MAXIMAS. El hombre superior ama su alma; el hombre inferior ama su propiedad. El hombre superior recuerda siempre cómo fue castigado por sus faltas; el hombre inferior siempre recuerda qué regalos recibió.
El hombre superior es liberal con las opiniones de los demás, pero no está completamente de acuerdo con ellas; el hombre inferior está completamente de acuerdo con las opiniones de los demás, pero no es liberal con respecto a ellas.
El hombre superior se acusa a sí mismo; el hombre inferior a los demás.
El hombre superior es firme, pero no pelea; alterna fácilmente con los demás, pero no forma camarillas.
El hombre superior es fácil de servir, pero es difícil de complacer, pues puede ser complacido por lo que es correcto, y emplea a los hombres según sus capacidades individuales. El hombre inferior es difícil de servir, pero fácil de complacer, pues tú puedes complacerlo (alimentando su debilidad) sin tener necesariamente razón, y cuando ocurre que él emplea a los hombres, exige perfección.
Puedes ubicar a un hombre superior en un puesto importante con grandes facultades direccionales, pero no puedes darle un lindo empleito, al hombre inferior no puedes colocarlo en un puesto importante con grandes facultades direccionales.
El hombre superior no es bueno para una sola clase de puestos.
El hombre superior es tolerante con todos y no sectario; el hombre inferior es sectario, pero no tolerante.
- Confucio y sus adeptos debieron pasarse días enteros sin probar bocado en Ch´en y algunos de sus discípulos se sintieron enfermos y permanecieron en cama. Tselu vino a ver a Confucio muy deprimido y preguntó: ¿También el hombre superior se ve en medio de privaciones? Confucio dijo: “Sí, el hombre superior también se ve en medio de privaciones, pero cuando un hombre inferior se ve así, probablemente no hace nada.
El hombre superior atiende las cosas espirituales y no a su subsistencia. Si cultiva una granja, se morirá de hambre; pero si atiende a sus estudios, encontrará riquezas en ellos. El hombre superior no se preocupa por su pobreza sino por las cosas espirituales.
El hombre superior es abierto y sereno (consigo mismo o con los demás); el hombre inferior está siempre inquieto por algún motivo.
El hombre superior se desarrolla hacia arriba; el hombre inferior se desarrolla hacia abajo.
El hombre superior es digno, pero no orgulloso; el hombre inferior es orgulloso, pero no digno.
El hombre superior se adhiere a la norma de lo recto, pero no mantiene (necesariamente) su promesa.
Szema Niu preguntó a Confucio sobre el caballero y Confucio replicó: “Un caballero no tiene preocupaciones ni miedo”. “Entonces ¿el no tener preocupaciones, ni miedo equivale a ser un caballero?” Confucio dijo: “Si mira dentro de sí mismo y está seguro de haber obrado bien, ¿qué ha de temer o de qué ha de preocuparse?”.
El hombre superior va por la vida sin ningún sistema de acción preconcebido y sin ningún tabú. Sólo decide en el momento qué es lo correcto a efectuarse.
El hombre superior no se preocupa demasiado de la buena comida o buen alojamiento. Presta atención a sus deberes y cuida su lenguaje; encuentra un gran hombre y se deja guiar por él. Tal hombre puede ser llamado amante de la sabiduría.
El letrado intenta seguir la verdad y se avergüenza de su pobre traje y pobre comida, no es digno de que se le hable.
El hombre que sirve a su rey y comprobando tres veces que su consejo es rechazado, no abandona sin embargo el país, quiere decir que se aferra a su puesto únicamente por el salario. Aun cuando diga que no es el salario lo que le atrae, no le creeré.
Un caballero se avergüenza si sus palabras son mejores que sus hechos.
Un caballero cuida tres cosas: En su juventud, cuando su sangre es madura, es cauteloso con el sexo. Cuando adulto, y su sangre es madura, es cauteloso respecto a trabar peleas o conflictos en general. Cuando es viejo y su sangre se debilita, es cauteloso con el dinero. Un hombre joven ama a las mujeres; un hombre de edad mediana ama la lucha; y un hombre viejo ama el dinero.
De: Mónica Burillo, “En el sexto día”, Edamex, México, 1994.
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