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A 29 años ¿Qué significó la caída del Muro de Berlín?

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La caída del Muro marcó la caída del estalinismo (no del marxismo) que podía ser aprovechada para la unidad revolucionaria para las masas. Pero el imperialismo alemán le impuso a la unidad un carácter contrarrevolucionario.

La caída del Muro en noviembre de 1989 dio lugar a una gran propaganda imperialista que sigue hasta nuestros días, blandiendo el triunfo del capitalismo sobre el comunismo. Sin embargo, ni el “comunismo” de Europa del Este era el que plantearon los bolcheviques (Lenin y Trotsky) en la Revolución Rusa de 1917 ni la asimilación de Alemania del Este al imperialismo alemán fue a favor de los trabajadores y el pueblo.

 

La división de Alemania

Tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue ocupada militarmente por los ejércitos aliados, dividiéndola en cuatro zonas autónomas de ocupación (EE.UU., Francia, Gran Bretaña y la URSS). La división fue acordada en la Conferencia de Yalta (febrero de 1945, antes del final de la guerra), donde participaron Stalin (URSS), Churchill (GB) y Roosevelt (EE.UU.). Allí decidieron cómo la administrarían, luego de su rendición incondicional el 8 de mayo.

 

La URSS en 1948, utilizando el prestigio ganado por ser el gran vencedor del nazismo, avanzó sobre los países que formarían el “glacis” (Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania, Hungría) como su “cortina de hierro”. En 1949 las zonas de ocupación occidentales se unieron en un nuevo Estado denominado República Federal Alemana (RFA) y crearon como escudo “defensivo” militar la OTAN (Organización del Atlántico Norte). La URSS constituyó ese mismo año la República Democrática Alemana (RDA) en su zona de ocupación, un nuevo Estado obrero deformado, con el estalinismo controlando el proceso desde el principio. En sus inicios, la aplicación de la nacionalización y planificación de la economía, permitió un desarrollo industrial y recuperarse de los destrozos dejados por la guerra; junto al acceso general al trabajo, la educación, la salud y una posición más igualitaria de las mujeres. Sin embargo, nunca pudieron alcanzar el nivel desarrollado en Alemania occidental que gracias al Plan Marshall de EE.UU. (1948-61), contó con una importante ayuda económica. EE.UU. fortaleció sus lazos económicos y creó una Europa subordinada a sus intereses. El autoritarismo estalinista, impidió que se desarrollaran consejos o soviets donde los obreros se organizaran democráticamente, decidieran sobre la planificación de la economía e impulsaran la revolución socialista en la RDA.

 

En 1953, una rebelión obrera en la RDA contra los salarios sujetos al aumento de la productividad, terminó reclamando la renuncia de la burocracia y su reemplazo por un “Gobierno provisional metalúrgico revolucionario”. La burocracia pidió ayuda a la URSS que con 300.000 soldados y tanques impusieron el Estado de sitio en Berlín, matando centenares de obreros. La URSS impuso a los países del “glacis” el Pacto de Varsovia en 1955, como escudo contra la OTAN pero también para controlar y poder invadir, argumentando su “defensa”, a los Estados obreros burocratizados.

 

Creación y caída del Muro

En 1961 la RDA construyó el Muro de Berlín con acuerdo de la RFA y las potencias de Occidente, que no querían que los alemanes orientales afluyeran a la RFA en busca de “progreso”. El muro se extendía a lo largo de 45 kilómetros que dividían la ciudad de Berlín en dos y 115 kilómetros que rodeaban su parte Oeste para separarla de la RFA. Esta era una reacción burocrática a los levantamientos de Hungría del ’56, Praga del ’68 (que la burocracia acusó de procapitalistas). El proceso revolucionario en Polonia del ‘81, terminó de convencer a toda la burocracia que tenían que ceder al imperialismo en las reformas precapitalistas, de lo contrario serían superados de forma revolucionaria por las masas. En 1986 Gorbachov intentó hacerlo de forma “pacífica” en la URSS pero fracasó. En 1988 se aceleró la crisis económica y la burocracia comenzó a resquebrajarse. Surgieron levantamientos como los de Armenia por reivindicaciones democráticas, a los que se sumarían la mayoría de los países del “glacis”.

 

La caída del Muro el 9 de noviembre de 1989 fue el punto culminante de este proceso. La lucha de las masas, que comenzó en la RDA por reivindicaciones económicas y democráticas, se unió al pedido de reunificación, expresando un genuino anhelo democrático que el imperialismo y el estalinismo manipularon a su favor como parte de sus cálculos geopolíticos. Sesenta años de opresión burocrática y la falta de surgimiento de sectores que se propusieran hacer una revolución política manteniendo lo que quedaba de la economía nacionalizada y planificada, pero barriendo a la burocracia y desarrollando organismos de democracia soviética, favorecieron al imperialismo. El imperialismo alemán deseaba anexarse Alemania del Este para tener mano de obra más barata y utilizar sus recursos económicos y mostrarse como líder del continente europeo, aunque sin competir con EE.UU.

 

La reunificación

En octubre de 1990 se firmó el Tratado de Unificación que hizo que las cuatro potencias (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la Unión Soviética) renunciasen a sus derechos, dando lugar a la reunificación del país. En diciembre, en la primera elección conjunta, ganó Helmut Kohl de la Unión Democrática Alemana (CDU) como canciller. La división de los trabajadores alemanes continua, separada por un muro invisible, donde en la ex RDA reinan la inflación, la desocupación y la diferencia salarial con la parte occidental. Los trabajadores de Occidente venían de sufrir varias derrotas que les permitió a los países imperialistas (sobre todo a GB y EEUU) imponer lo que se llamó el “neoliberalismo”.

 

La caída del Muro abrió un debate en la izquierda. La mayoría de los partidos comunistas se reconvirtieron en socialdemócratas. Entre los trotskistas, hubo tres posiciones. Unos se negaron a la demanda de la reunificación, porque había que defender la República Democrática Alemana como Estado obrero (con burocracia incluida). Otros, plantearon simplemente la consigna de “reunificación ya”, sosteniendo que más allá que esta unificación se hiciera bajo dirección imperialista, la suma de las dos clases obreras fortalecería al proletariado alemán. El PTS (que había roto recientemente con el MAS entre otras razones, por su indiferencia frente al comienzo de las revoluciones políticas en la URSS y que, por el contrario, formó Izquierda Unida con el Partido Comunista argentino), sostuvo una posición diferente: había que partir de la demanda democrática de reunificación, pero luchando por una posición independiente, de clase. Contra la reunificación restauradora imperialista, pero también contra el régimen opresor y restauracionista del estalinismo: por una reunificación obrera y socialista.

 

 

La caída del Muro de Berlín, que algunos festejaban alborosamente y otros criticaban preocupados, tiene un significado demoledor, que ya no podrá ocultarse. De un lado y del otro del Muro existían (desde antes) dos regímenes económicos iguales. A ambos lados del Muro, solo existía y existe capitalismo. El mito del socialismo, de «la patria del proletariado» se derrumbó estrepitosamente: como todas las patrias, ahí lo único que hubo es la patria del capital.

Los sectores que fueron los principales artífices y defensores del mito son: el gran capital monopolista internacional (la gran burguesía mundial ayudó en su lucha contra su competidor a propiciar el mito revolucionario del régimen ruso)y el stalinismo, cuya política socialdemocrata fue nefasta para la clase obrera y sus vanguardias revolucionarias. Tanto la Alemania occidental – Alemania oriental tenían y tienen una base fundamental compartida: la defensa del régimen social basado en el trabajo asalariado. Administrada por la libertad de mercado o por la forma estatal. Tan antagónico no eran, por ello lograron la unificación en pocas horas…

La socialdemocracia fue la que inculcó e hizo siempre una separación tajante entre el régimen económico social basado en la propiedad estatal de los medios de producción (capitalismo travestido con el nombre de socialismo) y el gobierno del Estado. Si sacamos la fachada ideológica, en realidad diferían en cómo debían resolverse los problemas de acumulación de capital, en cómo explotar mejor a la clase obrera y a qué sector burgués o pequeño burgués favorecer.

Su objetivo económico principal era propiciar el desarrollo de las fuerzas productivas, tanto para enfrentar a otras burguesías, como para «mejorar» y extender las relaciones capitalistas. Su ideal de socialismo era que las fábricas y monopolios pasaran de manos de propietarios particulares al Estado y que éste fuera dirigido por su Partido «comunista» y que la economía se «planificara». Pero ya Marx y Engels habían advertido con claridad que ello no era más que más capitalismo:

«Pero ni la transformación en sociedad por acciones ni la transformación en propiedad del Estado suprimen la calidad del capital de las fuerzas productivas. Para la sociedad por acciones esto es evidente. Y el Estado moderno no es más que la organización burguesa que se da para mantener las condiciones exteriores generales del modo de producción capitalista contra las usurpaciones que vienen de los obreros como de los capitalistas aislados.

«El Estado moderno, cualquiera fuera su forma, es una máquina esencialmente capitalista: el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Cuanto más hace pasar las fuerzas productivas a su propiedad más se hace capitalista colectivo, en concreto más ciudadanos explota. Los trabajadores siguen siendo asalariados, proletarios; el capitalismo no se suprime, muy por el contrario, se extrema (…)» AntiDûring.

LA DEBACLE DE UN REGIMEN. ¿Qué pasó en los países del este? y ¿Por qué:

1) A medida que se va desarrollando más el capitalismo y que la acumulación capitalista aumenta, ciertos sectores de la burguesía y de la pequeña burguesía (existente en esos países desde siempre, aunque se trató de tapar) van manifestando una oposición creciente hacia cualquier tipo de reglamentación que limite su enriquecimiento personal y su posibilidad de explotar directamente a grandes grupos de obreros. Mucho dirigente del Partido «comunista» estaban cansados de tener que ocultar sus riquezas y sus enriquecimientos ilícitos y lo transformaron en lícitos.

2) Muchos sectores de la burguesía y pequeña burguesía del campo, dentro de ellos los vinculados con viejos propietarios como la iglesia católica, exigían y lo lograron: poder acumular más, poder explotar mejor.

3)Las naturales contradicciones entre sectores de la clase burguesa necesitan mecanismos adecuados para resolverse. Bajo el capitalismo el mejor mecanismo para hacerlo es el democrático: El sector que demuestre que puede controlar mejor al proletariado debe ser quien maneje al Estado. Y dentro de las formas democráticas, la mejor es la patidocrática.

4) La actual crisis, obliga a la clase capitalista a profundos cambios y reestructuraciones que tienen un componente fundamental: extraer una mayor plusvalía de la clase obrera y una «racionalización» urgente y a cualquier costo de las fuerzas de la producción. Resultado inevitable: caídas salariales, incremento de la desocupación, inseguridad laboral, suspensiones, mayor represión.

5) Ningún gobierno puede asentarse indefinidamente sobre las bayonet Cuando el capital debe tomar medidas de grave y extensivo ataque al proletariado, recurre a los partidos con mayor predicamento en la clase obrera. Ni los Generales en Polonia podrán haber tomados las medidas de Ajuste que aplicaron los sindicatos (Solidarsnoc) con Walessa o Menen en Argentina/

Gabriela Liszt

La Izquierda Radio.

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