fue al joven impresor Bernardo E. Quesada Espinoza, quien al igual que Francisco Vigil, comenzaron sus pininos en la imprenta de la “Casa Cural”. Total. Se expidieron, con papel del curato, al parecer dos millones quinientos mil pesos, en billetes de diferentes denominaciones. Fechados el 20 de diciembre de 1914.
En otro tenor, ya de 1915 a 1920 debido a los problemas suscitados por la Revolución Mexicana y la inestabilidad de los primeros gobiernos municipales, que iniciaron en función a partir de 1917; la “Casa Cural” estuvo abandonada y en riesgo de ser destruida, siendo presa varias veces de grupos de revolucionarios y bandoleros e indiferencia del gobierno local, además de ser saqueada.
3.- Años siguientes, en el gobierno de Plutarco Elías Calles, que abarcó el periodo 1924-1928 se efectuó la expropiación de los inmuebles pertenecientes al alto clero, incluyendo los que existían en Uruapan, y por consiguiente, llegó el tiempo en que la “Casa Cural” albergaría a una institución de carácter público, escolar en este caso.
Así surge una nueva etapa de vida del edificio, incluso los vecinos de Uruapan ahora comenzaron a decirle al lugar: el edificio de la escuela pública federal.
Así que, la tercera etapa se estima a partir de 1924, cuando se establece la Escuela Primaria Federal “Ignacio Manuel Altamirano”, hasta 1954, tiempo en que la escuela se cambia de domicilio a la calle 5 de Febrero esquina Morelos, donde hoy se encuentra el plantel con dicho nombre.
4.- Una vez trasladado el plantel, a fines de enero 1955, surge la cuarta etapa de la historia del inmueble, al establecerse la mayoría de las oficinas de la presidencia municipal.
Bajo este panorama, a partir de 1955 la escuela deja de serlo, y ahora alberga las oficinas municipales, aquí laborarían los funcionarios y empleados locales, de administración de rentas, delegación de tránsito, juzgados de primera instancia, etc., por eso la construcción adquirió una importancia de las políticas públicas, ya que las disposiciones del gobierno local ahí se acordaban.
El motivo del intercambio de domicilio correspondió a las condiciones en que se localizaba la finca del ex antiguo Convento Franciscano.
A detalle, en 1954 el General Lázaro Cárdenas del Río, Vocal Ejecutivo de la Comisión del Tepalcatepec, efectuó una visita a los planteles educativos de la ciudad para constatar su estado material. De dicha inspección resultó que el inmueble de la escuela «Altamirano», “antes Casa Cural”, representaba un constante peligro para la vida de los infantes.
Por tal razón, sugirió el traslado de la institución al edificio del Palacio Municipal, ubicado en el domicilio citado, calle 5 de Febrero esquina Morelos, donde la vida de los niños quedaba bien garantizada, por las aceptables condiciones materiales del edificio.
La mudanza se efectuó siendo presidente municipal Salvador Pedraza Gonzaga. Por consecuencia, la cuarta etapa de la historia de lo que hoy es la Casa de la Cultura, fue de 1955 a 1992, siendo el “Palacio Municipal”.
Agregar que en este periodo, poco a poco las dependencias estatales y judiciales fueron dejando el edificio, entonces, la radio y telecomunicación del estado lo hizo en 1955; igual la Delegación de Tránsito en 1969; las agencias del ministerio público, a principios de los 80´s y el juzgado segundo de lo civil a mediados de esta década. En 1990 sólo permanecían las oficinas municipales y el juzgado primero de lo civil.
5.- La quinta etapa del edificio nace en 1992, a partir del cambio de las oficinas de la presidencia municipal a sus nuevas instalaciones en la Avenida Chiapas, para dar cabida de manera definitiva a lo que actualmente es la Casa de la Cultura, en el inmueble que originalmente fundara Fray Juan de San Miguel en los años de 1534 y 1536.
A detalle, en 1990 el alcalde Agustín Martínez Maldonado al tomar protesta se comprometió a dar continuidad con el viejo proyecto de contar con una Casa de la Cultura, y para ello, dos años después, gestionó ante el gobierno de la república para que donaran el antiguo inmueble de PEMEX, ubicado en la Avenida Chiapas, con el propósito de que ahí se establecieran las dependencias de su administración.
En sesión correspondiente del H. Cabildo, fecha el 22 de junio de 1992, se acordó el traslado de las dependencias de la administración local a su nuevo domicilio, situado al oriente de la ciudad.
En tanto, la inauguración de la “Casa de la Cultura”, se celebró el 21 de octubre de 1992, aprovechando la fecha del acto luctuoso de los Mártires de Uruapan tal como versa la placa alusiva al acontecimiento, que se encuentra al entrar al edificio. Al acto asistieron autoridades de los tres niveles de gobierno, representantes educativos, invitados espaciales y medios informativos.
De los funcionarios que les tocó inaugurar el domicilio definitivo de la “Casa de la Cultura”, fueron el gobernador del estado Ausencio Chávez Hernández, el edil Martínez Maldonado y el Procurador de Justicia del D.F., Diego Valadés Ríos.
En resumen, el edificio que en sus orígenes fuera hogar de los misioneros franciscanos comprometidos con la evangelización durante la conquista espiritual; actualmente con gran orgullo la “Casa de la Cultura” es el recinto que viene promoviendo, difundiendo y gozando de infinidad de actividades donde se expresan las distintas manifestaciones artísticas y culturales, con otro tipo de misioneros, pero igualmente humanistas. Y su biblioteca, la Lic. “Justo Sierra”, es otra historia que seguramente daremos a conocer en otro momento.
Texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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