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LA INCREDULIDAD y LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

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¡Cristo ha resucitado! La Iglesia católica lo anuncia durante esta Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección. La resurrección de Cristo es la parte primordial de la fe cristiana, es el evento histórico sobre el cual se erige o se cae la doctrina cristiana.

A pesar de que Jesús les había hablado varias veces a sus discípulos acerca de su muerte y su resurrección, no todos ellos lo entendieron. Uno de sus discípulos más renuente a creer en la resurrección de su maestro fue Tomas, como lo apreciamos en la imagen de la pintura de Caravaggio, donde nos muestra a Cristo resucitado ante sus discípulos, pero Tomás se niega a creer, por lo que Jesús le ofrece que toque sus heridas.

La pintura se llama: “La incredulidad de Santo Tomás”, es pintura al óleo sobre lienzo pintado en 1602, por el pintor italiano Michelangelo Merisi da Caravaggio.

La pintura nos muestra la escena que se supone es una de las muestras de fe más grandes dentro de los evangelios. Escena que aun en estos tiempos al recordar la pasión y muerte de Jesucristo, muchos somos como fue el apóstol Tomas, nos cuesta trabajo creer porque hemos estado sumergidos en el materialismo, alejados de la doctrina y de la fe, y así es muy difícil creer en la resurrección de Jesucristo. Mantener una fe con un corazón dispuesto a recibir a Cristo, no es fácil para una gran mayoría. Pero el amor de nuestro salvador siempre está dispuesto y al igual que a Tomas, Cristo nos pide que toquemos con el alma sus heridas y creamos en él.

Para los creyentes, celebrar la Pascua de Resurrección, es un jubiloso festejo porque recordamos como Cristo venció el miedo al sufrimiento y a la muerte, nos deja esa gran enseñanza de como una forma de vida nos puede llevar a la plenitud del amor y que la paz que buscamos la encontramos justo también ahí, en la fe, en el amor, en nosotros mismos.  

Jesús nos enseña a saber reconocerlo por medio de los signos, de indicios, por medio de su presencia espiritual como el guía que se nos «aparece» constantemente en nuestra vida de todos los días, pero que muy difícilmente lo reconocemos por nuestra falta de fe. Hemos de aprender a descubrirlo y a experimentarlo en el fondo de nuestra alma por la fe y el amor. Dejarnos llevar a la transformación interior de nuestro ser con la luz de Cristo resucitado. Seguir sus enseñanzas, predicar su doctrina, resucitar en la fe; liberarnos de los egoísmos, las envidias y los complejos, buscar la purificación como la fase de limpieza y saneamiento interior, para entrar a una vida nueva, con la presencia del Señor resucitado

Es cuestión también de fe confiar en que los problemas que hoy tenemos en todo el mundo por la pandemia del coronavirus y otras contrariedades que se pudieran presentar, depende de nuestra actitud, haciendo lo que nos corresponde y como lo ha dicho en sus mensajes el Papa Francisco: dejando en la gracia de Dios lo que no está en nuestras manos y que solo con la fe como cristianos se puede confiar en que él nos ayudara a salir de este mal. Nos a invitado a mantenernos en oración y que este día también se invita a la convivencia familiar y que este día se caracterice por la alegría de la celebración de la Pascua y la Resurrección de Cristo.

Este domingo 12 de abril, el Papa Francisco ha celebrado en la Basílica de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección. Acto seguido oró por el mundo entero e impartió la bendición Urbi et Orbi a la humanidad y a toda la creación.

“Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios”, afirmó el Papa Francisco profundizando sobre el sentido de la esperanza.

El Evangelio de Hoy

La resurrección de Jesús

Evangelio de Juan 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

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