Hay actrices que son necesarias, hay otras que son imprescindibles, así es el canto interpretativo de Delia Casanova.
Corro el telón de tercera llamada y veo a una muchacha de ojos verdes hermosos, pelo negro ensortijado haciendo sus pininos interpretativos escénicos en la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes.
Sus primeros guías: José Solé, Héctor Mendoza, Soledad Ruiz.
La mano sabia del gurú mendocino teatral la toma para debutar profesionalmente en la “Casa de la Paz”, con el texto de Calderón de la Barca: “Amigo, Amante y Leal”.
Por esos albores de los setentas, Delia hace un teatro de un auténtico compromiso humano- social y de enorme rigor artístico. Están sus montajes de Antígona de Brecht, y aquellos referentes teatrales: “Reso”, dirigida por Héctor Mendoza, aquel experimento dramático memorable llamado “Sodoma y Gomorra”, dirigido por Luis De Tavira y “El Príncipe de Hamburgo”, de Kleist, dirigida por el mago hechicero de la escena Julio Castillo. En 1982 la vivo como una figura goyesca de meninas en aquella deliciosa comedia de Lope de Vega llamada “La Dama Boba”, dirigida por Héctor Mendoza. Su personaje aún lo respiro en el encanto: “Nice”.
Estos trabajos dieron una mística de compromiso artístico muy grande en la joven Delia. La luz del rigor se dio en lo personal, adquirió el enorme respeto de vida por el escenario y por sus compañeros de trabajo. Desarrolló la concentración y energía, esas metafísicas comunicativas con el público. Una bóveda celeste de soledad escénica fue maravilla de placer en el vacío.
La vivo en las latitudes de mi pueblo norteño al verla allá por 1976 en el cine, en “El Apando” carcelario de Felipe Cazals. Esa novela de Revueltas que era el naturalismo crudo del “palacio negro” de Lecumberri. Delia interpretaba a “La Chata”. Su secuencia en la ensoñación de su preso amante, Manuel Ojeda, era memorable. Delia era una Eva en un paraíso del sueño de un reo apandado.
El cine escoge a sus actrices y la cámara eligió a Delia para llevarla a su pantalla. En esos finales setenteros la veo hermosa en su soldadera de mañana en un río, refrescando sus piernas y poniéndose los zapatos de su novio “El Quelite”. La presencia de Delia enamoró la pantalla en “Cuartelazo”, de Alberto Isaac. Presencia y tren de pensamiento actoral que se significaban. La veo inquieta, juguetona y decidida amante en “Llovizna”, de Olhovich, siento su dolor de miedo en las locuras de su amor “Jacinto”, en “ El Infierno de Todos tan Temido” del mismo Olhovich. No la olvido en el mar de amor con su pareja “Pablo Rueda” (Humberto Zurita) en el “Día que Murió Pedro Infante”. Delia fue nominada a ganar el “Ariel” en 1984 por esa cinta dirigida por Claudio Isaac.
Diez años después en 1986 vuelve Felipe Cazals a su vida para darle el gran papel de la “Doctora Rebollar” en la vigente cinta “Los Motivos de Luz”. Todo el potencial de actriz cinematográfica de Delia Casanova se revela. La relación que logra con Patricia Reyes Spíndola es de una comunicación humana notable. Los contracampos revelan a dos grandes actrices. Dos clases sociales, dos seres tratándose de ayudar. Los pensamientos de Delia, sus silencios, manifiestan rasgos conductuales, pequeños detalles que señalan mundos.
En 1987 llega el gran rol cinematográfico para Delia Casanova. “Mentiras Piadosas”, la película. Dirección de Arturo Ripstein. “Clara”, el personaje. Delia teje el personaje. Borda matices. Ambigua, diáfana y precisa a la vez. La búsqueda del amor la hace ser contundente en sus decisiones. Delia se echa un clavado a la pasión inmensa. Logra un personaje memorable que le vale el “Ariel de Plata” a la mejor interpretación. Aún me estremece en su diálogo final a Israel, (Alonso Echánove), su amante: “Necesito tomar aire, aire.” Todo se acaba de joder entre ellos.
En 1994, Delia Casanova, vuelve a sorprendernos en ese Callejón de Milagros del olvido para su personaje “Eusebia”, esa mujer que trata de retener a su esposo de treinta años “Rutilio”. Delia es diligente, amorosa, esmerada niña con cena romántica sorpresa, amante que quiere despertar, golpeada por el macho aburrido de rutina. Aún recuerdo su diálogo con Ubaldo, amigo de Rutilio, quién trata de disculpar los devaneos homosexuales de su amigo en nombre de amistad, Eusebia dice contundente: “Eso no es amistad Ubaldo, eso se llama putería aquí y en China.” La dirección fue del gran Jorge Fons.
Siguieron grandes trabajos de Delia Casanova cinematográficos. “Sobrenatural”, de Gruener, merecedor su trabajo de nominación al “Ariel” por su inquietante personaje “Madame Endor”. Su coqueta y cachonda “Rosita” en “La Ley de Herodes”, su espléndido trabajo (nominada al Ariel en 1992) por “El Bulto”, dirigida por Gabriel Retes. Y su entrañable trabajo de mujer de campo, amante de la cocina mexicana en “Lady Rancho”, de Rafael Montero. Año 2019.
Quise dejar para el final cuatro trabajos teatrales que abrieron en mi concepto las puertas de la grandeza interpretativa de Delia Casanova. Primeramente el eureka de todo fue “Dulces Compañías”, de Oscar Liera. Delia abrió conductos interpretativos maravillosos con su personaje “Nora”, el gran “Merlín” escénico Julio Castillo, la llevó al techo de sus máximas posibilidades interpretativas. A Delia le toca decir el adiós de vida teatral para ese gran director mexicano. 1988.
En 1990 vino un eco que aún escucho dentro de las grandezas de nuestro teatro: “Señora Klein”, dirigida Por Ludwig Margules en el Foro Shakespeare. Una sonata casi bergmaniana. Ejecutada por tres grandes actrices: Ana Ofelia Murguía, Margarita Sanz y Delia Casanova. El rigor de dirección actoral de Ludwig Margules se dibujó en tres referentes que se magnificaron en cómo se plasma en realidad mágica la ficción. Aquello fue un parto creativo memorable.
Luego en 1991 la vi en un trabajo inolvidable: “Secretos de Familia”, bajo la dirección de Héctor Mendoza. Teatro Santa Catarina. Personaje Clitemnestra. Aún me asombro en el recuerdo como una de las grandes escenas del teatro esa realizada por Delia y Blanca Guerra. El desgarramiento en el reclamo. La fortaleza imperante de la reina. El amor extinto en nombre de la nueva pasión. Madre- mujer, mujer- madre, el conflicto del personaje translucido en filigrana emocional conductual por la actriz. Gran dirección de Héctor Mendoza.
Dejo para el final “Juicio Suspendido”, 1994, autoría y dirección de Héctor Mendoza. Una obra que se, significó un trabajo difícil interpretativo para la actriz. Esos dolores creativos son quizá los más potentes pues cuando afloran a la luz irradian la claridad de un nuevo día, misma que queda para siempre en la memoria.
Gracias Delia Casanova, por ser la mujer que eres. Por ser una luchadora mexicana de las buenas, por ser la actriz que tantos retratos humanos nos has dado. Tu ser, así como tu Poza Rica Veracruz, es una antorcha de luz, un oro negro en tus entrañas, lleno de fuerza, entereza y enorme dignidad humana.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Nota: Texto leído la noche del 22 de Septiembre de 2019, durante el «Proyecto Delia Casanova» que dio a luz la gran actriz Blanca Guerra. Gracias Blanca Guerra por invitarme a ser partícipe de esta bella y fundamental causa del espíritu.
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