Me gusta sobremanera platicar con fumadores, mujeres u hombres, aunque no sean famosos: taxistas, escritores, músicos, seres anónimos.
Pero su aroma debe ser tabaco, desde los cabellos a la ropa, y mejor si ya tienen tos típica, arrugas, piel azulada, voz cavernosa, ojos inyectados, algo de dificultad para respirar.
Es más, si se puede les busco la plática y me abismo pensando si en su «long and winding road», alguna vez trataron de alejarse de ese su cielo.
Si alguien enciende un cigarro y valoro si más o menos es heavy smoker, cuando es posible me le acerco para conversar, busco pretextos.
Cuando los amigos viajan les encargo una cajetilla de cigarrillos «sabrosos» y los voy obsequiando de a uno por uno, cuando se puede, para platicar con los que se dejan.
Aunque se les haga raro si yo no los secundo y les esté obsequiando, me justifico fácilmente.
Luis Adonaegui me regaló un paquete de turcos y me dicen: «son la hostia, deliciosos»
Los hábitos perennes me intrigan, me asombran: un fumador fundamentalista, jamás dejará de fumar, aunque se esté muriendo de enfisema pulmonar.
Por lo demás, todos lo sabemos: en los hospitales de enfermedades respiratorias, los pacientes se las ingenian para pergeñar cigarrillos y fumarlos a hurtadillas, como los personajes de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro y como él mismo, este amado escritor peruano.
En francés existe una palabra, «juissance», usurpada por Lacan para sus requerimientos teóricos: la traducen como «el goce», pero va más allá de eso: por ejemplo la cocaína, la heroína, la comida, el alcohol, el tabaco: los consumes más allá de tu débil voluntad, a sabiendas de lo letal del asunto, pero no lo puedes evitar, estás perfectamente advertido de las mortales consecuencias y sigues, es inexorable. «El hombre busca su mal»
Fumar es el paraíso, el nirvana, la fiesta, mogambo, twistear, pirarse, dropouterse, relajarse, crisparse, hipsterearse, potenciar el disfrute del drink, del relato, la conversación, la escritura, los besos, los abrazos, elevarse a la música, al filme; consuelo para maridar las penas de amor o las despostilladas al ego, energetizar un speech y la gozosa sobremesa. Ah, puede uno ligarse a mujeres guapas porque son bien narcisas, son fumadoras; salen a fumar en donde se pueda, para ser admiradas: entonces yo aparezco con mi alforja de elogios, mi discurso mesmerizante y sólo llamarada de petate.
La verdad no me gustó la prohibición a los fumadores en la ciudad, se desesperan, sufren mucho; y al igual, pienso que las «drogas» onteógenas se deben despenalizar como lo están las aguas ardientes.
Total uno elige destruirse desde «el reino de su libertad».
Mientras tanto yo obsequio cigarrillos e invito drinks a los heavy drinkers.
Con las pasiones y los «vicios» yo no me meto, los respeto, los admiro, los estimulo, les rindo tributo: Where the eagles dare, and, Lie down with lions.
Juan Heladio Ríos Ortega.
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