Dicho en otras palabras, el plan de MAPECO era crear un modelo de escuela, que pudiera funcionar en Uruapan, pero también, de manera más ambiciosa en todo el país, en todos los lugares donde no había ningún antecedente de escuelas de arte: “Por eso comprendí la necesidad de que en cada pueblo y ciudad hacen falta Talleres-Escuela para el pueblo, y así sin fijarme en los “monos con tranchetes” de la indiferencia, la calumnia y la ignorancia, me lancé a la aventura (que sería un rotundo fracaso) según los más entendidos de establecer un Taller-Escuela de gráfica y pintura confiando más que en todo en la calidad humana del grupo pequeño de inquietos muchachos, que en buena hora con su presencia, fueron el motivo determinante de que se estableciera este modesto rincón de trabajo y estudio”.
Esta es parte del sueño de un verdadero maestro. Sueño que habría de hacerse realidad por medio del taller fundado aquél mes de agosto de 1953.
MAPECO fue muy singular. Alguna vez un periodista tabasqueño comentaba: “Nadie se sorprenda si un día, a la orilla de un camino, en la ribera o en el mero centro de Villahermosa, se encuentra un grupo de gentes que rodean a un hombre que habla. No, no es un mitin político. Tampoco es un vendedor ambulante… Es un hombre que pinta, y cuando pinta, habla y cuando habla, pinta… Siempre sus manos están en acción, ya sea para expresar una idea en el lienzo o para fijar un concepto en la mente de quienes lo escuchan… Se trata de Manuel Pérez Coronado.”
Prosiguiendo con la historia del taller, ya en su segundo domicilio, para 1957, la escuela “Posada” –como se le conocía entre la gente del pueblo- contaba con el periódico “El Puño”, el que bajo los ideales de MAPECO, intentaba llegar al público lector a través del pensamiento popular, que recogiera las opiniones y comentarios de cada uno de los que estaban interesados en los problemas sociales a todos los niveles. Su idea era convertir el medio impreso en una tribuna para todos los ciudadanos uruapenses y en particular para los trabajadores.
Cabe decir que, en cuanto a los gastos corrientes del taller, fue hasta julio de 1955 cuando obtuvo un apoyo económico del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, reconocido por esta dependencia, aunque también se esperaba el respaldo del gobierno municipal y estatal.
Al respecto Paredes Mendoza, asegura que en 1956, MAPECO disponía del respaldo del pago de tres salarios a maestros, uno otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), otro por el gobierno estatal y uno más por el municipal; Sin embargo, Villanueva Manzo, advierte que “los apoyos eran más que simbólicos, y casi en nada servían para las necesidades, mucho menos podría esperarse dinero para el gasto de material didáctico de la escuela”.
Además, lo que sí es meritorio reconocer fue la inteligencia con que MAPECO consiguió el respaldo académico donde hubo la noble participación de varios maestros y alumnos que con el paso del tiempo serían parte indispensable en la cátedra.
Para muestra debe reconocerse al maestro Antonio Díaz López, quien es en realidad el que destacó por su preparación académica y didáctica, adquirida en México, fue el primer colaborador formal de MAPECO, había llegado en noviembre de 1954, traía en su haber una gran capacidad pedagógica y era de amplios conocimientos.
También, la demanda para ingresar al taller iba en incremento, pero nuevamente, don Socorro Coronado debido a que su familia iba creciendo, les pidió el lugar; por lo tanto, el taller tuvo que trasladarse, alrededor de 1958, a la calle de Artículo 123, en un caserón de dos plantas, frente a la casa de la familia del conocido licenciado Juan Barrientos.
Para ese tiempo, la escuela ya tenía arraigo entre los uruapenses al contar con la primera generación de destacados maestros y alumnos entre quienes no podemos dejar de mencionar al ya citado profesor Antonio Díaz López, Efraín Vargas Mata, Rafael Salmerón H., Francisco Moreno Duarte, Alfonso Villanueva Manzo, el “Chenino” Sepúlveda, Francisco Alemán, de Purépero, Michoacán, etc., aunque en ese entonces se registraron no menos de cuarenta alumnos, que por distintas razones no incursionaron en el arte y se dedicaron a otras labores. La maestra Gila Alcalá Hernández, Maricruz Figueroa, Antulio Ramírez, Rigoberto Sánchez Pérez de la Luz y Apolinar Ramírez, fueron unos de ellos.
De acuerdo con Gaspar Castro, estudiante del taller, éstos eran los maestros y las materias impartidas: el director y maestro de Pintura, Manuel Pérez Coronado; iniciación al Dibujo y Figura Humana, profesor Antonio Díaz López; Taller de Grabado, Efraín Vargas Mata; Historia del Arte, Francisco Moreno Duarte, quien también ocupó el cargo de la materia de Escultor; y en la clase de Taller de Carteles, se encontraba Rafael Salmerón H.
Hubo un corto tiempo, tan sólo en 1956 y parte del siguiente, en que el profesor José María Paredes, estuvo dando clases, su llegada había sido porque el INBAL lo comisionó para que trabajara en Uruapan; pero al no coincidir con los ideales de sus compañeros, mejor abrió su propia escuela, en 1957, la que llamó Escuela Libre de Arte y Galería “Manuel Ocaranza”, localizada en la calle de 5 de Febrero y Nicolás Bravo.
Por otro lado, gracias a la gestoría de MAPECO, en uno de sus viajes, acudió a la ciudad de México y tuvo la suerte de conocer al director del INBAL, profesor Miguel AlvarezAcosta, quien con gran interés de apoyar el arte que se promovía en la provincia, aprobó el apoyo económico para que los mejores alumnos de la escuela local se fueran a hacer estudios en comunidades indígenas referentes a estudios de arte y tradiciones.
La estadía del nuevo domicilio en Artículo 123, sería hasta el día en que MAPECO se retira de la dirección del taller, hecho ocurrido alrededor de 1963.
En este tercer y último lugar donde funcionaría como tal, habría de consolidarse en toda su expresión tanto los maestros como el alumnado del taller. Fue cuando se aportó la mayor producción artística en la historia del arte uruapense hasta entonces, contaba con una biblioteca y durante las clases se escuchaba música selecta e instrumental, a sugerencia del maestro Díaz López, era todo camaradería.
“Era tanto el amor del “profe toñazo” –como le decían sus pupilos- que tenía en nuestra enseñanza que al tiempo de darnos los principios fundamentales de dibujo y pintura, nos ponía bella música, frecuentemente conversaba con nosotros sobre materias de arte, cultura, era un buenísimo maestro, muy preparado”, dice Villanueva Manzo.
Antonio Díaz López, por lo tanto, es quien en realidad merece reconocerse como el maestro de mayor pedagogía que tuvo el taller escuela Posada, puesto que su preparación académica formativa, su calidad humana e intelectual, con ideas avanzadas, le permitía desarrollar una excelente relación maestro-alumno, al tener una verdadera vocación de profesor. Fue quien mayor aportaciones hizo a los alumnos, muchos de los cuales más tarde se convertirían en parte del profesorado del taller.
Por eso habría que preguntarse dos cuestiones: ¿qué hubiera pasado con el taller sin la participación de maestro Antonio Díaz López? ¿Por qué no se ha reconocido su labor dentro de la enseñanza del taller? ¿Por qué Díaz López ha quedado en el olvido a pesar de ser uno de los forjadores más imprescindibles del taller fundado por MAPECO? En fin.
A propósito, Pérez Coronado reconoció la doctrina artística de Díaz López, pues creía que en cuanto al desarrollo integral que profesaba el maestro “Toñazo”, el taller debería de ser el principio de una integración a todas las artes, a la pintura, dibujo, escultura, música, danza, literatura, etc., contribuyendo a la formación espiritual y estética del alumno, y así darle al pueblo la condición para forjar una verdadera Patria.
Pero no hay que dejar de reconocer que también los demás maestros (Salmerón, Vargas, Moreno Duarte, etc.) se entregaron al proyecto educativo de MAPECO y en su conjunto, a todos ellos se debe destacar su labor desinteresada y constante, ya que en la ausencia de su director a consecuencia de sus constantes viajes, conferencias, estudios, etc., todos como parte de una comunidad, se apoyaban para que no cerrara sus puertas el taller.
Por otro lado, un aspecto interesante de anotar es lo manifestado por Gaspar Castro al decir que el taller cuando estuvo situado en la calle Artículo 123, marcó el final de su época dorada, no obstante hasta el último momento se caracterizó por “una febril entrega al trabajo plástico”.
Y es que, a pesar de no contar con un plan de estudios definido, apegado al propuesto por la Secretaría de Educación, y las dificultades de poder desarrollarse como escuela libre de arte, ya para 1958, el taller tenía cierta estructura y era reconocido por Bellas Artes, tal como lo señala Paredes Mendoza en su obra “Uruapan en la cultura”. Estaba considerado dentro de los “Talleres de Iniciación Artística”, similar a lo que ahora es el bachillerato o la preparatoria.
En la escuela, de acuerdo con Mapeco, el alumno se dedicaba al conocimiento teórico-práctico del arte gráfico de la estampa y grabado. No operaba el taller con una función altamente oficial en cuanto a lo educativo y del mismo modo en relación a una función social conservadora; mejor dicho fue un medio de difusión y propaganda, de creación abierta, incluso más destacado que la radio y el cine, lo que entonces favoreció, pues no todos podían contar con esos medios. Como se dijo, se trabajaba en grabados para periódicos, programas de cine, cartelones a color, carteles de propaganda política, educativa y comercial. Hacían exposiciones, actos literarios, musicales y conferencias.
Sobre el talento y producción, referimos lo que expresa Castro Arellano al respecto: “se trabajaba de manera intensa en decoraciones, carros alegóricos y se editó la revista “Avance”, de contenido artístico y crítica social, en 1959 miembros del taller fundan el grupo de pintores y grabadores “Diego Rivera”, con una fuerte participación democrática, respaldando a diferentes organizaciones, sindicatos de obreros y campesinos, ferrocarrileros, maestros, por medio de trabajos elaborados en el taller, sobresaliendo publicaciones, impresos, manifiestos, carteles, grabados en cera parafina, mantas, volantes e ilustraciones varias. De igual modo, se dedican a la elaboración del periódico de “Calaveras”, al triunfo de la revolución cubana. Se publica el periódico de corta duración “El Insurgente”, y luego otro llamado “El Pico”; se continúa con la lucha contra la corrupción política y gubernamental, contra la carestía de la vida, la lucha por la paz mundial y el rescate del Río Cupatitzio”.
Todo eso se efectuó con el apoyo de personajes como Alfredo Zalce, Alfonso Espitia Huerta, el físico matemático Santiago Cendejas Huerta, don Rafael Béjar, el Ing. Eduardo Limón, primer director de la Facultad de Agrobiología de la UMSNH; el profesor Roberto Reyes Pérez; los arquitectos Arturo Macías y López Rangel; Rafael Galván, don Arturo Apan, los doctores Prisciliano Talavera Espinoza y José Ceballos Maldonado, Jesús Zaragoza Pulido, Daniel Zavala y otros muchos simpatizantes que contribuyeron de una u otra manera al desarrollo cultural y social de la región de Uruapan, incluso personas que venían de Morelia, solía llegar a visitarlos como Carlos Arenas, Tomás Rico Cano, Alfonso Espitia, Adolfo Mejía y el mismo Diego Rivera en una visita realizada en 1956 que hiciera junto con esposa Emma Hurtado, perteneciente a la familia Hurtado de Uruapan, no dejó pasar la oportunidad para conocer el taller Posada.
Lo anterior pone de manifiesto la labor social, intelectual y el sentir ideológico que reflejó la escuela bajo la tutela de MAPECO, situación no bien vista por el sistema de gobierno que imperaba en aquella época, siendo un motivo primordial del mínimo apoyo que se le dio al taller al considerársele un foco de insurrección en contra del sistema político mexicano. No se le podían otorgar las facilidades para un buen desarrollo educativo a un taller dirigido por un personaje que ponía en evidencia los malos manejos del erario público en todos sus sentidos, la explotación del hombre por el hombre, el racismo, situación que habría de continuar todavía después de la muerte del pintor uruapensey líder moral del taller Guadalupe Posada.
Precisamente aunado a su espíritu bohemio y aventurero, MAPECO en su afán de trasmitir a todos los rincones del país su pensamiento y obra, y a raíz de sus constantes viajes, nunca logró dirigir de manera personal y constante el taller Guadalupe Posada, lo que con toda justificación al final causó diferentes opiniones entre los profesores y el alumnado, quienes solicitaban mayor atención al taller por parte de MAPECO.
Y es que, para entonces el Instituto Nacional de Bellas Artes y Letras, tenía el interés de apoyar al taller, pero bajo ciertas condiciones, lo que los motivó a buscar la forma en que se hiciera cargo del mismo alguien que sí estuviera más al pendiente de su atención y desarrollo, por eso, esta situación orilló a que, estando en el domicilio de la calle Artículo 123, se analizara la situación y el futuro de la dirección.
Y es aquí donde se dividió el equipo de trabajo, surgiendo otro centro de enseñanza y quedando atrás el de taller Posada.
Cabe decir, que la nueva escuela se llamó “Félix Parra”, emanada por supuesto del Guadalupe Posada, la que surgió a causa de la situación directiva del taller Posada, y más que nada por el consenso entre profesores y alumnos, quienes en 1962, de acuerdo con Villanueva Manzo estando reunidos en aquél domicilio, “se le pidió a MAPECO que renunciara a su cargo de director de la escuela, pues casi no la podía atender personalmente”.
En otras palabras, Villanueva Manzo señala que alumnos y maestros se ponen de acuerdo y escogen como posible director de la futura escuela, al profesor Roberto Reyes Pérez, a quien se veía como buen gestor político para ampliar y mejorar el taller.
Y dicho sea de paso, al parecer Roberto Reyes Pérez les había prometido que bajo su gestoría habrían de llevarse a cabo algunas mejoras para la escuela en proyecto.
Reyes Pérez partió a México en busca de apoyo económico y de su reconocimiento oficial, pero al no tener respuesta favorable habló con los alumnos y profesores y desistió del nombramiento que se le había hecho. Esto debido a que el propio maestro vio difícil que el taller pudiera estar bajo sus manos, por tantas actividades dentro de la Comisión del Tepalcatepec, donde laboraba al lado del General Cárdenas.
Ante esta situación, los alumnos y maestros por consenso aprobaron la designación como nuevo director al joven maestro Francisco Moreno Duarte, quien para entonces ya se encontraba buscando la reubicación del taller Posada, y quien además pretendía ponerle otro nombre para poder acceder a los beneficios que ofrecía el INBAL a escuelas de arte, literatura y música de provincia.
La escuela Félix Parra habría de ocupar varios sitios para promover el arte, hasta que se trasladó a la calle Hilanderos, casi esquina con Américas, donde estuvo durante más de una década, pero sin el apoyo de la gran mayoría de los profesores y los discípulos de MAPECO, quienes mejor prefirieron independizarse, abrir algunos talleres -aunque sin mucho éxito- o emprender otras actividades.
En cuanto a MAPECO, a partir de su salida del taller no claudicó a sus ideales y buscó otros horizontes, dedicándose exclusivamente a la pintura y el grabado en forma independiente, disponiendo de un taller particular situado en su casa, localizada en la antigua calle de Purépechas, ahoraManuel Pérez Coronado.
Reconocer que por un tiempo MAPECO desalentado por haber finalizado de forma inesperada uno de sus proyectos más ambiciosos, al ser destituido del taller Posada, pensó en volver a fundar una nueva escuela, su propio taller, habilitándolo en su casa, alrededor de 1965, siendo ese lugar el origen de lo que hoy conocemos con Taller Escuela de Arte y Artesanías “Manuel Pérez Coronado” (“TeapaMapeco”).
Texto, Sergio Ramos Chávez, Cronista de la Ciudad de Uruapan.
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