Hace mucho que no compro periódicos impresos, salvo cuando en sus páginas hay un texto mío o de algún amigo cercano. Tiene unos 15 años más o menos que dejé de adquirirlos pero nunca, jamás, he dejado de leerlos. Todas las mañanas leo lo más que puedo de sus versiones digitales y durante el día reviso sus actualizaciones constantemente. Todo en línea.
Recuerdo con nostalgia los domingos que salía muy temprano al puesto de periódicos y regresaba a casa a devorarlos con todo y sus suplementos semanales. Era un ritual en el que la cafeína y el tabaco jugaban un rol primordial. Ahora ni siquiera fumo, aunque la cafeína sigue fluyendo libre por mi torrente sanguíneo.
El caso es que los medios impresos tuvieron que adaptarse a la revolución digital o morir. Y lo cierto es que en unos cuantos años no habrá más periódicos impresos. Los medios que se aferren a gastar en papel y tinta lo harán con tirajes ridículamente bajos. ¿Cuántos jóvenes menores de 25 años se ensucian las manos con la tinta de un diario impreso? Uno de diez, si mucho.
El papel periódico es historia y no tarda en desaparecer del mapa. Si en México sobrevive es gracias a la publicidad del gobierno y a las suscripciones desde el sector público. Las nuevas generaciones se informan en línea. (Roberto Garza, conductor radiofónico).
Sí, la tendencia es hacia un mundo regido por los medios electrónicos… pero surgirán preguntas como: ¿Y con qué envolverán los tamales? ¿Los pintores con qué cubrirán para pintar? ¿los indigentes con que se cubrirán?, digo. (Frank Florews).
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