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RECUERDOS DE “EL AÑO DE LA PESTE”

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CDMX.- Alucinantemente, como corresponde a la anticipación de las buenas obras de ciencia ficción, el panorama político-epidemiológico actual sigue al pie de la letra el guión de una cinta que hace 42 años pasó desapercibida, pero que hoy cobra vibrante actualidad, pues su trama parece querer ser calcada casi al dedillo por los que ahora ocupan los mayores cargos: EL AÑO DE LA PESTE.

Los años 70 fueron claves para que la censura fílmica se aflojara. A ello contribuyó que uno de los preferidos del presidente Echeverría fuera gran amante del cine. Así, llegaron en esta década las cintas políticas más importantes del siglo XX, obras de denuncia o de abierta oposición que sin embargo a veces se exhibían a lo grande y gozaban del favor del régimen, que de esa forma hacia más glamoroso el proverbial atole con el dedo. «Canoa» es la gran cinta de esta época dorada del cine político nacional. Las llagas del movimiento estudiantil no habían cerrado, y esta obra de Felipe Cazals mostraría tangencialmente esa irrepetible tensión que cambió para siempre al país a partir de 1968.

Sin embargo, la excesiva carga política de «Canoa» la hace cine militante. Muy diferente es una obra soslayada del mismo Felipe Cazals: «El año de la peste», que explora las posibilidades de una peste en una urbe actual (que no es otra que la Ciudad de México) y las reacciones del gobierno y los medios ante la epidemia. Basada en un guión de Gabriel García Márquez, quien se basó en el «Diario del año de la peste» de Daniel Defoe»; la cinta de Cazals logra darnos una visión irónica, ácida y desesperanzada de lo que sucedería si la peste nos alcanzara.

Aunque no desdeña las escenas «shock» (cadáveres regados por las calles, fosas comunes pletóricas, suicidios, huérfanos, camiones de basura recogiendo muertos), la película resulta interesante al mostrarnos una clase gobernante que cínicamente niega que exista le enfermedad: la escena en que el Presidente (interpretado por Tito Junco) declara que «nunca ha habido peste, y nunca la habrá» es soberbia. Los cuadros que muestran a la multitud subiendo a la pirámide de la Luna para solicitar el auxilio de los viejos dioses, los edificios de la ciudad con su bandera amarilla y los ciudadanos aislados de forma brutal, contribuyen a darle una atmósfera especial a la cinta, que remata sardónicamente citando un boletín del gobierno que atribuye los 300 mil muertos en la pandemia a un lote de dentífrico adulterado.

«El año de la peste», cinta de ciencia ficción sui géneris, logró de forma inmejorable mostrarnos que el problema real de nuestra clase política no es su falta de perspectiva, sino su cinismo desbordante, que por momentos cae en gracia, pero que desanima en grado sumo el desarrollo de la nación. Y hoy más que nunca, muestra que los viejos vinagres salieron del partido institucional, pero el partido jamás saldrá de ellos. / Salvador Quiauhtlazollin.

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