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URUAPAN, PREVIO AL 21 DE OCTUBRE DE 1865 Quinta parte.

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Olvidaba decir que Régules les ordenó a los demás jefes acciones parecidas a las emprendidas por Montenegro. Lo único que les pidió fue que no se movieran de sus puntos hasta la hora de la señal, cuando oyeran o vieran cualquier detalle por notable que éste fuera.
Pasaron poco más de dos horas. Villada a las 10:30 de la mañana atravesó solo, paso a paso, desde la esquina de San Francisco, hoy Alvaro Obregón, hasta el Hospital, en medio de la lluvia de balas que le disparaban desde el parián nuevo y el Fortín Lemus.
Minutos más tarde, a la cabeza de los batallones de los republicanos Villanueva y Macías, cruzaba el callejón del Hospital de indios (Huatápera), e iba rumbo a la manzana de Sierra (ahora calle Corregidora, García Ortiz, Portal Alto y Vasco de Quiroga) y caía sobre el Fortín Lemus.
La batalla fue muy reñida. Era un choque cuerpo a cuerpo. Los pocos defensores del punto que sobrevivieron se replegaron. Por su parte, el Régules ubicó a la tropa de Villanueva en el tapanco de las casas fronteras al templo, dominando así a los que defendían el atrio.
En cuanto a Lemus, éste buscaba reorganizar una columna para ir a recobrar la manzana de Sierra, de repente repicaron las campanas del Hospital de indios, y tronaba a media plaza el cañón del sitiador Martiniano León.
En seguida salieron columnas de ataque de las casas del perímetro de las dos plazas. Unos soldados emprendían fuego al enemigo y otros apoyaban situados detrás de los muros de las fincas.
Montenegro entró al atrio tras la bala de su cañón. Villada atravesó el camino cubierto, arrollando al enemigo, y se unió a Régules para entrar al atrio.
Detrás del templo aparecieron los soldados de Pablo Jiménez; por el costado los de Luis Carrillo. Toda la infantería de los republicanos estaba dentro del recinto amurallado. Las caballerías se desplegaban hacia dos plazas. Eso era síntoma del triunfo republicano, es decir, nuestros defensores.
Lemus se replegó al interior del templo, pero con él entraron sus enemigos, los chinacos. En el interior se oían disparos por todos lados, más de mil fusiles fulminaban los fogonazos entre la nube negra de humo, en el fondo de la cual se veía la vislumbra de las bayonetas. Fue algo terrible, se tropezaban los combatientes entre los cadáveres. Por fin, los imperialistas abandonaron el templo, huyendo por la sacristía, solo quedó al pie del altar mayor, el cura don Francisco García Ortiz, rodeado de la tropa desenfrenada.
El final del combate se verificó en el patio de la Casa Cural (hoy Casa de la Cultura), más de 400 imperialistas se agruparon sin escapatoria, las soldaderas gritaban y gemían desoladas; algunos clarines tocaban parlamento, Lemus y otros oficiales de su lado no se doblaban, querían continuar la lucha; inclusive los republicanos pudieron haberlos ametrallado a mansalva, pero prefirieron hacerlos prisioneros.
Al poco rato, el coronel Ignacio Zepeda recibió la orden de levantar el campo. Todas las pertenencias, objetos, animales y demás cosas de los imperialistas pasaron a poder de los republicanos. La batalla concluyó a las 12 del día de aquél 19 de junio.
Los 500 prisioneros fueron conducidos a la plaza principal, hoy Morelos, (donde tres décadas después de este hecho se edificara el kiosco); y presentados al general Arteaga. Los vencedores solicitaron justicia y muerte a los traidores de la Patria. Pedían que se ejercieran represalias por las víctimas republicanas caídas en las plazas de Morelia, Zamora, Pátzcuaro y demás ciudades que habían sido tomadas por los imperialistas y sus aliados.
Alguien de la bola, señaló que Francisco de P. Lemus pertenecía al cuadro que había asesinado años atrás a don Melchor Ocampo, es más otros opinaban que la cruel persecución a muchos liberales durante la Guerra de Reforma, se debía a gente como el prefecto traidor.
Entonces muchos reclamaron venganza. Los jefes de cuerpos acaudillados por el general Méndez Olivares, pidieron que se fusilara a Lemus, Isidro Paz y a Florencio Gutiérrez, pues eran tres aliados y traidores de la Patria y quienes se habían pronunciado en contra del gobierno del licenciado Benito Juárez en esta plaza y en la de Parácuaro.
A pesar de que el coronel Villada opinaba diferente, al quererlos perdonar, el general Arteaga, pronunció la orden de pasarlos por las armas.
De esta manera fueron fusilados los tres hombres. Los llevaron al Portal de Norte, hoy Portal Alto, Gutiérrez y Paz fueron conducidos al extremo oriente y se les notificó la sentencia. El primero murió como un valiente y Paz pedía perdón y hasta daba dinero porque no lo mataran. Al final murió de manera cruel.
Mientras que, el otro preso, Lemus, fue llevado al otro extremo del Portal de Norte, y donde luego de decir sus últimas palabras: ¡Perdóname, Dios mío!… murió acribillado.
También, por una supuesta conspiración con los intervencionistas, estuvo a punto de ser fusilado el padre Panchito García Ortiz (hoy una calle del centro de Uruapan lleva su nombre), si no es porque todo se aclaró, al saber que el cura era el único sacerdote evangélico incapaz de ayudar a la monarquía.
Villada fue uno de los que se opusieron a pasar por las armas al padre García Ortiz y de esta manera Arteaga lo dejó libre.
Al caminar el cura, iba tembloroso y no sabía hacia dónde dirigirse, el templo y el curato estaban llenos de cadáveres. Fue en la casa de don Toribio Ruiz, padre del Lic. Eduardo Ruiz, donde se instaló el religioso, sitio ahora en donde se encuentra una tienda de ropa, a la mitad del Portal Mercado.
Al final de la lucha se supo que de una y otra parte murieron en el Ataque y Toma de Uruapan, más de trescientos hombres.
De esta manera, la guerra de Intervención Francesa seguiría hasta 1867. Dos fechas llenarían de lágrimas a los republicanos. Días después del enfrentamiento descrito, el día 23 de junio de 1865, sería asesinado salvajemente Manuel García Pueblita, por los imperialistas y el 21 de ese año, fusilarían a los que hoy conocemos como los Mártires de Uruapan
QUINTA Y ULTIMA PARTE.
TOMADO DEL LIBRO.
LOS “MARTIRES DE URUAPAN, DEFENSORES DE LA PATRIA”
Del autor SERGIO RAMOS CHAVEZ. CRONISTA DE LA CIUDAD DE URUAPAN.

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