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RETROMANÍA: Pop Culture´s Adicction to its Own Past

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Simon Reynolds: Asevera que lo Retro-título de su famosos e importante libro-«es la explotación del pasado»: 1. Es un conservadurismo musical y en términos mexicanos, «refrito» sin creatividad. 2. A partir de los 80s, el rock se hace «autorrefllexivo», comienza a plagiarse a sí mismo, comenzando con el Glam. 3. El universo retro ha puesto al alcance de los melómanos: prácticamente todos los archivos musicales de los grandes grupos musicales. Sólo ellos se hacen más millonarios, lo cual no es criticable; pero los grupos de nivel medio y de culto poco conocidas, sí lo hacen porque necesitan ese dinero y sin embargo sus compañías disqueras les escatiman sus dividendos. 4. La lujuria musical de los melómanos de querer comprar todo aunque no se escuche: en cd, usb, mp3 y vinilos. «Jamás compraría un disco sólo por tenerlo». 5. Ahora no se puede escuchar música apropiadamente, en los reproductores adecuados: hay mucha distracción y la oferta es infinita. Lo mejor es escuchar la música y sólo eso, sin hacer en ese momento otra cosa. 6. La mayoría de los músicos actuales prefieren ser retro con modificaciones leves porque si hacen lo suyo original, no hay audiencia porque las ofertas son demasiadas. Es que antes no había problema: la «música más avanzada y progresiva era la más vendida»

Simon Reynolds “Lo retro es la explotación del pasado”

Está considerado uno de los críticos musicales más importantes del mundo. En su libro Retromanía señala el vicio del rock por el autoplagio.

Por CARLOS SALATINO

«Simon Reynolds nació en Londres en1963, y es el crítico de rock de habla inglesa más importante de los últimos veinte años. Estudió Licenciatura en Historia en la Universidad de Oxford, donde dirigió su primera revista, Monitor. En 1986, comenzó a colaborar en el semanario Melody Maker donde llegó a ser uno de los secretarios de redacción. A partir de los 90, se mudó a Nueva York, desde donde colabora con diferentes medios como The Guardian, The Observer, The New Stateman, The Wire, The New York Times, Village Voice, Spin (en la que ejerció el puesto de editor senior) y Rolling Stone. Actualmente, mantiene siete blogs y escribe una columna fija en la versión on line de The Guardian. Dueño de una erudición notable, acaba de publicar su séptimo libro, Retromanía, un exhaustivo tratado acerca de la adicción del pop a su propio pasado. Un trabajo en el que demuestra cómo la música (en este caso el pop, pero podría aplicarse a cualquier género musical, inclusive de nuestro país), necesita “reinventarse” visitando a sus antecesores para poder generar un producto o, como lo define el propio Reynolds, un “artefacto cultural” que suene a novedoso.

–Periódicamente se visita a la música del pasado y se toman elementos de su estilo para presentarlos como algo nuevo. ¿Cree que esta utilización fomenta el vaciamiento conceptual de la música que se toma como referencia?

No vinculo todos los usos de elementos históricos dentro de la música o la moda joven con lo “retro”. Por ejemplo, no pienso en las escenas del folk o del blues de los sesenta como retro. Estaban usando esas viejas formas pero estaban adaptando la música con guitarras eléctricas y amplificación y agregaron diferentes tipos de letras que eran más bohemias o contraculturales. Pronto le sumaron otras influencias musicales como el jazz o la música de la India. Y estaba todo ocurriendo en el contexto de la cultura joven y la música comercial masiva. Entonces, lo que Bob Dylan y The Byrds, o The Rolling Stones, The Yarbirds y Led Zeppelin hicieron, no tiene nada que ver con lo retro: construyeron sobre elementos del folk y formas del blues pero lo que hicieron era el comienzo de algo nuevo. Lo que es retro es cuando el rock se pliega hacia atrás sobre su propia historia. El primer ejemplo de eso es el glam-rock con sus invocaciones al rock & roll de los años cincuenta. Eso es el rock volviéndose autorreflexivo y “escuchando” a su propia edad de oro perdida. El problema con lo retro es cuando está inmerso en el pasado pero no agrega nada a la música, no la lleva más lejos. Y cuando su significado está atado al pasado, nunca escapa de su referencia hacia atrás en la historia. Retro es la explotación del pasado, todo el arduo trabajo que fue puesto en la creación de nuevas formas, en un modo que nunca deja de ser dependiente de la historia. Pero eso no ilumina ni reactiva de un modo que otorgue algún tipo de relevancia renovadora en el presente. Es sólo simulación, una reproducción sin profundidad, solo una estilización superficial. Igualmente es posible revisitar el pasado y recombinar elementos de modos interesante y poderosamente artísticos. Hay músicos como Ariel Pink o The Ghost Box que están haciendo un trabajo sorprendente, emocionalmente resonante, basado en la memoria cultural y la nostalgia.

–El intercambio de archivos de música por internet se ha hecho como modo de sociabilizar la música. ¿Usted cree que en el fondo existe una idea de perjudicar los intereses de las compañías discográficas o es simplemente una cuestión altruista de los usuarios?

Algunos usuarios creen imaginar que “se la están dando al Hombre”, lo cual quiere significar resistir y socavar activamente el capitalismo corporativista. Desafortunadamente la gente que ha sufrido más son los pequeños sellos y artistas, y también los locales de venta independientes. Las majors están aún con nosotros, de hecho han devenido en conglomerados aún más grandes y poderosos. Parecen estar adaptándose a los nuevos sistemas digitales y encontrando maneras de obtener ingresos. Pero las compañías pequeñas están peleando para mantenerse en el negocio, y muchas incluso no pagan a sus artistas, sólo sacan el disco y le dan al artista algunas copias más de cortesía. Los pequeños locales están cerrando continuamente. Hablan de “compartir”, lo que sugiere generosidad. Quizás eso es parte del asunto, el entusiasmo del fanático. Pero cuando ves a un blogger poner en línea la discografía entera de una banda como Stereolab –incluyendo las rarezas de siete pulgadas y los CDs compilados de rarezas y temas oscuros– y se adjudican el orgullo de que no falte una sola cosa que la banda realizó, el aspecto de compartir no parece ser una excusa tan buena para lo que básicamente es robar. Stereolab es una banda que probablemente podría usar los ingresos de las ventas, habría pensado. Cuando aparecen bootlegs de Pink Floyd es difícil sentirse mal por ellos, ya que son multimillonarios. Pero las bandas de nivel medio y las de culto podrían realmente necesitar ese dinero.

–¿Qué nos puede decir sobre aquellas personas que acumulan grandes cantidades de música en sus computadoras? ¿Existe un interés real en esa música o dicho interés está concentrado en la acumulación de material sonoro?

Creo que se convierte en una suerte de lujuria musical. Hay una teoría del consumismo que habla de “la compra del momento”, cuando el impulso de comprar es la comodidad y lo que es placentero, no el uso real del objeto comprado. De este modo, alguien compra ropa o zapatos que no usa, o discos que nunca llegan a escuchar (ese sería yo, incluso antes de Internet y de las descargas). El compartir archivos y descargar es como la amplificación exacerbada de esa “compra del momento”.

–¿Qué opina acerca de la moda de comprar vinilos como objetos que, en muchos casos, ni siquiera son abiertos por sus propios compradores?

Esa es una versión diferente de la misma lógica perversa que subrayé antes. Jamás me compraría un disco sólo para tenerlo.

–Escuchar música requiere de un alto poder de abstracción como el que se necesita para leer un libro, o asistir a un espectáculo teatral. ¿Usted cree que se va perdiendo la ceremonia y la liturgia de escuchar música?

Escuchar música se caracteriza ahora por la distracción y el “revoloteo”. Creo que internet depreda nuestra curiosidad hacia cosas nuevas y diferentes, haciéndolas fácil de revisar (tanto cosas del pasado como actuales). No hay costo, no hay inconveniencia. Simplemente vas a YouTube o visitás un blog o escuchás en Soundcloud o Bandcamp. Pero teniendo tanto material disponible te hace moverte constantemente. De ese modo, se vuelve más difícil obsesionarse o apegarse a un disco. También creo que escuchar música por la computadora o una tablet o un teléfono, es muy contraproducente, ya que la máquina que es tu portal a la música también es tu portal hacia todo lo demás en el universo cultural. Tendés a encontrarte escuchando mientras también leés, mientras posiblemente estés descargando algo más para escuchar. Entonces tu atención está dividida. Me gustaría poder crear un espacio para una escucha más inmersiva. Me estoy entrenando para volver al hábito de comprar CDs otra vez. Ya que una vez que uno tiene el CD y ha gastado dinero en él, estás comprometido a obtener algún valor de él y de este modo a hacer una escucha atenta, repetida. También me gustaría volver a la escucha de música sin hacer nada mientras escucho. Sólo poner el CD, o el LP en vinilo, y escuchar con absoluta concentración e inmersión. Descubrí que el mejor lugar para escuchar es, de hecho, el auto, ya que hay cosas para mirar pero estás en una suerte de fluir puro del tiempo. Escuchando la radio mientras manejás ha revivido mi amor por la música debido a que está integrado al fluir del tiempo vivido en el modo en que el tiempo de la computadora o la web no parece estar.

–¿Sería posible pensar en obras de concepto como Sgt. Peppers o algunas del rock progresivo en la actual era del iPod?

La gente parece aún estar haciendo discos conceptuales o álbumes completamente realizados, experiencias lineales que se supone que deben escucharse como un todo. Pero parecen más un género que una forma cultural dominante. Probablemente la generación actual de gente joven sólo estará interesada en temas y compilaciones. Aunque es alentador que más y más artistas estén haciendo álbumes de cuarenta minutos incluso cuando el CD permite mucho más. Cuarenta minutos tiende perfectamente al alcance de atención y a hacer un resumen musical cohesivo.

–El oyente se encuentra invadido por una gran cantidad de estímulos musicales. ¿Los músicos están artísticamente a la altura de responder a esos estímulos o deben contentarse con lo que pueden hacer o lo que les sugieren las compañías discográficas?

Parece haber mucha “música post-internet” apareciendo (Grimes, Gang Gang Dance, también algo de rap cloud) donde está claro que los artistas han sido inundados por un gran rango de influencias y que 14 están tratando de hacerlas unir en un nuevo sonido políglota. En algunos casos es como una actualización digital de la fusión. Puede hacerse bien pero también puede ser muy desordenada, como un plato con demasiadas especias.

–¿Cree que el oyente necesita estar seguro con lo que escucha, por eso prefiere el sonido ya conocido?

Puedo ver por qué las bandas jóvenes miran a ciertas eras de la música y piensan “esto suena mejor que cualquier otra cosa, me quedaré con esto”. Si yo fuera un músico, quizás, me gustaría tocar como The Rolling Stones, Led Zeppelin o Free, o quizás como The Buzzcocks. Ciertos estilos de música pueden haber sido perfeccionados, llevados tan lejos como podían ir. Y podría ser que si quieres hacer música en un proceso disfrutable, estos viejos y establecidos estilos “acabados” son hacia lo que te gustaría llegar. Hacer música nueva es un trabajo duro y los resultados pueden no ser tan entretenidos para tocar o escuchar. Eso se aplica a consumidores y oyentes también: hay ciertas cosas básicas que los estilos tradicionales hacen bien (música básica rockera, o rock orientado a grooves, o canciones de amor y deseo). Quizás es como una silla. Puedes hacer una silla de aspecto avantgarde, pero puede que quieras hacerla menos cómoda, estable o utilizable. En un sentido la silla fue perfeccionada. Hay variaciones sobre la silla básica, pero no van tan lejos, ya que la función de ser una silla es lo que importa, o sea algo para sentarse encima. Creo que ciertos tipos de música son así. Hay un término en Estados Unidos, que es “comfort food”: básicamente comidas simples como las que haría la madre de uno. Mucha música es como eso. Provee nutrientes emocionales y cumple con las necesidades básicas.

–¿Cree que algunos músicos prefieren el reconocimiento y apelan a lo seguro en su música?

Sí, ya que la música avant-garde y la “rara y dificultosa” generalmente reduce su audiencia, y en este momento es lo suficientemente difícil vivir como un músico. Ser raro y complicado casi garantiza que estarás haciendo tu música como un hobby, como algo al margen de lo que uno hace para ganarse la vida. Una cosa que ha cambiado históricamente es que en los sesenta, la más avanzada y progresiva música también era la más vendida: The Beatles, The Rolling Stones, The Doors, Pink Floyd, Jimi Hendrix… La única excepción realmente fue Velvet Underground, quienes no vendían demasiados discos. En los sesenta, la mejor música, y la que más miraba hacia adelante, estaba también entre los mayores éxitos comerciales».  (Juan Heladio Ríos Ortega).

 

 

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