Sucesos

De los sirvientes blancos

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Tom Wolfe en La Izquierda Exquisita: Por ejemplo, los sirvientes propios, aunque blancos, generalmente no significan problema alguno. Una palabra discreta, un astuto eufemismo sobre el tipo de fiesta que va a celebrarse, y serán un modelo de corrección. Los eufemismos, sin embargo, no siempre resultan fáciles. Cuando hablamos con nuestros sirvientes blancos, no sabemos si referirnos a los negros como negros, morenos gente de color.
Cuando hablamos con otros, bueno, con… personas cultivadas, decimos negros, por supuesto. Es la sola palabra, en general, lo que implícitamente muestra la conciencia que uno tiene de la dignidad de la raza negra. Pero por alguna razón, cuando uno empieza a pronunciar la palabra para los propios sirvientes blancos, vacila. No puede lograr que la palabra salga de la garganta. ¿Por qué? ¡Contraculpabilidad!
Uno comprueba que está a punto de pronunciar uno de esos términos hirientes que dividen a los cultivados de los que no lo son, a los refinados de los no refinados, a los hip de los vulgares. Tan pronto como la palabra ha sido pronunciada (uno lo sabe antes de que brote el primer sonido), tu sirviente te calificará como a uno de esos liberales de limousine, o cualquier otro epíteto que usen, que se dedican a entregar su alma blanca al movimiento negro; pero ¿haría usted otro tanto por la clase blanca baja, por los domésticos del East Side, por ejemplo? Difícilmente, sahib. ¡Negadlo si queréis! pero tales son los deliciosos pequeños calvarios de la Izquierda Exquisita. Y uno se decide por Negro con la esperanza de que el gran dios Culturatus haya dejado a un lado el libro de registro por el momento… En cualquier caso, si uno está dispuesto a aceptar ese pequeño compromiso, los sirvientes propios no son problemas. Pero el ascensorista y el portero… ¡los rayos mortíferos que empiezan a lanzar, sus secas respuestas, tan pronto como se enteran de que va a celebrarse una de esas fiestas! Por supuesto, todos ellos son de Queens, y demás, y uno tiene que pasar por eso. Por alguna razón, el ascensorista suele ser incluso peor que el portero, un menor sentido de la politesse quizás.

Juan Alberto Vázquez.

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