La corrupción puede definirse de varias maneras: En él lenguaje común, el término hace referencia a una acepción muy cargada de valor: putrefacción, descomposición, podredumbre, decadencia. Es un significado que viene desde los antiguos griegos, y se refiere a “la idea de un organismo político sano que sufre una degeneración progresiva” (Whitehead 2011, 162). Un riesgo propio de todo sistema político, o “construcción”, en el sentido en el que se usaba el término en la Grecia de Licurgo: “Así como el óxido corroe al hierro, y la polilla y el comején se comen la madera… del mismo modo cada constitución posee su propio vicio inherente e inseparable (Licurgo en Whitehead 2011, 162).
Hay un significado interesante en la aplicación del término a la política y en general a la vida en sociedad. Según Lomnitz, está en la palabra latina corrompere, que literalmente significa “romper juntos”.
El mismo autor enumera ocho significados que la palabra corrupción ha tenido (Lomnitz 2000, 13). En las ciencias sociales contemporáneas el contenido del término no pretende y debe ser más claro y analítico que el que se utiliza en el lenguaje común. Se trata, el primer lugar, de precisar a qué fenómeno nos referimos, y distinguirlo en las distintas formas de deterioro o degeneración que pueden darse en la vida política y social.
En segundo lugar, la definición del concepto debe ir a la explicación y comprensión del fenómeno, no sólo al juicio o al rechazo. De acuerdo con lo anterior, una definición de corrupción pertinente la considera como la propiedad privada de los recursos y las funciones públicos (Zaid 2000).
Es decir, cuando los representantes del público, los políticos dentro de un sistema representativo, se apropian de los recursos y las funciones públicas para convertirlas en privados: cuando dejan de representar los intereses de la sociedad para representar los propios.
Es por eso que la corrupción política es inseparable de la representación. Las formas de corrupción política son muchas y diversas, tantas como funciones públicas hay. Cobrar por un trámite que debería ser gratuito, exigir un pago en efectivo en lugar de aplicar una multa, presionar a un particular para que realice un pago amenazándolo con aplicar una sanción legal, son formas de corrupción que tocan directamente al ciudadano.
Hay otras menos visibles, cómo incorporar a la nómina de los gobiernos a personas que cobran sin trabajar, y realizar pagos de servicios públicos con comisiones ocultas e ilegales (el famoso “diezmo”: el proveedor del gobierno paga parte de lo que recibe al funcionario publique realizó la compra), menos visibles, pero sin duda más onerosas para el erario público, pues la cantidad de dinero en ellas es mucho mayor, además del perjuicio que causan al correcto funcionamiento de los gobiernos.
Ya definida o delimitada la corrupción de esta manera, hay varias teorías o perspectivas desde las cuales se explica. Tres son las más relevantes: la culturalista, la individualista y la institucionalista. Para la primera la corrupción es una cuestión cultural, es decir, propia de algunas culturas y ajena a otras. De acuerdo con ella, la corrupción existe o ha existido como algo generalizado en ciertas áreas y naciones, como la Europa mediterránea y América Latina, y sólo como algo excepcional en otras zonas, como los países nórdicos y los anglosajones.
Para la perspectiva individualista, la corrupción, más que propia de naciones, sociedades o culturas, es característica de algunos individuos. En toda sociedad y épocas, aunque en proporciones muy variables, hay o puede haber gente corrupta.
Finalmente para la perspectiva institucionalista la corrupción dependerá de los actos corruptos, esto es, de si el uso de bienes y funciones públicos para favorecer los intereses privados son sancionados o no. Es decir, si hay o no instituciones (las leyes y las organizaciones que hacen que se cumplan) que castigan los actos corruptos.
Si un funcionamiento tiene la posibilidad de llevarse a su cuenta personal millones de pesos y la probabilidad de que sea castigado es mínima o nula, es muy probable que se los lleve. Si, por el contrario, la probabilidad de que acabe en la cárcel es alta, no lo hará.
Independientemente de su cultura social o valores personales. Las tres perspectivas no son incompatibles. Es posible integrarlas hasta cierto punto. Distinguiendo por ejemplo formas de corrupción: en principio, la corrupción social y la individual. Cuando la corruptela generalizada, cuando es un “uso y costumbre”, es decir, cuando es normal que los funcionarios públicos y sus allegados se beneficie en lo privado de los recursos públicos, estamos ante una corrupción social.
Cuando hay individuos aislados que buscan beneficios personales a costa de lo público, a veces con éxito, a veces no, entonces se trata de casos de corrupción individual.
Fuente: “Representación legislativa y rendición de cuentas. Dilemas, riesgos y malentendidos”. Cuadernos de Divulgación Electoral, fascículo 11, Víctor Reynoso Angulo, México, 2011.
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