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El mundo está lleno de injusticias. Enseñarle a mi hijo a ser dócil no le sirve. No le sirvió a los indígenas dominados por los colonizadores-evangelizadores. Frente a las injusticias sociales hay que responder, por amor a la libertad, defendiéndola, con inteligencia, y si es necesario, a sangre y fuego.
Gandhi logró la independencia de la India, sin disparar balas, gracias a su valor y a su coraje frente a un invasor y saqueador imperio.
Los jesuitas y la Teología de la Liberación son respuestas de amor por la libertad, con la rabia y la pasión que amerita defender esas causas frente a la injusticia.
Fito Páez tiene razón: en la vida real -y hay que enseñárselo a nuestros hijos- «El mundo está lleno de hijos de puta». Pero, pienso que es no sembrar odio, hacer cosas en la vida, es aprender a defenderse (lo cual implica enojo, que no odio) o reconstruir el sistema, no tienen que ver con el odio, pero sí con la rabia y el coraje de lanzarse a hacerlo. Mi recomendación en este tema es el libro: «La pedagogía del oprimido», de Paulo Freyre, es un enorme clásico de la pedagogía latinoamericana. / Juanjo Rodríguez Maru.
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