La indecisión viene de causas diversas; en ciertos casos es una enfermedad del espíritu y de la voluntad; las dificultades que tienen algunas personas para tomar una resolución o sencillamente para resolver los pequeños problemas de la vida diaria; es una de las manifestaciones más penosas de la cortedad del espíritu.
Ciertas personas son irresolutas por desconfianza innata, por una pusilanimidad que las hace dudar de tratar de tomar una decisión. No sólo lo recelan engañándose a sí mismas, sino que creen que todo el mundo trata de explotarlas; consultan a la gente, piden consejos para el arreglo de sus asuntos morales o materiales; y son víctimas de todas sus creencias, pues si por desgracia oyen o leen algo subversivo ya no sabrán de qué lado poder su fe; si es en negocios financieros, tanto preguntan, tanto confían, que, por lo regular, ya cuando toman una determinación es demasiado tarde.
En cuestiones morales, los resultados de la indecisión son aún más fatídicos. ¿Quién es capaz de sentir como el propio corazón? ¿Para qué pedir consejo? En la mayoría los casos sólo serán perjudiciales; indecisiones terribles que matan su dignidad lentamente, indecisiones que transforma el curso de una vida, indecisiones que desbaratan felicidades.
Indecisiones vulgares que vuelven a la vida odiosa, pero todo el día esta agitada por su resolución por su resolución, todo le parece malo; sufre y hace sufrir a los que lo rodean; cada acontecimiento adquiere a sus ojos una importancia exagerada, formando en su marginación verdaderos dramas
Para la vida, tanto son nocivas las decisiones tomadas rápidamente, sin el tiempo necesario para reflexionar, como la morosidad; pero ninguna será tan perjudicial como la indecisión.
Para bien o para mal, la conversación es nuestra forma de presentarnos. Cada vez que abrimos la boca los demás se asoman al interior de nuestra mente.
Bruce Barton.
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