Por el año de 1900, en Michoacán se crearon instituciones educativas del conocido Apostolado Marista, tales planteles que se instalaron en cuatro poblaciones: Jacona, Zamora, Sahuayo y Uruapan.
Sobre el caso de “El Colegio Marista de Uruapan”, a pesar de su corto tiempo de servicio, fue el primero de su tipo que se estableció en el pueblo, en la última etapa del porfiriato.
Precisamente, en 1902, José de Jesús Fernández, Vicario de Uruapan, sometió a consideración de las autoridades religiosas responsables del Apostolado, la creación e instalación de un colegio de los hermanos maristas para que funcionara como un espacio educativo alternativo en la entonces pequeña ciudad del Cupatitzio.
Los superiores estudiaron el caso y únicamente tardaron tres meses en dar una respuesta favorable a la razonada petición del Vicario. Así iniciaban los primeros pasos del Colegio Marista de Uruapan.
El primer año que abrió sus puertas el colegio fue en 1903 y a partir de ese año, los Sacerdotes de María se esforzaron por lograr que el colegio fuera de excelencia educativa, apegado a los principios de las buenas costumbres y moral religiosa.
Como era normal, en aquellos días el colegio no disponía de instalaciones propias, ante esta necesidad, por unos meses se le destinó como espacio físico un caserón que se localizaba a unas cuadras del centro de la población, donde ahora se ubica la Escuela Primaria Estatal “Vasco de Quiroga”.
Su estancia ahí fue breve, puesto que al ver la noble tarea; rápido se les entregó el inmueble de un hospital que desde unas dos décadas atrás, era administrado por una congregación de religiosas diocesanas. No presentó ningún contratiempo para facilitar el espacio, debido a que el nosocomio no tenía mucha demanda en la atención médica.
El nuevo domicilio estaba en la calle de la Unión Número 11, esquina Morelos, hoy calle 5 de febrero, esquina Morelos, exactamente donde actualmente se encuentra la Escuela Primaria Federal “Ignacio M. Altamirano”; sobre la misma calle en que en 1913 se estableciera el “Hotel Progreso”, propiedad de la estimable familia Villalobos.
En cuanto a la construcción del edificio porfiriano, era modesta, pero luciente; se entraba por un portón de madera. Por sus características, fue muy similar a la que ahora conocemos como Casa de la Cultura. Tenía dos pisos de gran altura y en su planta baja estaba el patio central rodeado de tres portales hechos de cantera; y detrás de este había otro más pequeño. Las paredes de la finca fueron construidas de adobe, con ventanales hacia la calle. En fin, lo amplio de su espacio permitía instalar de un lugar propio para la escuela de los maristas.
Respecto al plantel, en sus primeros dos o tres años de servicio, se buscó el apoyo económico de la sociedad pudiente de Uruapan para el mantenimiento del lugar, con el propósito de que fuera digno para la enseñanza a niños y jovencitos, vecinos de Uruapan y lugares circunvecinos.
De los uruapenses que apoyaron en gran medida a los hermanos maristas, es meritorio citar en primer lugar a los señores Wenceslao y Silviano Hurtado, alguna vez accionistas de la Fábrica de Hilados y Tejidos «San Pedro», además del maestro Luis Calvillo, pariente de don Celso de mismo apellido.
La sociedad uruapense muy rápido se interesó por enviar a sus hijos con los maristas, lo que originó que a causa del favorable incremento estudiantil, Ramerè tuviera que pedirle al Obispo que permitiera utilizar varios cuartos en desuso que estaban la parte trasera del colegio para habilitarlos de salones, con la idea de aumentar el número de colegiales y atender a todos los escolapios externos.
En su padrón de estudiantes se llegaron a encontrar muchos hijos de políticos, comerciantes, hacendados, profesionistas, ricos, y hasta algunos provenientes de familias no muy acomodadas del pueblo.
En el caso de aquellos que no contaban con dinero suficiente para la colegiatura, bastaba con que sus papás solicitaran apoyo a las autoridades religiosas, para que les cobraran menos. Es muy seguro que muchos estudiantes de escasos recursos se beneficiaron de ese modo, donde figuraron muchos niños y jóvenes de los barrios originales.
La lista de estudiantes que pasaron por el colegio es grande, pero existen muy pocos datos disponibles al respecto. Sin embargo, con seguridad y testimonios orales, se puede asegurar que estudiaron ahí hijos de familias reconocidas, tales como: Calvillo, Treviño, Orozco Cázares, Alvarez Treviño, Hurtado Espinoza, Ceja Barajas, Mora Velázquez, Martínez Equihua, Farías Treviño, Farías Bravo, López, Quesada, Espinosa y Camorlinga.
Todo marchaba bien para los maristas en sus primeros seis años de vida. La conocida “tranquilidad porfiriana” que prevalecía en el pueblo, daba un futuro promisorio al plantel.
Sin embargo, fue en el mes de mayo de 1911 cuando iniciaron los primeros episodios revolucionarios en Uruapan por conducto de Marcos W. Méndez y otros correligionarios, quienes adheridos al maderismo (al igual que Salvador Escalante en Santa Clara del Cobre); se levantaron en armas por la región de Uruapan, llegando a ocupar esta plaza en esos días.
A partir de aquél momento, la Perla del Cupatitzio, sería lugar de choque entre las distintas causas revolucionarias; pues aquí habrían de llegar maderistas, carrancistas, obregonistas, etc.
Estos episodios originaron una notable intranquilidad e inquietud social que en realidad estaba repercutiendo directamente al servicio del colegio marista, aún cuando los directivos señalaban que hasta 1911 la cifra del estudiantado había rebasado los 250 estudiantes externos, la mayoría de Uruapan; y con la asistencia de ocho hermanos profesores.
Para 1913 las cosas empeoraron en la economía y tranquilidad de muchos comerciantes y hacendados de la región, incluyendo por supuesto al plantel religioso.
La vida del colegio estaba por concluir. Ese año, ya sólo asistían veinte alumnos de paga, lo que no cubría las mínimas necesidades económicas de tal centro de enseñanza. Había que tomar una decisión pronto, por lo que se planeó emigrar a los pocos estudiantes a otros planteles más seguros.
En 1914, iniciaba en Michoacán, incluyendo Uruapan, la conocida “Revolución Constitucionalista”, dirigida por don Venustiano Carranza. Comenzaba pues la revolución carrancista al tiempo que el colegio llegaba al fin de su ciclo de vida. Aquellos maristas ya no volverían a usar el inmueble que sólo unos años atrás les había cedido la congregación de religiosas diocesanas. Con gran tristeza, y encomendando la situación a Dios, cerraron sus puertas para siempre. A pesar de que en una década el Colegio Marista de Uruapan se mantenía en su mejor momento.
Por otro lado, luego de un corto tiempo de estar en la penumbra, y por unos años, entre 1915 y 1920, se sabe que el inmueble de los maristas se habilitó como mesón, o mejor dicho como gran vecindad para gente muy necesitada, fue cuando se le bautizó con el nombre de “El Asilo”.
Más tarde se destinó como Cuartel de Caballería, de ahí el nombre que el pueblo le decía: “El Cuartel del Asilo”.
Al inicio de la segunda década del siglo pasado, hay pocas referencias sobre el verdadero uso de la ex propiedad de los maristas, aunque el 24 de enero de 1919, una nota publicada en el semanario uruapense «El Tirabuzón», del señor Quesada Espinosa, le hace un señalamiento al presidente de ese entonces, sobre el estado en que se encontraba en colegio marista, que por su valor testimonial trascribimos la nota:
«Es público y notorio que el Colegio Ex-Marista, una de las fincas más grandes de esta población, está convertido en casa de vecindad y que en ella se han refugiado varias familias que, huyendo de la revolución y de sus horrores, han venido de sus pueblos dejando en ellos los escombros de lo que antes era su hogar; hay muchas familias procedentes de Paracho, Apatzingán, Nueva Italia, etc., que habiéndoseles dificultado encontrar una casa sola donde vivir han tenido, repito, que refugiarse muy a su pesar, en el antiguo Colegio, y he aquí que en lugar de encontrar asilo seguro y tranquilo, se han encontrado con unos nerones (digo administradores) que los extorsionan y humillan…a usted Sr. Presidente va dirigida esta queja, a usted que se le ha visto celoso por el bienestar de nuestro pueblo, le suplicamos haga desaparecer esa polilla. Vaya usted por un momento a ese Ex-Colegio y se convencerá del estado de insalubridad en que se encuentra; ya no es una casa, sino un mesón destruido e indecente, una amenaza de muerte para muchos y esto en el corazón de la ciudad, en plena Avenida 5 de Febrero. Desde de la puerta de entrada se nota el desaseo, agua estancada y fétida; el interior sólo viéndolo, las escaleras destruidas y los techos y las paredes desplomándose; pero ni un solo adobe se ha comprado para la compostura, a pesar de que la empacadora ha dado miles y miles de pesos con las maquinarias y muebles que han vendido todos los Administradores cobrando de allí sus sueldos, descansando tranquilamente en sus hoteles, extorsionando a los que viven en sus fincas, cobrándoles 8, 10 y 15 pesos por un cuartucho redondo e indecente”…
Cabe Decir que para los siguientes años la propiedad -con los nuevos decretos presidenciales- se les expropió a los religiosos.
Exactamente, entre 1935 y 1936, el gobierno cardenista emitió varios decretos, en los cuales se acordaba que propiedades y espacios físicos hasta esos días a título eclesiástico, pasarían a formar parte de los bienes de la federación.
Por eso, para 1936, el inmueble de 5 de febrero esquina Morelos, se destinó a otras actividades, aunque al final volvería a ser espacio para la enseñanza escolar.
Así, durante el gobierno del Mayor del Ejército, Albino Hernández Galarza, por los años de 1938-1939; se trasladaron del portal «Matamoros», al edificio del ex colegio marista, las Oficinas de la Presidencia Municipal y la Cárcel Preventiva, las que desde finales del siglo XIX estuvieron en este portal, también un tiempo llamado «El Portal de la Cárcel».
Al antiguo edificio de la calle de 5 de Febrero, se destinaron las Oficinas Judiciales, Penitenciaría y de Rentas, colocadas en la planta baja del edificio, y a la entrada del portón principal se instalaron las Oficinas del Sub-Sector Militar, que en esos días estaba a cargo del Coronel de Caballería Florencio E. Anitua, por cierto en 1934 el General Felix Ireta Viveros, exgobernador de Michoacán, era el Jefe del 26 Regimiento Militar que se localizaba en el edificio de los maristas, llamado ese tiempo el cuartel de Uruapan.
En la planta alta se ubicaron las oficinas de la Presidencia Municipal y las correspondientes al Registro Civil, atendidas por su titular Neftalí Chávez Granados, aunque lógicamente llegaron a ocupar ese puesto otros jueces.
Por aquellos ayeres sería de mucho movimiento el antiguo edificio de los maristas, pues las autoridades locales atendían las demandas de la población. Además, era notoria la concurrencia de los licenciados y litigantes que continuamente iban a ver sus asuntos y la revisión de dictámenes pendientes, entre ellos; Luis Loya Villaseñor, J. Jesús Villegas, Miguel Mora Velázquez, José Ugarte, Pedro Escobedo y Eudave, etc.
Así, el añorado edificio por más de diez y seis años albergó las oficinas del gobierno local y otras dependencias, asimismo la preventiva.
Los ex presidentes del municipio de Uruapan que ahí administraron su gestión de gobierno fueron: Jesús Espinoza, José Bejarano Armas, Adolfo Arceo López, J. Trinidad Hernández, Ramón Robledo, Federico Ortiz Ayala, Valente Garibay Palafox, Mario Ramírez Pérez, J. Jesús Fernández Balderas, Roberto Pérez Magaña, Francisco Suárez Vázquez, Mayor Eleazar Pedraza del Río, José María García, Luis Anaya González, Ignacio Valencia A., Pelagio A. Rodríguez, Víctor Salcedo Espinoza, Salvador Pedraza G. y Albino H. Galarza.
Continuando con la historia del inmueble, en 1954 el General Lázaro Cárdenas, llevó a cabo una revisión de los planteles escolares del municipio, siendo Vocal Ejecutivo de la Comisión del Tepalcatepec, para ver si se podía gestionar recursos y canalizarlos al mejoramiento de las escuelas.
Al inspeccionar la Escuela Ignacio Manuel Altamirano (que desde 1924 se ubicara en donde hoy está la Casa de la Cultura) y ver las condiciones en que se encontraba, giro instrucciones para que el centro escolar se cambiara al inmueble de los maristas, donde la vida de los pequeños quedaría bien garantizada por las condiciones aceptables en que se encuentra el edificio.
Por lo tanto, en enero de 1955, siendo alcalde el Sr. Salvador Pedraza G., se realizó el cambio de las oficinas de gobierno y demás dependencias a donde se encontraba la escuela primaria y viceversa, la escuela se ubicó en el multicitado excolegio de los maristas.
Cabe agregar que en aquél sitio estuvieron las oficinas municipales hasta el año de 1992, pues el 22 de junio de ese año, el gobierno del Lic. Agustín Martínez Maldonado aprobó su trasladó a donde ahora se encuentran, en avenida Chiapas, y por lo tanto la Casa de la Cultura, se abrió al público, el 21 de octubre de 1992, misma que a la fecha sigue siendo el lugar para las diversas expresiones artísticas.
Del mismo modo, una vez libre el inmueble, en el lugar de las oficinas se instaló el espacio físico para la escuela primaria «Ignacio Manuel Altamirano», como se dijo, antes localizada, de 1924 a 1954, en unas piezas de la ahora Casa de la Cultura.
Todo cambia para bien o para mal. Ante las condiciones deplorables en que se hallaba el edificio porfiriano, a mediados de los años 70´s, por órdenes del gobierno, se mandó derrumbar y, en su lugar se estrenó un bonito edificio para la escuela primaria, por lo cual este último inmueble es relativamente nuevo.
Ello fue a consecuencia de un sismo ocurrido a principios de enero de 1973, el cual había originado cuarteaduras y era un riesgo para los escolapios y maestros de la Altamirano.
El 20 de mayo de 1973, una nota publicada en el citado semanario “Crítica”, se expresaba lo siguiente:
“Desaparece el vetusto caserón marista. El vetusto caserón (…) está siendo demolido como consecuencia del sismo del 31 de enero de este año, sufrió graves cuarteaduras, con lo que puso en peligro la vida de centenares de escolapios y de maestros que pertenecían a la Escuela Primaria Ignacio M. Altamirano”,
Ya a principios de 1974, de acuerdo con Carlos Talavera y Díaz, el antiguo colegio marista, llamado también en esos años «El Asilo», había sido demolido, tal como lo señala en el semanario «Vanidad» (Año XIII, No. 688, semanario uruapense editado el 24 de enero de 1974).
El semanario “Crítica” fecha 3 de marzo de 1975, daba la noticia que “por fin, en nuevo edificio de la escuela Primaria Altamirano fue inaugurado por el gobernador Carlos Torres Manzo, ante la presencia del Profesor Jesús Contreras Muñiz, Director de Educación Federal y del Estado.
Para concluir, decir que fue una lástima haber permitido destruir el viejo edificio que albergara hace más de un siglo a los maristas, ya que perteneció a uno de los pocos edificios de valor arquitectónico que tenía Uruapan. No era necesario edificar otro nuevo, por algo desde hace tiempo existen profesionistas que se dedican al rescate, restauración y conservación de monumentos históricos. Pero por desgracia así fue, se destruyó.
Ocurrió tal y como fue el destino final de otros edificios, por ejemplo el de la Oficina Federal de Hacienda y el del «Teatro Juárez», por citar un par de ellos.
En fin, sólo el tiempo y los recuerdos pueden mantener vivo aquel claustro tan hermoso, hoy evocamos el eco de la remembranza y sus espaciosos salones, su patio, y una fachada que representaba una joya arquitectónica, modesta pero orgullosamente uruapense y una construcción “gemela” a la actual Casa de la Cultura.
Texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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