2007. Hace varios días, caminé rumbo a la Casa del Niño y me detuve en la esquina de Cupatitzio y Abigail Patiño, antiguamente 4ª de Cupatitzio y 1a. de Camela; donde me llamó la atención ver las ruinas de un caserón que se encuentra en peligro de caerse y que su propietario, según parece, lo tiene en venta.
Tal lugar ahora indiferente y olvidado por los uruapenses modernos fue el «Mesón de la Libertad», uno de los mejores que hubo en el pueblo hace alrededor de un siglo y que representaba para una cantidad considerable de arrieros el sitio de descanso seguro para continuar la difícil jornada rumbo a otros caminos o bien para de ahí distribuir la mercancía a sus clientes del pueblo.
La fisonomía del lugar ahora da profunda tristeza, y es seguro que pronto se destruya, ¡ojalá que mejor se rehabilitara!
Sin embargo, el mesón referido en su conjunto, sus paredes de adobe, el piso de tierra, la baldosa, la madera apolillada, su techo de teja agrietada, el patio maltratado, todo destruido por el ajetreo del tiempo; simbolizan un recuerdo que merece mantenerse vivo, al menos en nuestra memoria.
Luego de unos instantes de contemplar el antiguo mesón, me retiré y pensé en que, costaría poco hacer unas pequeñas notas respecto a este y varios mesones más que han existido en Uruapan, considerando que esta tregua mesonera se puede hacer a través de un pequeño estudio sobre «La arriería y los mesones de Uruapan».
En este preciso instante, mientras la abismal tecnología de digital en todas sus presentaciones domina y controla al mundo entero, en un desarrollo científico inmedible, loco, presto; donde prevalece una agitada sociedad que vive, por si no fuera suficiente, en una incontrolable inseguridad y falta de humanismo.
Más adelante, se escribe de forma general la breve historia de los mesones uruapenses. Naturalmente, como sucede al hablar de un tema nuevo, espero que valga la pena su estudio.
El nombre, historia y ubicación de los mesones citados y los argumentos aquí descritos fueron redactados en base a fuentes confiables y testimonios de buena fe.
Es seguro que con esto, se pueda recordar y respirar un poco el espíritu del añorado pueblo de Uruapan del ayer, nada parecido a estos tiempos de modernidad consumible.
La palabra «mesón» viene del latín ¨mansio, mansionis¨ y significa: Casa pública donde por dinero se daba albergue y comida algunas veces, a viajeros, arrieros, caballerías y carruajes. La clientela predilecta de los mesoneros, en todo México fueron los arrieros.
La historia del arriero era típica y singular. Una vez que llegaban al pueblo determinado, considerado como otra «Jornada», los arrieros ansiosos entraban a su mesón preferido, con sus recuas y mercancías, dispersos como en un campamento. En su estancia, los sonidos de su grupera eran reconocibles: los cascos del hatajo resonaban en el patio empedrado del mesón; las bestias eran dirigidas por el arriero, aquél personaje que portaba un sombrero de palma ennegrecido por las constantes lluvias; gabán, calzones blancos, mostrando en la cintura la víbora del dinero, y su peculiar estilo de hablar que lo podían identificar como lépero, fanfarrón, mal hablado, deslenguado y hasta chismoso.
Al encontrarse en el interior del mesón, uno se puede imaginar la concentración de mesconlanza de arrieros. Cada uno descargando sus productos, después de largas diligencias o jornadas de 5 o 6 y hasta 8 leguas. Con peligro de ser atacados por las gavillas de bandoleros que merodeaban por sus rumbos. Aunado a esto soportando caminos llenos de tierra, pedrerío, montañas, bancos, lodo; resistiendo los aguaceros de la temporada, o enojados al ver caer en el lodazal algún animal de su recua, o cuando era temporada de sequías, sin donde poder beber agua.
Hambrientos y cansados se encontraban en el mesón con sus fieles animales. Representaba el sitio de reunión de aquella gente pintoresca, que luego de dejar amontonados los bultos junto a las paredes, como trincheras; se disponían a platicar con el dueño o encargado del mesón, mientras cepillaban sus mulas o fumaban recostados junto a los bultos de piloncillo o jarcia; hablaban del clima, las últimas noticias del asalto del camino, los chismes, los remedios, etc., y posteriormente, ya cansados de tanto tararear, se iban a echar una dormidita. Aunque muchos preferían dormir en el corredor, al cuidado de su carga, ya que habría que tener desconfianza cuando llegaba uno que otro huésped desconocido.
O también, ya encerradas las recuas en el pesebre, directos concurrían a la plaza principal o el mercado para comprar algo de comer, por decir, calabaza con piloncillo, atoles, huevo con chile, café, pan, un guisadito, tortilla con queso y chile en vinagre, en fin.
La vida en los mesones siempre fue toda una experiencia meramente provinciana, aún capitalina.
Cuando el silencio de la noche aparecía, muchas veces a la luz de la vela parada en un aparejo, se oía masticar a los animales, engreídos de la pastura. En un rincón dormían amontonados los puercos, gruñendo de frío, y las vigas protestaban en sobrepesos de gallinas. Los pollos perseguían en disputas un grano de maíz.
Al amanecer, los arrieros estaban de pie y habiendo desayunado, ensillaban sus bestias de mano y después de reunir a las otras, partían hacía la siguiente Jornada.
La arriería fue una época muy interesante, en casi todos los pueblos existieron mesones, Uruapan no podía ser la excepción. Aunque a principios del siglo XX y posteriormente, con la masificación de viajes utilizando el servicio del ferrocarril, la construcción de hoteles, el incremento de carros de carga, y vías terrestres y de caminos; poco a poco el trabajo de arriero fue decayendo, y muchos de ellos se transformaron en flamantes comerciantes establecidos y otros se quedaron sin trabajo.
En este sentido, durante algunos siglos (y hasta la fecha), Uruapan por ser un lugar estratégico de enlace entre la tierra caliente, la meseta tarasca y la capital del estado, ha sido el centro rector del comercio regional, ya que el desarrollo económico de muchos pueblos, tiene que ver con la Perla del Cupatitzio.
Como se sabe, el desplazamiento de artículos y mercancía de distintos orígenes de cualquier población está en relación con la tecnología y vías de comunicación y transporte.
En Uruapan, como en otros poblados, durante décadas, arrieros y mesones fueron parte de la vida comercial en pequeño. Más cuando existe la certeza de que hace más de un siglo y medio, por la necesidad de contar con lugares de albergue, en el vergel michoacano se instalaron este tipo de alojamientos regenteados por particulares.
Los mesones uruapenses, al igual que los de otros sitios, se caracterizaban por ser espacios a los que arribaban arrieros con su recua de mulas o burros que traían de peso un atajo de mercancía. Su procedencia era la meseta purépecha, la tierra caliente michoacana, Tingambato, Morelia, Ziracuaretiro, Taretan, etc., o bien llevaban de aquí productos hechos en esta región a muchísimos pueblos de aquellas y otras latitudes.
Históricamente, ya en la época de la Nueva España, se hablaba del «Imperio del Mesón y la Carreta», por ser la manera de desplazamiento del tráfico comercial común de entonces.
La zona de Uruapan, como se dijo, era lugar de encuentro, los arrieros siempre se conducían hasta aquí.
Fueron varios los caminos de arriería de esta zona, pero tres lo más usuales: uno se comunicaba con la meseta purépecha, en el que los arrieros venían procedentes de ciudades del Noroeste de Michoacán (Zamora, Purépero, Zacapu, etc.). Otro camino era hacía la ciudad cañera, Taretan y otro más a la Tierra Caliente y Apatzingán. Estos últimos dos, se podían conectar entre sí en el camino intermedio de Tingambato, por donde salían dos vías, una que bajaba a Taretan y la otra que iba hacia la Tierra Caliente. Aunque, muchísimos arrieros hacían jornadas increíbles y de acuerdo a su necesidad. Otros más llegaban a cruzar por varios estados de la república hasta llegar a su lugar de origen. Por ejemplo, por increíble que parezca, don Carlos García Manzo, dice que su abuelo llegó hacer jornadas desde Chiapas hasta Michoacán.
Así, una vez en Uruapan, los hijos del camino, arribaban entre nubes de polvo, dando coses y atropellándose al grito de ¡Hagan hilo, hagan hilo!, voces que reconocía la gente del pueblo.
!Qué no traían o llevaban de Uruapan los arrieros¡, desde carne seca, jarcia, camballas, mantelería, linos de todo tipo, tejidos de lana, manteca blanca, rebozos, zarapes, queso, pieles en bruto, ocote, jícamas, naranjas, limones, cacahuate, leña, charanda, alcohol, mantas, percales, herepitas de tejamanil, ropa, telas, hasta camas de madera y colchones.
Un mesón que ha quedado para la historia de Uruapan y quizás sea el primero del que se tenga en referencia, es el llamado Mesón de Morelos, que se situaba en la antigua Avenida Ocampo, hoy simplemente Calle Ocampo.
Exactamente donde se reuniera el Congreso de Anáhuac, con el Siervo de la Nación, don José María Morelos, a mediados de 1814, para preparar la redacción de la primera constitución mexicana, llamada Constitución de Apatzingán, promulgada el 22 de octubre de aquél año, en esa ciudad.
Tal mesón, es citado en la gran obra del escritor parachense, Lic. Eduardo Ruíz (ver página 417, del libro «La Guerra de Intervención en Michoacán», Segunda Edición, Comité editorial del Gobierno de Michoacán, Balsal Editores, Morelia, 1986).
Otro mesón de gran popularidad por su tamaño y servicios que ofrecía fue el «Mesón de Reforma», ubicado en la tercera calle de Reforma, un tiempo propiedad de don Ignacio Rodríguez.
También en la antigua calle del Beaterio (hoy Corregidora) estuvo un mesón de nombre «San Francisco», ubicado exactamente donde alrededor del año de 1923 se construyó el «Hotel París» y ahora está el flamante Mercado Vasco de Quiroga.
Dicho mesón ya funcionaba a principios de los años 90´s del siglo XIX. En esta calle a principios de 1900, había otros dos, el de «El Angel» y el de «San Antonio», ambos mencionados en la obra biográfica sobre Cenobio Moreno, escrita por literato José Ceballos Maldonado.
Ya desde 1896 se hablaba del «Mesón de Tacuba», en la cuarta de Santiago, hoy Emilio Carranza, propiedad de don Antonio Losoya.
Como se explicó, a parte de los mesones citados, en Uruapan dada su posición geográfica respecto a la Meseta Tarasca, la Tierra Caliente y el camino a Morelia, hay la certeza, la seguridad, de que en lugares estratégicos y cercanos al centro de la ciudad se establecieron muchos mesones. Se creé que en cada barrio había por lo menos de uno a dos y hasta cinco mesones, o sea que, como unos veinte o treinta, aproximadamente en toda la parte donde se localizan los barrios que fundara Tata Juanito.
Existieron algunos mesones más, como por ejemplo: “El mesón de Bravo”, que estaba en la calle de Nicolás Bravo y un tiempo fuera propiedad de don Manuel Hernández, hijo de don Epifanio Hernández, y suegro de Luis Manuel López Barriga; estuvo en servicio casi por cien años, cerrando sus puertas hacia los años 70’s del siglo pasado. Hoy ahí se ubica un gran y lujoso hotel, el Hotel Continental.
El “Mesón de la Libertad», situado en la mencionada esquina de Cupatitzio y Abigail Patiño, también figura como un mesón sobresaliente mucho antes del tiempo de la revolución mexicana, se entraba por Abigail Patiño. En los años 20´s del siglo pasado, en la esquina de ese mesón, estuvo una tienda de ropa del español Juan Alvarez.
El mesón «Del Negro» o «de la familia Vargas», se situó en calle Carrillo Puerto, entre Independencia y Emilio Carranza, media cuadra hacia el Sur de la antigua tienda -ahora desaparecida- «La Fortaleza», de don Emilio Moreno.
Hoy día es una cochera y pertenece a la familia Vargas Alvírez, descendientes directos del Lic. Eduardo Ruiz. En ese mesón llegaron a presentarse funciones de circo, por estar cercano a la escuela Juan Delgado, allá por 1919, según recordara don Hilario Valencia Brom(+), alumno del plantel en aquellos ayeres.
El “Mesón del Chirimoyo», antiguo “Mesón de Tacuba”, como se señalara, estuvo ubicado en la cuarta cuadra de Emilio Carranza, rumbo a la capilla de Santiago, por donde ahora esta una cocina de comida típica yucateca, frente a donde vive la familia Pérez Solorio. Actualmente es una cochera.
Igualmente, el “Mesón del Norte» o «Del Ferrocarril», ubicado en la tercera calle de la Aurora, hoy Aquiles Serdán 47, según la señorita Rosa Orosco Aguilar, era de don José Ramírez.
El “Mesón de los once Cuartos», se encontraba en la tercera calle de Alvaro Obregón, antiguamente calle de San Francisco. Se entraba por Tejeda. Ese lugar, allá por los años 40´s del siglo pasado se transformó en una vecindad muy famosa.
El “Mesón del Paso Preciso», se encontraba antes de llegar a la esquina de la cuarta calle de Manuel Ocaranza, camino hacia el Panteón, al lado de la tienda «El Paso Preciso».
El “Mesón de las Pulgas”, se situó a principios del siglo XX, junto a la Capilla de la Trinidad, donde hoy se encuentra el Jardín de Niños Miguel Hidalgo, en la esquina de las calles de Reforma y Aldama.
El “Mesón del Mosaico», un tiempo propiedad de Carlos Coria, padre del gran locutor de la vieja guardia Manuel Coria Guido y luego propiedad de don Roberto Cerda Espinoza; se localizaba en esquina de García Pérez y Hortensia, hoy Juan Ayala e Isaac Arriaga, donde en la actualidad hay una tienda de construcciones de nombre «La Miscelánea», del Sr. Cendejas.
El “Mesón de la Providencia», situado frente a la fábrica del mismo nombre, por la calle Cupatitzio cerca de donde está la CFE. La mayoría de los arrieros que frecuentaban este lugar venían o iban a Tierra Caliente, y solicitaban en servicio cuando ya no alcanzaban lugar en el espacio del “Mesón de la Libertad».
El “Mesón de San Luis», estuvo sobre la calle Revolución, en el Barrio de San Juan Bautista o Quemado, como mejor se le conoce.
Otros más de la lista son: el “Mesón Hidalgo», por la calle de Hidalgo. El “Mesón de la Potosina», en la quinta calle Morelos, a unos pasos de la famosa tienda del mismo nombre. Por ahí se encuentra ahora una sucursal de la perfumería «La española». Era un mesón llamativo según lo recordaba el purepeño José “el chispa” Pulido (+). También se le llamó el “Mesón del Sordo», ya que el encargado era una persona que no escuchaba bien. Estaba amplio, tenía cuartos espaciosos y habilitados, casi como un hotel modesto.
Hilario Valencia (1910-2007) señalaba que hubo otro mesón a un lado de donde ahora se encuentra la escuela Francisco Camorlinga, por la calle Obregón. Al mismo tiempo, donde asesinaron, en 1936, al revolucionario Irineo Rauda, en la segunda de Obregón, había un mesón conocido como “Mesón del Gallo», ya que en ese lugar también se realizaban peleas de gallos y muchos le decían “La Plaza de Gallos”. Los Navarro Quiroz vivían frente al mesón señalado, donde precisamente surgiría la radiodifusión en Uruapan, el 13 de noviembre de 1943, con la estación Radio Uruapan.
Existieron varios mesones que son señalados en la obra monográfica de Francisco Miranda, pero no cita el lugar de ubicación ni sus propietarios, estos son: El “Mesón de la Paz» (posiblemente se encontraba en la Calle de la Paz, hoy Madero); el “Mesón de la Luz», el “Mesón de la Salud», el “Mesón del Nopal», el “Mesón del Marinero» y el “Mesón Del Venado», probablemente en la calle que hoy se llama Artículo 123.
Por otra parte, a mediados del siglo XX, el pueblo de Uruapan comenzó un enorme desarrollo urbano y social, de mejoramiento de sus plazas, que hasta la fecha no ha concluido, y lo más seguro, ¡ni concluirá!, ante los programas de gobierno en turno y las exigencias partidarias.
Sin embargo, esto ha originado la creación de nuevos caminos, carreteras, calles, avenidas, paseos, etc. y por ende la llegada de vehículos foráneos de carga, que junto con el transporte ferroviario y particular, dio como resultado que la mayoría de los mesones cerraran sus puertas, y algunos se convirtieran en otro tipo de negociaciones, al ir desapareciendo su cliente asiduo, el arriero.
De esta forma, actualmente es muy seguro es que ya no halla mesones en el centro y barrios del pueblo, salvo alguno en la periferia, ya que aquella época tan pintoresca y llena de costumbrismo llegó a su fin. Sin embargo, la vida mesonera y sus protagonistas, los arrieros, han quedado en la historia y la memoria de los vecinos de aquella época del paraíso michoacano. Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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