Cuando andaba en los nueve años de edad, mi querida madre Teodocia, llevaba a mis hermanos y a un servidor, a pasear por los lugares más hermosos de aquél Uruapan tan pintoresco y que pedía a gritos ser plasmado en los lienzos por los mejores pintores. Llámense “Riego” Rivera, Siqueiros, Orozco, Tamayo, O´Gorman, Alfredo Zalce, etc., quienes además si conocieron nuestro vergel, eso me consta a mí, como a otros que supieron de sus visitas.
Aquellas salidas de fin de semana incluían la Tzaráracua, la Tzararacuita, las huertas, la visita a las capillas de los barrios, el Parque Nacional y su Rodilla del Diablo, transformada hoy en un recoveco perdido entre piedras, ¡ni que agua ni que mis arañas¡
¡Cómo poder olvidar esos viajes cortos!, nada turísticos y sí de costumbre, los que me hacen recordar un detalle que nunca olvidaré…
Sucede que siempre que doña Teodo -o sea mi madre- nos llevaba al Parque; y al pasar por uno de sus puentes, me decía cantando suavemente:
-“¡Vente Pepe no te quedes vámonos…!”.
Yo nada más la escuchaba, y seguía disfrutando del paisaje, pero al paso del tiempo, un día, cuando mi conciencia comenzó a tener carácter de serlo, le pregunté a mi viejecita:
-Oiga madre, ¿por qué cuando pasábamos por uno de los puentes del Parque, usted me cantaba: “¡Vente Pepe no te quedes vámonos…!”?
Mi madre respondióme:
-Mira Pepe lo que pasa es existe la creencia de que si un niño camina por arriba de un río, los adultos que van con él, deben cantarle para que no se quede su alma para siempre ahí, en el cristalino río. Es algo muy raro pero me cuentan que hace unos cien años el alma de los niños que cruzaban el río la atrapaba el fluido, y a partir de entonces los pequeños no podían dormir, siempre andaban muy inquietos, se enfermaban fácil, y estando a punto de fallecer.
Sin embargo –continuaba mi madre-, otros afirmaban que a alguien se le ocurrió cantar una melodía arrulladora al pasar junto al río para ver qué sucedía y posteriormente vieron que a los chiquitos que les cantaban no les pasaba nada, por eso se hizo costumbre lo de: “¡vente niño no te quedes vámonos…!”
La verdad no sé si esto es cierto, pero por sí las dudas mi mamá me cantaba.
Este pequeño detalle mitológico de poblados como Uruapan que poseen un río, me hace echar a correr mi memoria para recordar con ustedes que antes en nuestro pueblo había mucha gente que creía en las famosas supersticiones, ese temor natural de todos nosotros.
Casos donde uno creé en que son parte de lo sobrenatural, de lo desconocido y poco explicable, aunque para muchos lectores esto sean puras papas, les relataré algunos detalles que yo, siendo joven recuerdo muy bien y no son puras papas, ni puré de papas, ni nada que ver con esa sabrosa verdura, que sabe más sabrosa preparada a la francesa, como las salchipapas.
La historia popular de Uruapan puede testificar acerca de las supersticiones que a veces se creía eran obra de los demonios, brujos, hechiceros, a los que en la época colonial les decían herejes y hoy semi-esotéricos; pero también eran obra de la naturaleza, el ambiente, la suerte o la mala suerte, en pocas palabras fueron y son cosas intangibles pero sensibles, pues estoy seguro que a todos nos ha pasado alguna cosa rara en nuestra ingrata, pero grata vida.
Hace 70 años, conocí un señor delgado, no recuerdo su nombre, que tenía una barba grandísima, se creía poeta y declamador, cronista de la revolución mexicana; acostumbraba pasear al lado del río Cupatitzio. Dicen que cada palabra que decía podía ser una maldición.
Una vez escuché decirle a otro señor que uno debía temerle a las caídas porque eran de mala suerte y futuro incierto. Pero, en esos años ¿quién canijos no se caía habiendo tantas calles empedradas por todos lados y pocas pavimentadas?, al caso las céntricas y que eran las principales de cada barrio: la San Juan Evangelista (Manuel Ocaranza), la de Santiago (Emilio Carranza), la de San Miguel (Juan Delgado); y la de San Francisco (Alvaro Obregón).
Pero una vez que yo iba bajando hacia la vecindad de los Once Cuartos, en la calle Obregón, a llevar un mandado a mi tía Pacita, vecina de la casa del Padre Arcadio Martínez, y miré cuando una señora de chal, al caerse se lamentó y dijo:
-¡Hijole, este tropezón ya me desgració!
También mi tía Tere Fajardo me platicaba que unas mujeres del barrio de San Pedro les gustaba tener el pelo largo y limpio, sin piojera, lo que indicaba una larga vida, llena de felicidad y alejada de los malos espíritus.
Y que sí el pelo era maltratado, con liendrero y/o calvo, como está un hermano de mi amiga, la señorita “Avila”; era síntoma de mala salud, pobreza y vida peor, aunque que todos los calvitos que estamos con unas entradas que ya van de salida, diremos que hay sus excepciones, y bastantes, ya ven ustedes al buen hombre llamado Carlos Salinas de Gortari.
Dicho sea de paso, hoy los “cabecitas de algodón” son los que están de moda, las mujeres se desmayan por ellos… ¿eda, Adrecillo?
A propósito que estamos en eso de la cabeza, mi primo Sostenes Martínez Carranza, alias “El Camaleón”, en las reuniones acostumbraba juntar sus cejas pobladas dizque para reflejar mucha inteligencia, sabiduría, intelectualidad y fortuna. Ah, pero creo que para eso hay que ver qué tipo de ceja tenemos, ¿no lo creen?
El que sí todos conocemos es el mentado “Mal de Ojo”, mismo que tiene muchas interpretaciones, y todas caben en la cienciología del misterio. Por ejemplo, una de ellas es que “sí una persona se te queda viendo mucho rato y de manera rara, puedes caer en el “Mal de Ojo”, no se diga de los niños chiquitos.
Según me platicaba “El Negro” Alvarez, un compañero de la ruleteada, conoció a una mujer muy linda, una venus uruapense, que vivía en El Vergel y a la que vecinos del que fuera el antiguo barrio de la Trinidad se la comían con sus miradas.
Pues resulta que poco después de su juventud, aún solterita, dulce y sazona, cayó en una enfermedad de la piel, que para qué les cuento.
Y así, aquella joven que era todo deseo y pasión en espera, embrujo que provocaba derramar tanta miel en los hombres casaos y solterines de los barrios; al ser una joven tan hermosa; pero al final se transformó en un engendro humano, ¿será cierto? ¿O no le haría caso la Venus esa a mi amigo y la maldijo? ¿O le habría mandado hacer una travesura algún joven no correspondido?
De ese tipo de ejemplos hay muchísimos, sino los invito a que averigüen al respecto. Pero, ojalá y uno le pudiera hacer Mal de Ojo a todos los políticos que reman a dos manos, chance y dejaran de fregar (robar y andar en la corrupción) al pueblo, de menos al de México, al que exprimen bonito y sin extractor.
¡Ah¡ por cierto una muchacha que trabajó con mi prima Margarita Cienfuegos, ¡muchacha chaparrita coquetona!, decía que sí a uno le zumbaba el oído era que alguien estaba hablando de nosotros, pero a la malagueña, ¿será cierto estimado Casimiro Mendieta?
Dice mi tía Julieta (Yuli) Malpica que antes frecuentemente llegaban al pueblo las gitanas, que se dormían rumbo a la estación del ferrocarril, y se concentraban en la plaza del mono ese llamado “Morelos”, ofreciendo “ler la mano”, a cambio de unos centavos o un chesko.
Muchas amigas de mi tía, la Yuly Malpica, que estudiaban en el colegio “La Paz”, donde ella abrió el sendero del conocimiento igual que una prima lejana de mi jefecita, la tal Rosy Melcacho, iban con esas mujeres.
Ella recordaba que cierta ocasión, fue a ver qué onda -como dicen ahora los chavos banda, los ninis- y puso en apuros a la gitana.
-Te doy la moneda, pero antes ¿dime donde nací y cómo me llamo?
La gitana disgustada no le respondió y muy terca que le exige:
-¡Dame primero la moneda!, ¡dame primero la moneda!
Entonces, al ver que mi pariente no sacaba la de plata, le contestó:
-¿Sabes dónde naciste?, pues donde te parió tu madre y te llamas como te pusieron tus padres!
Incontinenti, se fue corriendo con su nagua veloz rumbo a la calle de Prostitución, como se le conocía a la calle Constitución, por ser muchos años una parte muy famosa de la zona de tolerancia.
Pero, en eso de la lectura de la mano, hoy día en varios cafés light de Uruapan se han transformado en un gran negocio, rentable, hay quienes dizque leen la mano y cobran hasta mil pesos.
Y no conformes, si queremos saber nuestro horóscopo, por ejemplo, está un señor de barbita crecida, delgado, viste de blanco, llamado José, quien es yogista, exotérico, tibetano, budista, y chingón para el ajedrez, que por la módica cantidad de trescientos pesos nos explica nuestro Horóscopo.
Así que ahora con eso de la crisis sexenal y austeridad que está vigente, valdría la pena aprender yoga, taichi, astrología e irse volando a conseguir clientes, ¡imagínense conseguir diez clientes al día! Quizás hasta el querido Hermano Walter, ese del 01 800, nos contrate… He aquí una fórmula para salir de la crisis y austeridad republicana, aprobada por la Harvard High Superior School of Uruapan (jarvar jai supirior scul ov Uruapan).
Otra a la que le asumen asuntos misteriosos es la sal -that´s to say- o sea el Cloruro de Sodio.
Cuentan que una mesera, trabajadora del desaparecido restaurante del Hotel Hernández, acostumbraba recomendar a los comensales que no fueran a tirar la sal porque era signo de que iban a perder mucho dinero y se les acabaría su capital, y por si sí o por si no, todos le hacían caso.
Sin embargo, cierto agente de ventas (¡no de viejas, eh!) que se hospedaba en el Hotel Progreso, fundado en 1913 y ahora en el olvido, tuvo la mala suerte de tirar la sal un día que comió en “El Jacalito”, y me aseguraba Carlitros Tobón que fue el acabose, sus pedidos mermaron, pues de levantar pedidos en más de veinte comercios (“La Estrella de Oro”, “El Fénix”, “La Ciudadela”, “El Cairo”, etc.) se quedó con uno, el que era regenteado por don Cosme A. Sánchez (“El Fénix”).
Por eso, ya no iba a regresar a esta plaza, sino es porque se hizo novio de una señorita zasona que vivía de la calle Independencia, apodada “La Matapasiones” a quien conoció en una función exhibida en el grandioso Cine Odeón de don Chucho Fernández quien puso la ranita en la plazuela que lleva el nombre de mi coronel Izazaga.
El le habló en el intermedio, posteriormente se formalizaron, casándose en la Capilla de San Miguel. Que según vivieron muy felices, aunque en su casa casi nunca compraban sal y tenían cuidado con su uso en la cocina, “La Matapasiones” engendró ocho hijos, uno de ellos fue compañero de mi chiquillo “El Bebé”, en la escuela primaria de los chicos pobres de Uruapan, la “Juan Delgado”
¡Ah!”, olvidaba decirles que un chavo de don Toño Lugones decía que cuanto se quemó el Portal Alto, en los 50´s, allá por 1953, trabajadores y albañiles para reconstruir las propiedades montaron una escalera pa´ subir a los tejados, y que cuando una persona pasó por ese lugar, caminó debajo de la escalera y ¡sácatelas! que le cae un bote con algo de mezcla, que la dejó casi muerta. Por eso, dicen que pasar debajo de una escalera es de muy, pero muy mala suerte, pero, ¿astedes que nos dicen?
Cuando andaba con mis amigos, en mi plena juventud, nos gustaba jugar beisbol en la Calle Ancha -5 Mayo-, no habían casi carros en el Uruapan viejo, y de vez en vez, nos gustaba buscar en las huertas, y los caminos cercanos al centro, un trébol de cuatro hojas, ¡dizque para la suerte! Aunque eso del trébol ya está pasando de moda.
Mi cuñado Yoan Rojas “El Suavecito”, de la afamada colonia Mártires de Uruapan, siempre traía un buda chiquito y le rascaba la panza, para atraer la buena suerte, el tuvo una tienda en la colonia Mexican Army, o lo que es lo mismo Ejercito Mexicano.
Por cierto, en la Facultad de Agrobiología Presidente Juárez, daba clases un maestro algo “panzón”, al que le decían El Buda, aunque ese budita para nada era de buena suerte, pues siempre reprobaba a los estudiosos de la tierra.
¡Pero qué les cuento! en la prepa agrícola (la de los pobres, por que la de los riquillos era la EPLER), donde estudió mi hijo Juan, hubo un “flojesor” que impartía la materia de Principios de Derecho, apodado “El Drácula” Cendejas, por sangrón y supersticioso, nada más que sus temores eran que sus alumnos lo llegaran a maldecir de por vida por ser el único que reprobaba en serie, unos 20 por sección, no sé si tovia´ imparta clases.
También, decían las abuelas que no era bueno casarse los martes, por eso de “el martes, no te cases ni te embarques”, dicen que a Lupe Pitakua, hija de don Hermenegildo, obrero de la fábrica Providencia, cuando su novio le pidió la mano para que se matrimoniara con él, cayó en día martes. Ella aceptó. Fue el inicio de tres divorcios, dos muertitos y un “free unión” (unión libre), durante dos décadas para la malquerida Guadalupe.
Bien podríamos seguir otro ratito, pero he terminado mi primera participación, no sin antes decirles que siempre que me levanto busco la forma de que sea con el pie derecho, pues una vez que lo hice con el izquierdo, no me lo van a creer, pero yo, en mi condición de taxista, tuve que esperar cuatro horas para que se subiera el primer cliente. Y pa´ acabarla que me da un billete de veinte pesos todo deslavado y con un pedazo de cinta agresiva (adhesiva) ese billetito jijo de…
Pero en otra refriega, continuaré con la segunda parte sobre las supersticiones. Espero los comentarios de los cinco o seis o lectores que siguen “mi huella”, hasta la próxima esos del “TIEMPO DE MICHOACAN”…Salen dos del Monito sonriss…!
Mal redactó: “Catón…cito el pelao´ uruapense”.
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