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LAS SUFRAGISTAS: CLARA CAMPOAMOR, LA MUJER OLVIDADA

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Mujeres de dos siglos, época de lucha por la igualdad de los derechos civiles entre hombre y mujeres, generación de sufragistas universales. Mujeres que se atrevieron a abrir la puerta del conocimiento, dejando atrás la ignorancia, porque entendieron que era la única forma de hacer valer su causa. Mujeres que se atrevieron a luchar por otras, dejándoles un camino libre por donde transitar.

Mujeres que comprendieron que el estandarte del feminismo, en masa o solas; haciendo ruido, rompiendo cristales, o alzando la voz en un congreso, solo llegaría a la gloria por medio del abatimiento de la ignorancia y el esclarecimiento del conocimiento como única arma para luchar por su causa: La igualdad de derechos entre hombres y mujeres, por el simple hecho de pertenecer al género humano. Mujeres como la estadounidense Susan Brownell Anthony, la británica Emmeline Pankhurst, la española Clara Campoamor, y por supuesto la mexicana Hermila Galindo Acosta, entre otras mujeres que representaron el movimiento sufragista universal.

Al acercarse el día internacional de la mujer, es un buen pretexto para hablar un poco de alguna de ellas.

En esta primera entrega les hablare un poco de la española “Clara Campoamor, la mujer olvidada”. La mujer que dio su vida a la causa de la lucha por los derechos de las mujeres, la abogada, la política, la Diputada que alzo la voz en el Congreso Constituyente y logro que 1931 se otorgara el derecho al voto a las mujeres españolas. Mujer de una valía inigualable que las circunstancias de su país la hicieron vivir en el exilio y no regresar a su país hasta después de su muerte. Para quien no la conoce, hablemos pues un poco de quien fue esta heroína del sufragio.

Clara Campoamor es como la luz y guía de los y las feministas, su pensamiento y su lucha, hace que nos olvidemos de las cosas menos esenciales y caminemos todos juntos. El hecho de segmentar el feminismo hace un daño enorme a ambos géneros, para ella el feminismo siempre fue “la equiparación de los derechos de la mujer con los del hombre, ni más ni menos”.

En los anales de la historia de España se le considerada como un ejemplo de mujer estadista del siglo XX, al establecer dentro de sus ideales que: “un Estado pleno y democrático para España, solo podía ser si se incluía tanto a hombres como a mujeres”.

Su enorme interés y visión global sobre los principales asuntos del Estado, además de su gran conocimiento de leyes y, sobre todo de la Constitución, fue sin duda, el hecho fundamental en que el sistema político, los diputados congresistas, reconocieran, en los Congresos Constituyentes de 1931, la igualdad política entre hombres y mujeres.

Al hacer uso de la tribuna, en una de sus célebres intervenciones en el Congreso, Campoamor expresaba:

Yo me siento ciudadana antes de mujer, y considero que sería un gran error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros, no cometáis un error histórico que no tendréis bastante tiempo para llorar, perdonarme si los moleste”.

La sufragista española, Clara Campoamor Rodríguez, fue la principal responsable del sufragio universal en España, del voto de las mujeres y, sobre todo, de su dignificación como la otra mitad del género humano.

Clara Campoamor Rodríguez, “la defensora del voto femenino”, nació en Madrid el 12 de febrero de 1888, fue hija del contable, Manuel Campoamor y de la costurera María Pilar Rodríguez, tuvo dos hermanos. Su padre falleció cuando ella tenía solo trece años y tras su muerte tuvo que abandonar la escuela para trabajar y contribuir al sustento familiar.  

La joven Clara trabajó, primeramente, como costurera al lado de su madre; después se incorporó a un comercio como dependienta, en el año de 1909, ya con 21 años de edad, consiguió trabajo como auxiliar de la oficina de Telégrafos del Ministerio de Gobernación, en el cual es destinada a laborar en la ciudad de Zaragoza, y al poco tiempo en San Sebastián.

En 1914 consigue una plaza por oposición en el Ministerio de Instrucción Pública como profesora de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas de Adultas en Madrid. Más tarde, simultáneamente, con su trabajo de maestra se desempeñó como secretaria del director del periódico “La Tribuna”. Donde empieza a interesarse en los asuntos políticos.

Clara tiene un gran deseo de ser abogada, y a la con 33 años inicia sus estudios de bachillerato, para posteriormente matricularse e ingresar en la Universidad Complutense de Madrid donde estudia Derecho. Se gradúa como abogada en 1924, cuando ya tenía 36 años. Al año siguiente logra incorporarse al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, y empieza a trabajar como abogada en su propio despacho. Mas tarde ingresa a la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País.

Siendo una republicana convencida se une a la organización de la Agrupación Liberal Socialista, la que abandona al no estar de acuerdo en la existente dictadura de Primo de Rivera. Campo Amor, fue una gran conferencista, brillando por sus excelentes discursos en pro de la Republica.  

En 1931 y tras la proclamación de la II República, celebrada el 14 de abril. Campoamor, se separa del Partido Republicano al que había militado por mucho tiempo y se incorpora al Partido Radical Socialista de donde sale candidata a Diputada. El sufragio en España era censitario y en ese contexto es candidata y obtiene el triunfo en las urnas. Así fue elegida Diputada por Madrid del Partido Radical. Durante este periodo formó parte del consejo que elaboró la Constitución de la nueva república. Y fue ahí, precisamente, como constituyente, que no descanso hasta alcanzar el reconocimiento del sufragio universal para todas las mujeres españolas; pues no todos los diputados estaban de acuerdo con ella, incluyendo a su colega la Diputada Victoria Kent, por lo que el debate en la Corte fue intenso.

En dichos debates realizados en el Congreso se argumentó que las mujeres aún no estaban preparadas para votar, aunque merecieran ese derecho. Aseguraron que estaban muy influenciadas por la Iglesia y que votarían por la derecha.

Sobre este importante aspecto, Clara Campoamor hace una enérgica defensa del voto de las mujeres basada en el principio de igualdad; señalaba que solo teniendo los derechos políticos se sabría usar la libertad y que al igual que el hombre los debía tener la mujer; consideraba que  tenerlos es un derecho natural por ser seres humanos. Derecho que defendió en todo momento frente a las Cortes Constitucionales.

Finalmente, el 1 de octubre de 1931, se lleva a votación el tema del voto femenino y con 161 votos a favor y 121 en contra se aprobaron los artículos 34 y 36 de la Nueva Constitución, en el que se recogía y plasmaba el sufragio femenino. Ese día las mujeres españolas obtuvieron el derecho al voto en España. La Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes Constituyentes, y sería la que regiría a la Segunda República Española. En las elecciones de 1933, se hizo efectivo este derecho y las mujeres pudieron elegir libremente a sus representantes.

La abogada Campoamor estaba apoyada por una gran cantidad de feministas españolas; además, de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, que era presidida por Benita Asas Manterola. Campoamor recibió de esta organización el reconocimiento por ser la pionera en el ejercicio de debatir en las Cortes y la primera delegada en Sociedad de Naciones, actualmente conocida como la Organización de las Naciones Unidas (ONU); así como la mujer que logró que se reconozca el Voto de la mujer española.

A la Diputada Clara Campoamor, la historia de España la tiene como ejemplo de una mujer de fuerte convicciones feministas, que consideró los derechos de la mujer por encima de los intereses de los partidos de aquella época, al abogar por el voto de la mujer como un derecho fundamental.

En su periodo como Diputada entre 1931 y 1933, sus intervenciones fueron muy elocuentes al debatir el tema de la abolición de la prostitución, cuando apeló a que el Estado no podía permitir “la posibilidad de la degradación de un enorme número de mujeres”; también, presentó varias enmiendas a la Ley de Divorcio; y al Código Penal en relación al adulterio.

Otra participación relevante fue en la presentación de enmiendas en los debates sobre los Presupuesto Generales del Estado de 1932 y 1933. Y asimismo, fue la primera firmante de la proposición no de ley para que se emitiera un sello con la efigie de Mariana Pineda.

Clara Campoamor no pudo renovar su escaño en la comisión del año 1933. Un año después, y  tras abandonar el Partido Radical intentó afiliarse a Izquierda Republicana, pero  su petición no fue admitida. Por este hecho, Campoamor se convierte en una republicana sin partido. Después de esto, en 1935, publicó su libro “Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”, siendo este un ajustado relato de defensa de su actuación y de su lucha a favor de los derechos de la mujer, pero también de su soledad política; soledad que no la abandonaría ya nunca y que habría de continuar durante la guerra civil y su posterior exilio en Argentina y Suiza.

En julio de 1936 estalló la Guerra Civil entre el Bando Republicano y el Bando Nacionalista. Por aquella época, el presidente de España era Manuel Azaña, un republicano elegido democráticamente, y quien sufre un golpe de estado del Ejército Español comandado por el General Francisco Franco. Tras la victoria del General Franco y del Bando Nacionalista, comenzó una dictadura en el país que duró casi 40 años, desde 1939 hasta 1975, año en el que falleció el dictador español.  

Temiendo por su vida tuvo que huir de la zona republicana en el otoño de 1936, y se instaló en Lausana, Suiza. A finales de aquel año ya había redactado el cuerpo principal de su más conocido libro “La revolución española vista por una republicana”. Un análisis político sobre los acontecimientos en la primavera y el verano de 1936. La obra es traducida al francés por su amiga suiza Antoinette Quinche y publicada en París en 1937.

Desde finales de los cuarenta hasta mediados de los cincuenta intenta regresar a España. Pero por estar fichada como masona en el Tribunal de Represión de la Masonería, decide quedarse en el exilio.

En 1938 abandona Suiza y se traslada a Argentina, donde permanece hasta 1955. Tras vivir una década en Buenos Aires y trabajar con traductora y escritora de biografías, en 1955 se regresa a Suiza y se instala en Lausana con su amiga la abogada Antoinette Quinche. Allí ejerció como abogada en el bufete de Quinche, además de dedicarse a dar conferencias e impartir clases en escuelas para adultos, funda un ateneo local para ayudar a los trabajadores españoles. Escribe para periódicos europeos y latinoamericanos, y participa en diversas organizaciones feministas mundiales.

 Tras casi 17 años de radicar en Suiza, fallece a los 84 años de edad en Lausana, el 30 de abril de 1972, víctima de un cáncer. Sus restos fueron incinerados y trasladados a España, donde descansan en San Sebastián, en el Cementerio de Polloe.

Con la democracia restablecida después de la Transición, los derechos por los que luchó Clara Campoamor se recuperaron. Se convirtió en un referente para el feminismo. Gracias a su firme convicción y defensa del sufragio femenino en España, hoy las mujeres pueden votar libremente.

Clara Campoamor trabajó para que no hubiera discriminación de sexos, por la igualdad entre los hijos extramaritales y por el divorcio. Sin embargo, por lo que más se recuerda a la abogada es por su lucha por el sufragio universal.

La abogada Campoamor, tiene el honor de haber sido en la historia política de España, la única mujer que ha participado en una ponencia constitucional. Lo hizo en la Comisión encargada de la redacción de la Constitución Republicana de 1931. Clara tituló uno de sus libros: “Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”.

“Defendí en Cortes Constituyentes los derechos femeninos. Deber indeclinable de mujer que no puede traicionar a su sexo”.

Su lucha y sus conquistas fueron una virtud, nunca un “pecado”. Una inmensa virtud pública al servicio de la democracia en España, que siempre estará en deuda con el legado inmortal de Clara Campoamor.

«Cuando veo cuál ha sido el resultado de nuestras antiguas luchas y esfuerzos me pregunto si verdaderamente vale la pena hacer algo en la vida (…). Creo que lo único que ha quedado de la República es lo que yo hice, el voto femenino, pues aunque resulte la igualdad en la nada, no se han decidido a borrarlo; pero en cuanto a lo demás…. Y aún confieso que me sorprenden las modificaciones recaídas en el Derecho procesal y que usted me ha comunicado. Es que la fuerza de la realidad es tan grande que aun los más recalcitrantes tienen que rendirse y hacer alguna concesión a la marcha del tiempo. Lo que importaría es que las mejores de entre ustedes mantuvieran el clima, a la espera de mejores momentos que han de llegar indefectiblemente, aunque no se sepa cuándo».

Palabras de una carta enviada por Clara a su amiga, la abogada María Telo, en 1959:

Laura Ramos.

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