Intuyendo que nacemos en la familia que necesitamos en el país que nos va a enseñar y en la época que necesitamos ver, nunca fantaseé con irme, aun teniendo el privilegio de tener pasaporte italiano, derecho adquirido porque mi padre nació en Italia. Soy primera generación de este lado del Atlántico. Mi genética se encuentra en casa cuando estoy del otro lado y sobre todo en tierras Italianas.
Pero por ningún sitio siento tanto orgullo como por mi patria. Esa que recibió a inmigrantes que escapaban de la guerra y les permitió vivir trabajar y estudiar. Esa que permite que estudiemos en sus Universidades públicas y gratuitas a cualquier edad y lo que nos apasiona. Esa de la salud pública y gratuita para propios y ajenos. Esa que sale a la plaza a decir así no y a ejercer sus derechos. Esa que avanza con crítica y no negando. Esa que no se da por vencida. Esa que clama por justicia y nunca por venganza. Esa que une incluye y no divide, la que multiplica. Esa a la que tengo tanto que agradecerle.
Del 2016 al 2019 fueron los peores cuatro años de mi vida. El gris impotente de la brutal mentira instalada que destruyó tantas vidas, contaminó todo mi paisaje y muchas de mis relaciones a punto de pensar en escapar a la vereda de enfrente.
Pero acá estoy respirando nuevos y sanadores aires, acá estoy en un nuevo espacio y si bien no va a ser fácil desarticular tanto odio y tanta colonización, la fe en la fuerza de la vida lo hace posible. Pulsión vital que intuitivamente va ir dejando la muerte atrás. Porque la Verdad la Vida el Amor y Dios, que acaso sean la misma cosa, se imponen siempre, avanzando un cachito.
Porque a todo discurso provocativo de odio alzado en el prejuicio la incomprensión y la mentira lo mejor que podemos hacer es dejarlo solo, aislarlo, exiliarlo, no darle pelea. Dejar que muera. Para vivir necesita donde encarnar. No le seamos funcional. Porque existe la verdad, no existe la mentira.
Y nuestra tarea es manifestarla mostrarla decirla contarla hasta Con-vencer.
Hasta que el miedo el prejuicio la mentira y la negación no encuentren cuerpos que enfermar ni mentes que colonizar.
Hasta la vida siempre.
Cocó Galli, arquitecta argentina.
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