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Todos los días deberían ser día del amor. Todos deberíamos de cuidar de hacer valer el sentimiento. Todos los días deberíamos practicarlo, así, como llana consigna.
Cada día traduciríamos eso que se dice tan fácil: ser un humano mejor. Así día a día el corazón dominaría a la torpe razón.
Sí, cada minuto debería ser así, ser más con las tripas; esas llamadas fibras del alma, esas que no son cursis esas que nos distinguen volviéndonos angélicos.
Hacer el amor no son tarjetas ni globos a la amada esas obediencias son mandatos de torpes mercaderes.
Amor es hasta barrer una calle para tender un piso limpio al semejante, amor debería ser ayudar a un viejecito a cruzar la calle o ceder el paso a un peatón desde tu máquina automovilística o respetar a tu hijo en sus deseos profesionales o ser sincero ante el amor mismo a tu pareja, amor queriendo ser y dejando ser, así, sólo así, como un «Let it be» cantado por Los Beatles.
Amor podría ser decirle deleitado a la pareja:»Vieja que rico te quedó el arroz y las lentejas». Al final de cuentas ¿qué es el amor? Amor debería ser sólo respirar el aire y congraciarnos.
Sí, mi amigo, yo creo que todos los días podrían ser día del amor sería lindo ejercicio decir así como el alcohólico: «sólo por hoy, sólo por hoy voy a practicarlo».
Porque el amor aparece, claro que sí, así como una tercera llamada teatral que dice: ¡Comenzamos! Lo demás será el asombro. El nunca contestarnos.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
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