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Existe el caos porque los todopoderosos, fuertes acaparadores carentes de escrúpulos, dominan los medios y las tendencias que nos comen la cabeza y nos incitan a estar siempre en desacuerdo con nuestros pares. Es así y siempre fue así.
Cuántas veces los visionarios del siglo pasado nos dijeron la posta para dar cuenta que nosotros, los comunes y pobres, batallamos multidimensionalmente solo en favor de incrementar los bienes materiales de los amos del mundo… Y ellos, con sus logística profesional, nos dividieron casi para siempre: sunnas, shias, hutus, tutsis, negro, blanco, amarillo, rojo, derecha, izquierda, mujer, hombre; para que acertemos más en predicar las diferencias y escaparle inconscientemente a que, en realidad, somos todos semejantes.
Pero atenti: que aunque se conozca la trampa, estos sinvergüenzas ilusionistas que viven de las apariencias cuentas en sus filas con gurúes espirituales que por la módica cifra de un par de dolares te venden el paraíso y ahora.
«La belleza no basta ya, ni la verdad teórica, ni la bondad pasiva.
El deber espiritual del hombre hoy día es mayor y más complejo que en el pasado. Él debe aportar el orden en el caos después de la guerra y abrir un camino. Debe descubrir y formular un nuevo grito de llamada universal, capaz de establecer la unidad, es decir la armonía entre el intelecto y el corazón. Debe hallar las palabras sencillas que una vez más van a revelar a los hombres esta verdad muy simple: los seres humanos son todos hermanos.»
Nikos Kazantzakis, 1946.
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