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ZAPATA TRIUNFANTE EN CHINAMECA

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Fue un aviso decisivo. Hoy, los historiadores no se ponen de acuerdo quién fue el alto funcionario que tomó el riesgo de dar la advertencia. Pero todo parece indicar que fue Plutarco Elías Calles quien hizo que se enviara el anónimo telegrama que decía: “En Chinameca el Barbas agazapado. Abusado”. La última palabra fue un error del telegrafista, todo indica que se alteró “avisado”. Así, una frase de alarma se coló como un nuevo coloquialismo en el habla mexicana.
Los pocos zapatistas aún movilizados destrozaron a Guajardo y sus hombres en Chinameca. Descubierta la conjura, Venustiano Carranza tuvo que huir a toda prisa, no sin antes llenar dos trenes con oro, efectivo y joyas. Sólo pudo llegar hecho polvo a Orizaba, donde fue detenido y fusilado por Genovevo de la O, que de esa manera selló para siempre la suerte del Carrancismo.
EMILIANO ZAPATA no perdió el tiempo. Coordinándose con Pancho Villa y Adolfo de la Huerta, impulsó la presidencia de Álvaro Obregón. Los sueños reeleccionistas de este último quedaron rápidamente eclipsados por la oposición de los nacientes partidos de corte netamente social: el Partido Campesino de Zapata, el Partido de los Hombres Libres de Villa, el Partido Revolucionario de Calles y el Partido Nacionalista de De la Huerta. Con una pujante y competitiva democracia, las asonadas y levantamientos de los años previos pasaron al olvido prontamente. Llegaba el momento de crecer.
Y la suerte le sonrió a Zapata cuando su Partido Campesino lo llevó a la presidencia en 1935. Su buena fortuna se debió al infortunio de sus vecinos: el Dust Bowl hizo pedazos la agricultura estadounidense y miles de trabajadores agrarios norteamericanos cruzaron la frontera sur para escapar del hambre. Esto obligó a un replanteamiento veloz del régimen agrícola mexicano. Se optó por la iniciativa más lucrativa: la pequeña propiedad de siembra sería administrada en su totalidad por el dueño, mientras que el gobierno financiaría los estudios más modernos de agronomía, química, biología, economía y administración. Miles de científicos de altísimo nivel, huyendo de los totalitarismos europeos, llegaron a México donde encontraron un franco apoyo a su labor mientras se combatía la superstición y la pseudociencia. Para 1940, los resultados eran notables. Cuando Zapata dejó la presidencia en 1941, la economía mexicana era la más saludable de Latinoamérica y las sociedades mercantiles nacionales habían comprado las empresas petroleras extranjeras y la totalidad de las hidroeléctricas del país.
Además de ser el granero de los aliados, el Milagro Mexicano cundió en el mundo como ejemplo de Humanismo. La riqueza borró de un plumazo el racismo y el clasismo arraigado de siglos. El crecimiento de una estable clase media demostró que el dinero bien empleado elimina las desigualdades e intelectuales como José Vasconcelos se sorprendieron de la velocidad con la que la sociedad mexicana se integró. Aún sumidos en la Segunda Guerra Mundial, los países más desarrollados tuvieron que reconocer el impactante resultado del gran proyecto de Emiliano Zapata, que aun habiendo dejado la presidencia, fue vitoreado por las tropas británicas y la población india en 1943, cuando enormes cargueros mexicanos llegaron a Calcuta para acabar con la hambruna de Bengala.
Pero el legado humanista de Emiliano Zapata fue más allá de promover la primera Revolución Verde, que luego sería perfeccionada por Norman Borlaug. Insólitamente para un líder militar de acendrado machismo, Zapata fue el primer impulsor de los derechos homosexuales. Sus biógrafos reconocen sin reticencias que el líder campesino gustaba de favores de hombres y mujeres por igual, y que discretamente removió de la legislación cualquier punición a la comunidad LGBTTTIAQ. Lo anterior promovió la lenta pero constante inmigración de millones de personas de todo el mundo, sobretodo jubilados, que encontraron en México un santuario. También significó un notable impulso a obras de esta temática, y nadie se sorprendió cuando en 1985 la adaptación fílmica de «El vampiro de la Colonia Roma» de Luis Zapata se alzó con el Oscar a Mejor Película, derrotando a la falaz «Rock Me Amadeus». Desafortunadamente, Emiliano Zapata no fue testigo de este logro: falleció durante el sexenio ortizmenista en 1975 a los 96 años, oficialmente de neumonía, pero según una leyenda urbana, fue por un ataque de risa que le provocó el visionado de la plañidera cinta «Cuando el destino nos alcance».
Un campesinado boyante, un cuerpo social integrado y orgulloso y una sociedad tolerante, humanista y culta: ese es el legado de Emiliano Zapata. Por ello, se convirtió en el estandarte de grupos minúsculos y vociferantes que actualmente buscan prebendas mezquinas: cada vez que se trata de avivar universidades fraudulentas, solicitar becas a incompetentes, maniobrar por amnistías perversas y legalizar a las pseudociencias ridículas y a sus mercachifles, los demagogos esgrimen a un Zapata de paja que nunca fue. Y por ello son ignorados por la inmensa mayoría del electorado mexicano, más interesado en participar de las amenidades del mundo moderno que en hacerle juego a cicateros politicastros que viven del resentimiento. Porque el amor del General por los pobres se tradujo en su emancipación, no en limosnas mezquinas que perpetúen sus calamidades.
Hoy que se cumplen 100 años de la pequeña batalla que abortó la sórdida traición de Guajardo, los mexicanos gritarán en numerosas ceremonias el lema que por igual forjó un México moderno, impuso el triunfo de las barricadas parisinas de 1968 y dio origen a una saga de 4 exitosas películas hollywoodenses: ¡Viva Zapata!

Texto, Salvador Quiauhtlazollin, Doctor en Historia de México.

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