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EL DÍA QUE CRUCIFICARON AL CRISTO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

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Me he percatado que los seres humanos llegamos a apreciar más la vida al padecer, al sentir el dolor físico. Al enfermarnos. Al tener que detener nuestros acelerados relojes de vida. Al privarnos de nuestros acostumbrados movimientos de cuerpo y las maravillosas funciones de nuestros órganos, reparamos lo frágil que somos. Lo pequeño de nuestro existir para el torbellino del correr de este tiempo vorágine.

En estos días de estar recuperando, mimando la salud quebrantada, he reflexionado mucho, hondamente, quizá con una claridad prístina jamás lograda. Al no tener otro pendiente que reestablecerme he dejado de lado las diarias preocupaciones profesionales o existenciales, sólo comulgo con mi cuerpo con mi respiración y con la compañera angélica que me cuida y mima.

Al vivir el dolor físico, después de una intervención quirúrgica, uno vive un carrusel de emociones. Dolor, enervamiento, tristeza, histeria quizá, lágrimas, deseos de vivir, de reestablecerse o de dejarse ir si no hay motivos reales o profundos para seguir en la carretera.

En el dolor, el hombre se convierte en Cristo, en un ser puro, vulnerable, abierto, vislumbra con claridad qué es la vida. Uno pide a Dios, reclama o clama explicaciones: “Padre por qué me has abandonado”. Uno puede encontrar respuestas en lo más simple, en lo que menos se repara, como el ver el sol en todo su brillar sobre las hojas, en ver una abejita que succiona la flor. Eso es la voz de Dios o de la vida.

Hoy que tanto se habla de crucifixión, de semana santa, de la pasión de Cristo, entiendo muchas cosas. Al compartir con pasión de dolor el martirio, uno busca la luz, el consuelo, la paz. Parece que el hombre necesita caer, cual Cristo tres veces, para entender el sentido del redentor que todos llevamos dentro. Dura condición del hombre, sólo el dolor alivia y da luz a nuestra estupidez cotidiana y consolidada de poner en el trono a la soberbia, diosa encumbrada de estos tiempos contemporáneos.

Raúl Adalid Sainz, escrito hecho en la profunda meditación acerca de lo que es la vida. Torreón, Coahuila. Semana Santa del 2014.

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