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1930: ¿Jugamos otra partida de dominó, en el “Salón México”?

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Corría el año de 1930 y ya sobraba la clientela. A toda hora del día y parte de la noche, la animación del conocido Billares “Salón México”, atendido por don Justo de Anda; situado en la esquina Oriente del Antiguo Portal de los Solís, luego conocido como Portal Gordiano Guzmán, representaba el distintivo del centro de la ciudad.
El salón era confortable. Cuando se entraba por el patio del Portal Guzmán, así, en la parte derecha del interior del salón se apreciaban seis o siete mesas de billar para jugar “pool” y sólo una de “carambola”; más adentro había un tapanquito (mezzanine) donde se colocaron otras mesas para el juego del domino. Por esos años al exterior de centro de entretenimiento eran escasos los puestos ambulantes que ofrecieran sus mercancías y artículos.
Dentro del salón, en un continuo las mesas se llenaban, hubo ocasiones en las que se tenía que hacer cola para jugar. Una parte de los asistentes jugaban domino, otros preferían el billar, los de espera y muchos más bebían café u otro refrigerio.
El popular casino rompía con las clases sociales. Ahí se concentraban ricos y pobres. Hombres maduros, otros ya mayores y jóvenes, que ya para entrar en la edad adulta habían que integrarse a los hobbies de la época. No tan “avanzados” como los de nuestros días.
Casi siempre en la parte superior del techo del lugar, se podía percibir una tenue columna de humo, producida por los cigarros y puros de los entretenidos clientes de Don Justo, misma que al final se dispersaba.
A través de una simpática puerta, de dos hojas, al estilo campirano; los jugadores podían salir por la entrada principal y admirar al frente el monumento de los Mártires de Uruapan, en el Jardín y Plaza del mismo nombre; o despedirse por la Calle de Manuel Ocaranza (antes Calle de San Juan Evangelista), donde estaba la entrada secundaria, en aquél entonces frente al lugar de entretenimiento estaba “La Novia Elegante”.
Se sabe que en un principio el “Salón México” fue propiedad de Aniceto Rodríguez y que originalmente fue cantina, aunque luego De Anda lo mantuvo como sitio para jugar billar y domino. Abrió sus puertas al público por el año de 1926 y perduró hasta principios de los años 50´s del siglo pasado.
Ocupaba la planta de un caserón de un piso en la esquina del portal. En sí era muy amplio y seguro para distraerse sanamente.
Antes, en tal lugar estuvo el conocido “Potro Abajeño”, donde se vendían sillas para montar, su propietario se llamó Manuel Herrera.
En gran parte del tiempo que operó el salón, las negociaciones del Portal Guzmán, de Poniente a Oriente, eran: desde fines del siglo XIX, el servicio fotográfico “Casa Contreras”, negocio de los dueños de esa finca; al otro lado se encontraba el restaurante “Antojitos Palmira”, de doña Mariquita Saavedra, tía del famoso Julio el “Pollo” Saavedra, (quien luego destacara en el H. Cuerpo de Bomberos de esta ciudad); luego estaba el despacho jurídico del Lic. Luis Montaño; posteriormente la negociación conocida como “Agencia Columbia”, atendida por don Alfonso Figueroa, donde por primera vez se vendieran primeros discos sonoros de 78 rpm; a unos pasos, la tienda “La Uruapanse”, de don Agustín Mercado, una de las más antiguas tiendas que ha tenido este pueblo; más adelante, la casa del Lic. Martínez Aceves y a continuación, en la esquina Oriente del Portal, el solicitado “Salón México”.


El lugar perteneció a una época inolvidable. En Uruapan, por aquél tiempo, aunque ya repuntaba como ciudad importante, los aspectos modernos todavía no tocaban su fisonomía, por lo que significaba un pueblo muy provinciano.
Es justo decir que siempre estuvo al pendiente del negocio el señor de Anda y sus hermanos Ramón y Luis, que vigilaban el horario de las mesas. Detrás de un hermoso mostrador de madera michoacana, a la izquierda de la entrada por Manuel Ocaranza, se le veía muy arreglado con su chaleco y su inolvidable carrete, atendiendo personalmente a los clientes.
Era sin duda el lugar habitual de los uruapenses; catarrines, funcionarios locales, empleados, ferrocarrileros, camioneros, comerciantes, profesionistas, chavales, funcionarios locales, fabriqueños, ¡iba de todo¡
Por cierto, cuántas veces no se tuvo la presencia de algunos galanes de esos años que se hacían notar por ahí. Más los domingos al medio día, después de la matinée que se ofrecía el “Teatro-Cine Juárez”, situado en la calle de Madero y esquina 20 de Noviembre.
El juego siempre fue un embrujo, hechizaba al que lo probaba. Al interior del salón, las horas transcurrían sin que los jugadores lo notaran. Continuamente entraban y salían vendedores de billetes de lotería, de chucherías, boleros, curiosos, indecisos al juego, fisgones, etc. Aunque no podían faltar personas “cultas” y que sentaditos en una de las bancas de madera, a un costado de las mesas de pool, le echaban un vistazo al periódico de esos años, “El Luchador” y “La Voz de Uruapan”, que dirigía ya en 1936 atinadamente el Profesor de Coalcomán Ruperto Torres López.
Entre la incontable concurrencia que asistía al “Salón México”, figuraban personalidades de todo tipo. Desde el Dr. Rafael Alvarado Ponce hasta “Pancho el Gritón”, un tipo muy popular por muchos años.
Pero, sin orden cronológico se puede hacer una lista muy general de los cautivos del centro de entretenimiento: Gustavo Llanderal Peredo, que trabajó en el Cine Tariácuri; Bernabé Garibay, Carlos Barragán Sánchez; José Pulido Morales (El Chispa); Rosalio Alanis, de oficio chofer; Joaquín López Barriga, (a) El Findiche; el Sr. Juan Espinosa, administrador del agricultor de café Pedro Gutiérrez; Daniel Pacheco U., camionero; Ernesto Lemus, Carlos Valencia, el “Pollo” Saavedra; Gregorio Ochoa, tornero; Manuel Vega, Ignacio y Alfredo Valencia Alvarez; Rodolfo Torres, José L. Bejarano, Eduardo Chávez, dueño de la fábrica de aguardiente “La Charanda”, etc.
Los asiduos visitantes del “Salón México”, de vez en cuando escuchaban, frente a la Plaza y por Manuel Ocaranza, los primeros vehículos que circulaban en el pueblo, por ejemplo: el carro de don Pepito Izazaga, boticario tan conocido y pariente del célebre insurgente Izazaga; o el del Dr. Rafael Alvarado, de Manuel Moscardo, o de otros más.
También, no se olvidan aquellos momentos en que muchas damitas veían como un incómodo al “Salón México”, más cuando a la salida de las funciones del cine, hacía escala ahí algún galán que prefería quedarse en la algarabía y bullicio del salón para jugar un domino o pool con los conocidos; en vez de ir a dar unas vueltas en la Plaza de los Mártires de Uruapan, por el lado donde caminaban los jóvenes para encontrarse por coincidencia a las muchachas que lucían su belleza y esperaban que les llegara el flechazo de algún arriesgado que quisiera conquistarla.
Pero, desde épocas memorables, el gusto se rompe en géneros. O lo que es lo mismo, no hay que desesperarse pues a cada capillita se le llega su fiesta.
Por último, fue por el año de 1958 cuando, a causa de los cambios que sufrieran los portales, el “Salón México”, tuvo que cambiar de sede y se estableció por una temporadita en la planta alta del Cine Odeón, al inicio de la actual calle Corregidora, antes Calle Del Beaterio. Aunque ya para entonces la clientela era muy diferente a la de los 20`s, 30´s y 40´s.

Nota: El texto anterior se basó en varias entrevistas hechas por el autor del presente texto a don Nicolás Oropeza Escobar (+) y a Carlos Valencia Méndez (+), allá por el año 2004.

Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.

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