Hay amigos, hermanos de armas, y luego por vanidades se tornan con pasión, enemigos mortales.
Un amigo escritor me obsequia su libro y me pide que le haga una crítica «en serio» «dime realmente lo que tú consideras de mi libro»; un ensayista antropólogo me dedica su libro y espera una crítica «a fondo» de la obra. Por supuesto que no lo voy a hacer. No me gusta escribir críticas sobre nada, mucho menos de las obras de amigos, amiguetes o conocidos. He visto amistades que terminan en pleitos mortales por criticar la obra del amigo; canción, poema, novela, cuento, ensayo.
Como cuando tu amada o tu esposa te piden, o te exigen, le digas sus «defectos» y «lo que no te parece de su persona y sus actos». Si lo haces, te verás en graves problemas. Me gusta el ejemplo clásico: cuando críticas, clavas un hierro, disculparte es sacarlo del sitio…y siempre queda un hueco; su nombre es resentimiento, rencor. Y, la gente no olvida…
La verdad, tu verdad, no es tan importante. Prefiero no perder un amigo o un amor en aras de la sinceridad. Eso es una tontería autoritaria. Qué hermoso es que las personas brillen con sus «cualidades» y «defectos»; tú no eres juez de nada, el mundo ya estaba podrido antes de tu nacimiento y además, en el fondo, tú mismo eres un proscrito, mentiroso, hipócrita, impresentable, indolente; mejor, así deja todo…
A continuación unos cuantos enemigos mortales que comenzaron siendo amigos y en aras de la verdad chocaron sus espadas…la lista es infinita…
Paul Theroux versus V.S.Naipul,
Arturo Ripstein versus Ayala Blanco,
Vicente Leñero versus Emanuel Carballo.
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